Eduardo Sacheri y el funcionamiento general de la memoria

Su última novela, “El funcionamiento general del mundo”, es un disparador de recuerdos que muchas veces se quieren olvidar. A través de un torneo de fútbol y un viaje en auto por La Patagonia de un padre y dos hijos adolescentes, el autor juega con las vivencias propias del lector

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Las frases son catalizadores de recuerdos. De imágenes. Escenas de un tiempo pasado que no siempre fue mejor. ¿Hace treinta, cuarenta años, los que cursábamos los primeros años del secundario, lo transitamos mejor o peor que nuestros hijos? ¿En los años 1974, 1981, 1983, los directores -casi no había mujeres a cargo de esos establecimientos- aplicaban la mano dura de la Junta Militar que gobernó al país entre 1976 y finales de 1983; o utilizaban la teoría “de grupo operativo”, herramienta de suma importancia en la psicología social introducido en la Argentina por el médico psiquiatra Enrique Pichon-Rivière? ¿Los docentes, nos daban espacio para protestar por una calificación injusta? ¿Y en casa, nuestros padres, nos educaban con la palabra o el castigo?

La última novela de Eduardo Sacheri, El funcionamiento general del mundo, es un disparador que nos remite, a los que tenemos más de 50 ó 60 años, a aquellos tiempos. Los párrafos son caminos que se abren en la selectiva y oxidada memoria.

Dictadura, Malvinas, Democracia, Alfonsín, subyacen en el relato, en un segundo plano. Permanecen agazapados durante las 519 páginas en las que transcurre un insólito y maravilloso viaje que comparte un padre separado, Federico y sus dos hijos: una chica, Candela, que abraza el despertar de la lucha contra el patriarcado e intenta ayudar a deconstruir al papá que cuestiona cada cinco minutos; y un adolescente, Joel, en plena edad del ‘pavo’, pero sensible, compañero y futbolero. Es que el balompié vuelve a ser protagonista de la historia. Es el eslabón que unirá un viaje a la Patagonia, pero que en realidad iban a ser vacaciones de invierno en las Cataratas del Iguazú, con un campeonato de fútbol, el primero que se jugaba en una escuela secundaria del conurbano bonaerense.

En la canchita de fútbol de un colegio secundario del conurbano trascurre buena parte de la última novela de Eduardo Sacheri
En la canchita de fútbol de un colegio secundario del conurbano trascurre buena parte de la última novela de Eduardo Sacheri

El torneo, organizado por los de quinto año, estaba armado para que lo ganasen los de quinto año. ¿Pero qué pasa si los flacuchos de tercero les hacen sombra; si además el director técnico es la profesora Muzopappa, la de dibujo; y si a eso se le suma que el quinteto del equipo esta integrado por una chica? y todo eso en el contexto de una Argentina que intentaba dejar en el pasado la más sangrienta dictadura Argentina y los albores de la democracia.

Sacheri, una vez más, consigue generar un triángulo de empatía entre autor-personajes-lector. Y eso, en los tiempos que corren, es titánico.

En Ser feliz era esto, a los lectores nos era imposible dejar de rememorar un amor juvenil en la fría y ventosa costa atlántica; a preguntarnos si nosotras también tendremos algún hijo que nunca nos enteramos y que un día toca a la puerta; a redescubrir que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas, por más trillado que sea la definición. ¿O ya nos olvidamos lo felices que éramos tirando una papa en el fogón para comerla a la madrugada?

En Papeles en el viento, formamos parte del grupo de muchachotes que se juntaban en un pequeño espacio del lavadero de autos para ayudar a la hija del amigo que falleció. Un compinche que había invertido hasta el último centavo en la representación de un futbolista de dudoso talento que jugaba en una liga inferior del interior del país.

En El funcionamiento general del mundo nuestro pasado y presente emergen como parte de la historia que relata Sacheri. Las anécdotas no son iguales, pero sí las situaciones.

Quizás a la altura de un pueblito de Río Negro, en momentos en que Candela y Joel le reclaman a Federico que tienen frío porque están en bermuda y mangas cortas, porque están vestidos para viajar al norte, y no a La Patagonia con cinco grados bajo cero rumbo a un pequeña comarca de Santa Cruz que no aparece en los mapas; rememoremos nuestro tercer año, ese 3°B en el que el preceptor nos enchufó cinco amonestaciones porque los veintiocho del curso dejamos salir de las latas los sapos que llevamos para la clase de disección de biología.

El profesor de literatura, un pelado de sombrero y saco camel, se quejó en dirección y fin de la historia. Cada uno a guardar un sapo y a esperar la penitencia de nuestros padres cuando se enteraran.

