Cuando la soprano Svetlana Volosenko terminó de entonar las estrofas del himno de Ucrania, no fueron pocas las personas del público con lágrimas en los ojos. A sala llena, la Feria del Libro organizó un acto por el Día de Ucrania en el que se pidió por un fin a la guerra impulsada por Rusia que hace más de dos meses acongoja al pueblo ucranio.
Ucranios, y no ucranianos, es el gentilicio con el que los oradores se refieren a sí mismos y a su cultura. Los discursos, firmes en su reclamo al presidente ruso Vladimir Putin, estuvieron a cargo de la Profesora Ana María Podsiatko de la Asociación de Graduados Argentino-Ucranios, Sergyi Nebrat, Encargado de Negocios de Ucrania en la República Argentina, la primera Viceministra de Asuntos Exteriores de Ucrania, Emine Dzhaoarova, y el Presidente de la Representación Central Ucrania en la República Argentina, Dr. Pedro Lylyk.
Podsiatko inició el suyo con una aclaración: este no es el primer genocidio que Rusia pretende perpetrar al pueblo ucranio. “Rusia es una nación que no solo siempre quiso adueñarse de sus territorios vecinos, sino que también quiso y quiere aniquilar su cultura, su idioma, sus valores y la valentía de su pueblo”, dijo.
Por su parte, Nebrat comparó las acciones de Rusia con el nazismo y remarcó la importancia de la cultura, particularmente de los libros, para dar a conocer la verdad: “En la Segunda Guerra Mundial, los nazis quemaban libros, lo mismo que está haciendo el ejército ruso. Pero nosotros vamos a seguir imprimiendo nuevos libros, construyendo nuevas escuelas. Ganamos la Segunda Guerra contra los nazis y volveremos a ganar esta nueva guerra contra los nazis rusos”.
También el Dr. Lylyk comparó la situación al nazismo, y al presidente ruso con Hitler: “En esta oportunidad, hubiésemos querido, créanme, hablar de las brillantes generaciones de intelectuales, científicos, deportistas y músicos que tenemos en Ucrania. Lamentablemente, esta misma cultura ya no se puede transmitir a los niños muertos ni a las mujeres ultrajadas por el ejército ruso y su lunático comandante: el criminal de guerra Vladímir Putin”.
Aunque los discursos generaron aplausos y respetuosos vitoreos, no fue hasta la colorida participación de los Conjuntos de Danzas Folclóricas Ucranias “Prosvita” y “Dunay” que el público se compenetró realmente. Aunque las palabras sean efectivas y surtan efecto, el arte y la cultura aúnan mucho más que cualquier discurso patriótico.
Algo similar ocurrió cuando el padre Nazariy Kashchak interpretó la canción “Dios ten piedad” en su idioma natal, acto que separó al público en ucranios conmovidos hasta el llanto y aliados algo incómodos ante su longitud. Al terminar, Kashchak tuvo que pausar por un momento su discurso al nombrar a uno de sus amigos íntimos que actualmente está defendiendo Ucrania junto a la Infantería Marina.
Pero el padre Kashchak no es el único presente con amigos y familiares varados, desplazados o desaparecidos. Entre el público, algunas señoras mayores gritan el nombre de sus hijos, sobrinos y nietos mientras las más jóvenes las consuelan. Desde el comienzo de la guerra el 24 de febrero, 14 millones de ucranios, alrededor de un cuarto de su población, fueron desplazados de sus hogares, mientras que 5 millones tuvieron que emigrar a países vecinos.
Mejalina, ucraniana que emigró a Argentina al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pidió por sus familiares a quienes no pudo volver a ver, primero por la pandemia, luego por la guerra. Ana, que describió a Mejalina como “la versión ucrania del Libro Gordo de Petete”, pudo comunicarse con sus primos recientemente después de semanas de incertidumbre. Desplazados hacia la frontera con Polonia, tuvieron que dejar su vida y sus pertenencias atrás para sobrevivir: “Recién asentados después de su huida, empezaron a sembrar sin saber si van a llegar a cosechar”.
Al finalizar el acto, después de la canción “Hey hey rise up” en apoyo a Ucrania con el que la banda inglesa Pink Floyd rompió casi tres décadas de silencio, el público se dividió nuevamente. Por un lado, embajadores, mandatarios y distintas figuras de poder se tomaron fotos y se felicitaron por su presencia mientras la seguridad le pedía al resto que desalojara rápidamente la sala para la presentación de Mario Vargas Llosa. Reticentes al desplazamiento, varios grupos de señoras que intercambiaban números e historias resistieron cuanto pudieron dentro de esa burbuja ucrania de la que, momentos después, solo quedarían algunos banderines.
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