Creador del célebre policía Remil, el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz conversó con Patricia Kolesnikov acerca de la buena salud de la que goza el género policial. A propósito, dijo que considera al detective “como un cazador. Cuando uno entiende cómo se armó este género, entiende que hay una pulsión en el hombre moderno que es la de la cacería”.
“En algún momento de nuestra prehistoria, el ser humano cazaba para vivir, eso es algo que quedó sublimado, inscripto en nuestro genoma. Jugamos de vez en cuando a ser cazadores, a seguir pistas, huellas, encontrar nuestra presa apasionadamente a través del policial. Y nos gustan los policiales, leídos, en series, en películas. La estructura del policial interviene también en otros géneros”.
“El primer texto de la literatura policial es de Poe, Crímenes de la calle Morgue. De ahí derivan todos los detectives de novela blanca de enigma. Más adelante, Hemingway renueva el género con el cuento “Los asesinos”. Antes, los crímenes ocurrían en castillos, usando venenos sofisticados (para Borges, estos detectives de inteligencia tan exagerada hacían del policial un género fantástico). Con este cuento de Hemingway, los crímenes suceden en la calle, en la vida real, aparece la jungla de asfalto. Entonces, para cazar hay que cruzar la ciudad, que es descripta en esa literatura. De este modo, con Hemingway, con Hammet, el género policial es también altamente sociológico, se ve cómo viven en las ciudades las personas, cómo son los intercambios”.
Más recientemente, el género se volvió además político. El escritor cubano Serio Ramírez, ganador de un Premio Cervantes, es el primer autor de novelas policiales que debe exiliarse a raíz de un libro suyo. Esto se da a partir de la inclusión del Estado en la trama de los hechos criminales.
Creo que los nórdicos le hacen mucho daño al policial. Esto de empezar un relato con un muerto, la colocación de las cintas amarillas y el inicio de la investigación, es un lugar común. Pero el policial sigue sublimando nuestras posibilidades, y además permite denunciar a la política, sobre todo en América latina, donde a veces el asesino es el Estado. En la ficción podemos narrar hechos mafiosos o crímenes sin las pruebas que necesitamos para difundir hechos reales.
Es difícil en Argentina crear un detective bueno, querible, porque, como también decía Borges, la gente cree que la policía es mafiosa. Acá no tenemos un comisario Montalbano. En Latinoamérica la policía está ligada al narcotráfico, a la mafia. Yo recurrí a un espía que trabaja para el Estado, pero que no es bueno. Buscaba generar empatía con alguien de dudosa moral.
Con la trama como excusa, el policial permite atravesar territorios, hablar de política, de mafia, de amor, de la vida en las ciudades, de la gastronomía. Por eso en esta literatura no sólo es importante la resolución del enigma, sino además todo el viaje de la lectura.
Hago literatura para contar hechos de manera enmascarada. Hay tramas de poder detrás de algunos crímenes, que se conocen, pero que no se pueden probar. Relatando ficción puedo recrear una historia similar sin necesidad de presentar pruebas.
¿Qué novelas policiales son imprescindibles para Fernández Díaz? “La tabla de Flandes, de Pérez-Reverte; Adiós, muñeca, de Raymond Chandler; cualquiera de Ross McDonald. Y entre los argentinos, Pablo de Santis, Guillermo Martínez, o Últimos días de la víctima, de José Pablo Feinmann”.
Al terminar la entrevista, Fernández Díaz debía retirarse para participar de un evento junto a Mario Vargas Llosa pero fue interceptado por una persona del auditorio: “¿Me puedo sacar una foto con usted? Lo admiro mucho, soy el comisario de la zona”. “¡Eh, acá está el autor de Remil!”, señala, mientras otros dos policías le toman una foto. Mucha gente además se acercó para tomarse fotos, oyentes de la radio y lectores. El escritor peruano tuvo que esperar unos minutos más de lo previsto.
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