En la historia de la literatura chilena hay una mujer fundamental cuyo nombre, sin embargo, no es tan reconocido; se trata de María Luisa Bombal, quien marcó un parteaguas en el mundo surrealista de la época, al cual se le liga, debido a que los textos que escribió no tenían vínculo alguno con ningún género literario vigente en su época.
Se compara su obra con la del escritor mexicano Juan Rulfo, con el cual tiene similitudes como que ambos escribieron novelas de muy breve extensión, sobre temas muy profundos y adelantados para la época que terminaron dándoles reconocimiento.
Bombal toca elementos como el cuerpo y el acercamiento a una relación íntima, algo que también puede encontrarse en Rulfo; ambos se consideran “casos extraños”, en relación con el “concepto determinado acerca de la escritura y del creador mismo”, asegura la crítica e investigadora Lucía Guerra.
Sin embargo, lo que marca la distancia entre ambos autores son los prejuicios sociales de la época, que afectan el reconocimiento de María Luisa Bombal por el simple hecho de ser mujer, como un reflejo de lo que padecía en el momento la mujer chilena, “una mujer etérea y trágica, proclive a lo poético y lo sentimental”.
Uno de estos ejemplos se puede leer es en el texto La última niebla, donde se muestra “un tapiz geométrico de oposiciones y reiteraciones que se funden y se confunden en el andamio polisémico y ambiguo de la niebla”, dice Lucía Guerra en la introducción del libro de Obras completas de la autora. que recopila novelas, cuentos, crónicas y hasta textos autobiográficos de la autora chilena.
En las obras de María Luisa, afirma Guerra, puede verse que está buscando lo mismo que las pintoras surrealistas (Frida Kahlo, Leonora Carrington y Remedios Varo), que trataban de expresar en sus pinturas el rechazo de la imagen de la mujer como un otro y buscarse a sí mismas en un autorretrato.
De lo que no se escribía
Uno de los descubrimientos que llegó a ser el más escandaloso de todos fue el acercamiento de María Luisa a los textos con sexo, ya que en la introducción de Lucía Guerra menciona que en la década de los setenta “la literatura no tenía sexo”.
“En los nítidos esquemas generacionales, se ha omitido sistemáticamente el factor genérico, es decir, el hecho de que estos textos hayan sido escritos desde la perspectiva de una mujer en un periodo histórico determinado”.
No obstante, María Luisa Bombal era “peligrosa e impertinente” para una época en donde ni siquiera la mujer tenía decisión de voto, en el cual había un código que regulaba la conducta y el lenguaje de la mujer.
Ana Vásquez recuerda “cuando ella era muy niña, llegó a su casa la escritora causando revuelo entre hombres y mujeres: ´ellas apenas la saludaron cuando, con sus tacones muy altos y sus uñas pintadas de rojo, avanzó para reunirse con los hombres que hablaban de libros´”.
La última niebla
Amado Alonso y Ricardo Latcham realizó los primeros estudios de la novela corta de María Luisa Bombal el cual destacaron su singularidad “en el contexto literario chileno en el cual predominaba el criollismo, regido por una visión positivista del mundo”.
Aquí es donde lo femenino y lo masculino hacía una distinción: mientras que el primero denotaba lo foráneo, ocio y especulación, el segundo respondía a la industria guerrero, espíritu emprendedor.
Hay un proceso de feminización en donde se puede ver que en estos textos hay un dominio de lo masculino a lo femenino, atribuido a lo sexual ya que “reconfigura al personaje masculino designándolo como ´dulce y preciosa carga´”.
Entre los pocos textos que escribió fueron: La Amortajada, House of mist, Casa de niebla, Las islas nuevas, el árbol, trenzas, entre otros.
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