Mario Vargas Llosa ratificó esta noche su rol de invitado estelar de la 46 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El Nobel de Literatura se refirió a su reciente ensayo sobre Benito Pérez Galdós, La mirada quieta, pero también atrapó al público desgranando anécdotas sobre Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Juan José Sebreli. A la vez, hizo un crudo relato de su reciente convalecencia por coronavirus.
“Perder la respiración es una experiencia verdaderamente traumática”, comentó el laureado escritor, que se apoyó en un bastón para caminar. A sus 86 años, el autor peruano se hizo presente en la cita cultural y editorial, donde hizo gala de su fluidez oratoria. El diálogo con el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz se extendió, distendido, durante más de una hora.
El último sobreviviente del “boom” de la literatura latinoamericana se mostró de traje y sin corbata. Y dio su testimonio acerca de cómo vivió la enfermedad. “Comencé a sentir mucho frío en las piernas. Era el atardecer ya y de pronto empecé a perder la respiración. Empecé a ahogarme, a respirar muy mal, con mucha dificultad, y entonces Isabel (Preysler) llamó a un médico”, recordó ante una colmada sala José Hernández, que siguió cada una de sus palabras en absoluto silencio.
“Escuché al médico a lo lejos, una voz que se perdía. Dijo ‘tiene fiebre muy alta y es indispensable llevarlo al hospital’. Esta fórmula que utilizó el médico me puso muy nervioso y creo que la dificultad en la respiración aumentó muchísimo. Estaba en un estado completamente ido y me acuerdo que esperaba la camioneta de la clínica y no llegaba nunca”, comentó en el marco de su última intervención en esta edición de la feria.
“Finalmente llegó la camioneta, me llevaron a la clínica, y lo recuerdo como una verdadera liberación cuando me pusieron el oxígeno y entonces recuperé la respiración. Fue solamente una experiencia de 24 horas, pero francamente desagradable”, evocó desde el escenario.
Fernández Díaz recordó que el autor de Pantaleón y las visitadoras y Conversación en La Catedral se puso a escribir un artículo ni bien se recuperó, y le consultó si esta tarea no le quitaba “energía narrativa” para su oficio literario. Vargas Llosa replicó que no, porque tiene “muy bien separadas ambas actividades. Una novela por ejemplo toma desde lunes hasta sábado, pero los domingos escribo los artículos”.
El autor peruano contó que se reunió a desayunar en La Biela este domingo con su amigo Juan José Sebreli. “Nos conocimos hace muchos años en París y creo que tuvimos una discusión, la primera vez que nos conocimos, en la que yo defendí a Cortázar. Era muy amigo de Cortázar y lo veía con cierta frecuencia. En cambio, él tenía muchas reservas con Julio Cortázar. Encontraba que sus novelas tenían una deficiencia política, que no abrazaba las cuestiones políticas de una manera profunda, rica, creativa, y yo le discutía muchísimo esto, para terminar dándole la razón al cabo de los años”.
Consideró que Cortázar había descubierto tardíamente la política. E “influyó muchísimo en él ese descubrimiento, para que empezara a escribir novelas políticas. Pero en las novelas o los cuentos que había escrito antes había siempre un elemento muy sorprendente, muy desconcertante, y la falta de un compromiso político no se notaba para nada”, consideró.
Respecto de su relación con el autor de El Aleph, recordó que Borges nunca le perdonó que señalara en un artículo que estaba lleno de admiración por el gran cuentista que había una gotera en su departamento de la calle Maipú. “Porque Borges tenía pues esas huachaferías, como diríamos en el Perú. No encontraba suficiente respeto en señalar que en una casa, en la que él ocupaba, en una habitación había una gotera”.
“Mi admiración por Borges sigue absolutamente intacta a pesar de las bromas malas que hizo al respecto”, zanjó la cuestión. Y dijo también que el escritor argentino “no entendía que en América Latina hubiera un problema social, que hubiera una diferencia entre lo que ganaban unos latinoamericanos y lo que ganaban otros”.
