Florencia Canale y Gloria Casañas, dos exitosas referentes del género romántico, convocaron a su fiel público lector esta tarde, celebrando reencuentros que tuvieron como marco una jornada multitudinaria en la 46° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Una hora y media después de que el predio de La Rural abriera sus puertas, Canale se refirió a su más reciente novela, Pecadora. Y, al avanzar la tarde, tomaba la palabra Casañas, para dialogar sobre Corazón de amazonita.
En las presentaciones de ambas novelas, ambientadas respectivamente en la época de Juan Manuel de Rosas y la selva misionera contemporánea, no faltaron fotos, videos ni selfies en los celulares en las salas, así como tampoco los reiterados aplausos por parte del público, que celebró la posibilidad de ver de manera presencial a las autoras.
En Pecadora, Canale recrea en clave de novela la trágica historia de amor y pasión de Camila O’Gorman y Ladislao Gutiérrez en tiempos de Rosas. “Es nuestra tragedia griega”, afirmó Canale, quien estuvo acompañada por la periodista Eugenia Zicavo. “No creo que haya habido a lo largo de nuestra historia una tragedia similar, que dos jóvenes hayan sido fusilados por cometer el crimen de enamorarse”.
La periodista y escritora señaló que su libro respondió a “la necesidad de ampliar esa historia”, que llegó a la pantalla grande de la mano de María Luisa Bemberg, en un exitoso film de 1984 protagonizado por Susú Pecoraro en el papel de Camila e Imanol Arias, en el del sacerdote.
En la película Camila, “solamente se cuenta este incidente horroroso y trágico del fusilamiento y un poco más”, incluso con algunos errores históricos, advirtió Canale. Igualmente, matizó: “No importa, porque estuvo muy bien esa película”.
Y la periodista y escritora que inició su trayecto literario con el exitoso bestseller Pasión y traición agregó que también “hubo algunas cosas escritas, pero tal vez demasiado líricas. El libro de (Enrique) Molina (Una sombra donde sueña Camila O`Gorman) y algunas entradas específicas para hacer una operación política contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas”. Sin embargo, apuntó, “no estaba la novela”.
Desde la sala Alfonsina Storni, dijo que ella quiso saber más respecto de “cómo estos dos jóvenes habían llegado a esta instancia. Necesitaba entender un poco, no quiere decir que haya entendido nada. Pero, por lo menos, dar cuenta de dónde venían Camila O’Gorman y Ladislao Gutiérrez para entender el final de sus vidas. Y por supuesto, fui feliz, llorando sin parar, pero fui feliz”, afirmó sobre la escritura de su novena novela.
A la vez, coincidió con Zicavo, no importa que se conozca de antemano cómo concluye la historia, en una suerte de ineludible spoiler, con el fusilamiento de la célebre pareja en 1848. “Es un final anunciado. De cualquier modo, es muy conmocionante. Después de escribir esta historia no quedé igual, me hirió, me lastimó y bienvenido sea, no le estoy haciendo asco al dolor. Realmente para mí fue muy conmocionante la escritura y la investigación de la novela”.
Y, al mismo tiempo, señaló ante una pregunta de Zicavo: “No puedo dejar de pensar que las mujeres, salvo contadas excepciones, en aquel entonces estaban muy contentas con lo que les tocaba vivir. Las mujeres estaban preparadas -estamos hablando de clases acomodadas-, aprendían tal vez a leer y escribir, labores, y prepararse para a los 14 años tal vez, casarse. Hoy lo pensamos y nos eriza la piel”.
La escritora de novela romántica e histórica nacida en Mar del Plata remarcó que Camila tuvo “el hándicap de una abuela. Esa abuela que elige a Camila entre todos sus nietas y nietos como su más fiel discípula, y la inicia en estos asuntos de la pasión”.
