El cronista y escritor Cristian Alarcón presentó anoche su obra El tercer paraíso, ganadora del Premio Alfaguara de novela 2022, en la 46 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Junto a las autoras Mariana Enríquez y Gabriela Cabezón Cámara, con la calidez de una charla entre amigos y ante una sala repleta, hubo reflexiones sobre la galardonada incursión de Alarcón fuera del periodismo y la importancia de la estructura en su primera novela.
La sala Victoria Ocampo recibió con estruendosos aplausos al cronista nacido en Chile y radicado en la Argentina. Instantes después, Cabezón Cámara leía un bello texto, en el que citó la primera oración de la obra para afirmar: “Autor y libro son eso, un jardín que se desborda como una ola inesperada, y te toman y te arrastran, a sus mundos que tienen, como los de todos, algo de sordidez, algo de crueldad y dolor, pero, y esto de un modo muy singular, se desbordan de amor y belleza”.
La autora de La Virgen Cabeza se dedicó a leer tres veces la novela de su amigo y vecino Alarcón. “El tercer paraíso dice la tapa, y lo siguiente que se puede leer es ‘para Pablo’. En un mundo que se desertifica, un padre le regala a un hijo un libro que es a la vez un jardín y la potencia de vivir y hacerlo vivir”.
Poco después, Alarcón tomaba la palabra para explicar que, cuando comenzó la obra que terminaría imponiéndose entre 899 manuscritos para llevarse el galardón dotado con 175.000 dólares, venía de dos grandes fracasos, entre ellos un libro que estaba por la mitad.
Había pasado un mes y medio en un juicio oral en Chile, cubriendo un caso en el que un hombre había intentado matar a una mujer y le había arrancado los ojos. “Supe que Nabila Rifo, esa mujer que todavía vive, un personaje importante de la cultura chilena porque simboliza muchas cosas, no era solo Nabila Rifo. Me pregunté ‘qué carajo hago yo acá’. Y la respuesta fue: Estaba allí contando la historia de esta mujer, porque en realidad tenía un montón de historias de mujeres por contar”.
Al fracasar ese libro, comenzó a intercalarlo con escenas inspiradas en su madre y en su abuela. “Empiezan a surgir, a ganarse el libro de la mujer sin ojos, hasta que no tuve gobierno sobre Nabila y Nabila se esfumó, se diluyó. Y a medida que eso iba ocurriendo, iba ocurriendo un jardín y un buen día estaba escribiendo una novela”, relató Alarcón, quien desde comienzos de los noventa se dedicó al periodismo de investigación y a la escritura de crónicas en diversos medios de comunicación.
Enríquez, quien fue guiando el diálogo, sostuvo que El tercer paraíso, por más que sea autoficción, se inscribe en el género de novela, y apuntó que cada vez cree más “en las hibridaciones”. “La autoficción ‘pura’, si algo así existiese, tiene como una incontinencia de la voz que acá no, acá hay una voz muy contenida”, apuntó la autora de Nuestra parte de noche. E interrogó al autor sobre ese “estar a media rienda” al que solía referirse Hebe Uhart.
Con la presencia de familiares, colegas y el director general de la Fundación Gabo Jaime Abello Banfi mezclados entre el público, Alarcón respondió: “El paso que se consigue más eficiente es ese que tiene las riendas a medias. Creo que yo jugaba mucho a soltar las riendas en mi tono como cronista. Jugaba a esa aspereza también en los textos, una puesta más desencajada en muchos textos que escribí”.
“Lo que me pasó con este libro es que lo que empezó a gobernar el estilo y lo que empezó a cortar las frases y a construirlas de un modo distinto y dejar que a veces el adjetivo aparezca y a veces desaparezca es la estructura. La estructura nace en el libro inconcluso de Nabila. La historia de Nabila era tan terrible que no había modo de escribir capítulos largos, porque hasta yo mismo quedaba agotado de lo que tenía que contar”, indicó Alarcón.
Muchos otros elementos de su primera novela, escrita durante la pandemia, son ficcionales. “Lo que me pasó es que entendí con la novela en determinado momento que lo que más importaba era la estructura. Y entendí otra cosa: tenía que dejar afuera todo lo real. Esto fue un diálogo terrible con mi editora cuando llegué a Chile a escribir la última parte”.
Enríquez lo invitó también a compartir en voz alta el capítulo 49 de El tercer paraíso, “increíblemente bien escrito”, una lectura que cosechó fuertes aplausos. La novela está ambientada en diversos parajes de Chile y Argentina, donde el protagonista reconstruye la historia de sus antepasados, al tiempo que ahonda en su pasión por el cultivo de un jardín.
Cuando se escribe, consideró Alarcón, todos los días son distintos. “Uno puede ponerse rutinas, pero cada vez que te volvés a sentar, pasa algo diferente, sobre todo porque tu ánimo está diferente. Yo dependía mucho del clima”.
“Si llovía para mí era mejor, porque sufría mejor mis personajes. Si no lograba calmar el frío con nada, era mejor. Por eso Chile, por eso fue tan extraordinario tomar la decisión de cruzar la cordillera”, analizó durante la presentación, que se extendió durante algo más de una hora.
No fue fácil para el creador de la revista Anfibia y del sitio Cosecha Roja lograr encerrarse varios meses en el sur de Chile para culminar la novela. “Tuve que convencer al cónsul de Bariloche de que emitiera un comunicado oficial en el que me permitían cruzar como evacuado chileno, para que me reencontrara con mi familia”.
Alarcón retomó además el discurso inaugural de Guillermo Saccomano, para señalar como “tan injusto el trabajo del escritor en términos de no recibir lo que realmente significa el desgaste emocional, físico, mental, infernal que es escribir un libro.... el que sea. Pero les puedo asegurar que una novela, peor. Yo tengo un cansancio, no sé cómo hiciste, Mariana, para escribir un libro de 500 páginas. Lo que te paguen es poco. No te recuperás más, es un desgaste muy fuerte”.
En sus libros previos, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y Si me querés, quereme transa, Alarcón cruza la literatura con la etnografía urbana, mientras que en Un mar de castillos peronistas reúne crónicas de viaje y perfiles de personajes disidentes, subalternos y marginales.
“Nunca tuve el trauma del periodista que quiere hacer periodismo literario, crónica, no ficción, como se da por llamar al periodismo bien hecho y bien contado. No es que transité los veinte años de cronista o los otros dos o tres libros pensando ‘un momento, me voy a convertir en un escritor serio, publicando una novela de ficción’. Al contrario, lo mío era una especie de reivindicación absurda de la crónica”, indicó Alarcón (La Unión, 1970).
“Yo hacía hasta una defensa ciega del género de la crónica, en todos los ámbitos, y dentro de la crónica, una crónica particular, una crónica antiliberal. No diría peronista, no sabemos qué carajo significa en este contexto. Pero sí una crónica popular. Yo estaba metido hasta las manos con el cuerpo en distintas situaciones que muchas veces eran riesgosas, de tensión y de conflicto en lugares complicados con gente complicada, y me gustaba contar estas historias. Me había hecho periodista para hacerle daño a los malos. Entonces metí muchos policías asesinos presos, me metí con gente corrupta, me amenazaron”, evocó el escritor y maestro de la Fundación Gabo.
Ante la sala colmada de La Rural y con gente de pie, Alarcón sintetizó: “No es que había en mí una inquietud de dar el salto. Me encantó el título de ‘El País’, el cronista que dio el salto a la ficción. ¡El salto al abismo di!”
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