En cambio, Vargas Llosa (Arequipa, 1936) coincidió con Sebreli en que “si hay un país en América Latina que debería encontrar un camino de progreso es sin ninguna duda Argentina”.
Tal como anticipaba el programa, la conversación también giró en torno a su reciente ensayo La mirada quieta, donde crea un perfil completo, personal y sugerente del escritor español. Recordó que Pérez Galdós llegó a publicar dos artículos al día en periódicos españoles, aunque “no era un buen articulista, era un novelista esencial”.
Vargas Llosa indicó que el sueño de Pérez Galdós era ser traducido al francés, algo que no logró. También puso sobre la balanza que el caso de ese autor esencial de la literatura española contemporánea es el de muchos escritores: “ser desigual, escribir obras que eran muy importantes y obras que no lo eran, obras que eran un poco de relleno”. Destacó su intento de “escribir el siglo XIX a través de novelas sencillas, ligeras, entretenidas, escritas en un lenguaje muy accesible para un gran público. Tuvo mucho éxito con los Episodios nacionales, pero curiosamente no se publicaron fuera de España”.
Según detalló Vargas Llosa -quien se dedicó a leer la obra de Pérez Galdós de principio a fin durante la pandemia-, el español “planeó 15 novelas, de las que escribió solamente 12. Era una manera de llegar al gran público a través de anécdotas, historias, que ponían de una manera sencilla, ligera, no oficial, hechos históricos al alcance del gran público español”, lo que le valió tener muchísimo éxito.
Vargas Llosa consideró que probablemente el autor de Fortunata y Jacinta fue probablemente “el primer escritor profesional que aparecía en nuestras letras tanto en América Latina como en España. Él se comprometió a escribir cada tres meses una novela y cumplió. Ahora no siempre le salían bien, otras veces le salían de una manera defectuosa”.
“Un gran escritor no es siempre un gran escritor”, recalcó. Y, a diferencia de Pérez Galdós, quien corregía con pequeñas anotaciones a mano, pero no reescribía nunca una novela, afirmó que él sí corrige mucho. “Soy exactamente en ese sentido la oposición a Pérez Galdós. No podría escribir ligeramente una novela”.
En materia política, el autor que cobró notoriedad con la publicación de La ciudad y los perros (1963) aseveró que deposita muy poca confianza en la izquierda latinoamericana, “tiene una visión profundamente distorsionada de la realidad, a la que antepone un dogmatismo muy cerrado. El caso de la izquierda frente a lo que está ocurriendo hoy día en Ucrania, por ejemplo. El señor Putin de una manera absolutamente virulenta agrede a un pequeño país y sin embargo esa izquierda no reacciona, no condena”.
También se mostró convencido de que la democracia no está en crisis, sino “que está viva”. “La invasión rusa a Ucrania ha servido entre otras cosas para fortalecer extraordinariamente a la Unión Europea. Mi impresión es que Putin se ha equivocado profundamente al invadir Ucrania, sin tener en cuenta el estado de las fuerzas militares de que dispone. Da la impresión de que Ucrania se ha ennoblecido extraordinariamente enfrentando la invasión y que la invasión no va a significar para las tropas rusas ese paseo que Putin había concebido”, aseveró.
En cambio, se mostró pesimista ante el panorama de América Latina, cuya situación “no puede ser más trágica. Es muy difícil ser optimista frente a una América Latina que está paralizada por las nuevas dictaduras o a punto de hundirse nuevamente en un periodo de violentas acciones. Es muy difícil ser optimista, lo cual no significa que haya que dejar de luchar”, insistió el autor de La fiesta del Chivo.
“América Latina, si elige bien, va a elegir lo que significa la verdadera libertad”, recalcó. “En función de esta libertad va a ir saliendo de sus problemas enormes que enfrenta hoy en día”, dijo todavía. Antes de retirarse caminando nuevamente apoyado sobre su bastón, la sala le dedicó un estruendoso aplauso. La feria, incluso en pandemia, celebró la participación del Nobel de Literatura y último sobreviviente del mítico “boom”.
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