Recordó que Madame Périchon, en quien se centró su anterior novela La libertina, era una francesa que había desembarcado en el Río de la Plata. “Había armado una vida a la francesa en una sociedad cerrada, inquisitoria, católica. Era una profesional de las artes amatorias, que usaba su cuerpo en su beneficio, como un objeto de ascenso social y de supervivencia”.
Zicavo comentó que en la última novela de Canale, la abuela le resultó “adorable” y se volvió su personaje preferido. Aunque tiene solo 54 años, “la tratan como una vieja, como una tipa que ya no tiene ningún futuro”.
También le consultó a Canale cómo evitar el riesgo de caer en un lugar común al escribir escenas de sexo. “Por eso llego hasta un lugar y después las dejo que se incendien solas y se armen su propia aventura”, respondió Canale sin dudar. Y añadió: “Si hay una pareja pasional en nuestra historia es la de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra”.
Canale se encargó de aclarar: “La pasión es peligrosa, no es algo siempre lindo, alegre, feliz, a veces hay final feliz con las pasiones. La palabra pasión tiene el mismo origen etimológico que padecer, sufrir. Entonces poco tiene a veces que ver con el amor. La pasión es pura turbulencia y desmesura, a veces te quema por dentro”.
Y bromeó, observando que estaba vestida con una polera de color rojo: “Ya escribí una trilogía de Rosas, entonces somos íntimos amigos”.
Por su parte, Casañas, abogada y docente universitaria, se presentó junto a Luisa Delfino en la sala Julio Cortázar. Poco antes de que ingresara, se escuchaba por los parlantes el audiolibro de Corazón de amazonita, y también se exhibió al comienzo un video ambientado en el libro.
La historia tiene por protagonistas a Erik Andrade, especialista en felinos, que sigue las huellas del yaguareté en el corazón de la selva misionera, y a la joven artesana Lara Duval. La tercera entrega de la serie contemporánea Los Notros es precedida por En alas de la seducción y La mirada del puma.
“Yo sabía que esa serie tenía que seguir, incluso tengo planes para que siga todavía un poco más”, apuntó la referente de la novela histórica y romántica.
Explicó también que como Andrade “es especialista en felinos, lo tenía que enviar a un lugar donde el felino fuera el eje de la cosa. Qué otro lugar mejor que la selva misionera, o de yungas, donde el yaguareté es la especie que está en peligro crítico”.
La autora contó que le encantó ocuparse del yaguareté, un animal mítico. “Tiene también un poder espiritual que reconocían los antiguos, por lo tanto en la novela quise reflejar eso”.
Y aprovechó para advertir sobre el peligro de extinción al que se enfrenta el felino, víctima entre otros de la caza ilegal: “El tiempo es ahora, no hay tiempo que perder en esto”.
También contó que está cursando una carrera que la tiene “fascinada” en la Escuela Argentina de Naturalistas. “Porque las ciencias naturales me gustaron siempre. Yo tenía el amor dividido entre las ciencias sociales y las naturales. Pero del lado de las naturales, tenía las matemáticas, y eso fue mi cruz. En esta carrera no se hace hincapié en eso, sino en el ambiente, en la conservación, más lo empírico”.
¿De todos los libros que escribió, de todas las historias, cuál sería su favorito?, le preguntó Delfino. “Siento una gratitud infinita hacia La maestra de la laguna”, afirmó. “Lo que pasó con La maestra de la laguna me abrió tantas puertas... Sigue siendo el hada madrina de mis libros”.
Y, agregó, cuando termina una novela, siente que esta tiene que hacerse camino. “Soy como una madre desnaturalizada, ahora le toca al libro convencer, y yo me tengo que ocupar de otro que a lo mejor ya tenía planeando en mi cabeza”, confesó la escritora. Y redondeó: “No lamento que se acaben, me siento feliz de ver el final”.
Y, de la selva misionera al trágico romance de Camila y Ladislao, final feliz o no, el público lector partió alegre y a paso inevitablemente lento por los pasillos, tras el esperado reencuentro con las autoras.
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