En esa época, la prehistoria para nuestros hijos, tener cabello largo y tocar la guitarra en una plaza era motivo para terminar con los huesos en un frío calabozo.

Un padre, su hija e hijo recorren La Patagonia en busca de un pueblo perdido en Santa Cruz. Los diálogos trasportarán al lector a sus propias vivencias, miedos y esperanza
Un padre, su hija e hijo recorren La Patagonia en busca de un pueblo perdido en Santa Cruz. Los diálogos trasportarán al lector a sus propias vivencias, miedos y esperanza

En las escuelas, y sobre todo en las secundarias, directores y directora ejercían el despotismo a sus anchas. Los preceptores parecían carceleros. “Los argentinos tienen un enano fascista adentro”, opinó la controvertida periodista y escritora italiana Oriana Fallaci. Las generalizaciones no son buenas, pero en muchos casos, tenía razón.

La novela de Sacheri es eso, un ida y vuelta con la memoria. Recuerdos que atormentan a Federico desde la adolescencia, o quizás antes. Como su abuelo alcohólico y violento. Su madre, que lo deja a merced de esa furia. Escenas de vida que se filtran en recuerdos propios, en abuelos que no merecen ser nombrados. En madres que merecen ser olvidadas.

Sacheri, en su novela, consigue que sus palabras sean disparadores de la memoria de los otros.

"El funcionamiento general del mundo" (Alfaguara), de Eduardo Sacheri
"El funcionamiento general del mundo" (Alfaguara), de Eduardo Sacheri

El insólito viaje al pueblo patagónico, no cabalgará sobre el ocaso de la dictadura y el amanecer de la democracia, será la interpelación entre padre e hijos que no remite al pasado, sino al futuro. El trayecto entre Buenos Aires y Santa Cruz se trasformará en un intercambio de diálogos entre padre e hijos que se desdoblaron en varias preguntas ¿qué es ser un buen padre?; ¿qué hacemos bien y que hacemos mal?

—Me estas jodiendo papá. Ahora me vas a decir que a ustedes las elecciones les chupaban un huevo.

—A todos, no. Pero un montón de nosotros no teníamos ni la más pálida idea de nada, Candela.

—No te entiendo.

—Había mucha ignorancia, mucha precipitación, mucho miedo.

—¿Miedo?

—Sí, hija, miedo. Hasta miedo de que ye castigaran por hablar de política.

De diálogos como este está poblado ese largo viaje sobre las estepas patagónicas, nieve sobre el asfalto y camiones que sobrepasar.

—Me estas jodiendo papá. Ahora me vas a decir que a ustedes las elecciones les chupaban un huevo.
—A todos, no. Pero un montón de nosotros no teníamos ni la más pálida idea de nada, Candela.
Parte del diálogo que Eduardo Sacheri pone en boca de un padre y una hija pero que puede ser entre el lectoy y su propia hija

Archivo /Alberto Haliasz/Carlos Ventura
—Me estas jodiendo papá. Ahora me vas a decir que a ustedes las elecciones les chupaban un huevo. —A todos, no. Pero un montón de nosotros no teníamos ni la más pálida idea de nada, Candela. Parte del diálogo que Eduardo Sacheri pone en boca de un padre y una hija pero que puede ser entre el lectoy y su propia hija Archivo /Alberto Haliasz/Carlos Ventura

Si en la escuela, un grupo de pibes se pone a hablar de política vos te vas”, me ordenaban en casa. No era 1983 pero: yo también cursaba tercer año; el presidente Juan Domingo Perón ya había muerto; Isabelita, su segunda esposa y Vicepresidenta de la Nación ya había jurado como primera Jefa de Estado del país; José López Rega había formado la Triple A, y los asesinados y desaparecidos en el ocaso de esa democracia se acumulaban, aunque, como Federico, también era uno de esos “ignorantes”.

El funcionamiento general del mundo indaga sobre la vida del protagonista, y por extensión en la del autor y en la de los lectores. Son historias cotidianas, profundas, que tienen como protagonista al fútbol y todo lo que él deriva: pasiones, frustraciones, justicias, injusticia, fracasos y… amores.

—Me gusta tu idea, Benítez.

—¿Cuál idea, profe?

—Ésa: que jugar es como entender el funcionamiento general del mundo.

Ese brevísimo diálogo entre Federico Benítez, el padre y protagonista de la historia, y la profesora de dibujo, será clave en el desarrollo de la novela. De esos cuatro días de viaje, entre el atribulado hombre al que le cuesta mucho trabajo encontrar las palabras para contarle a sus inquietos hijos una historia oculta de su vida y de su desangelada adolescencia.

La historia del imaginado Primer Torneo Interdivisional de Fútbol del Colegio Nacional Normal Superior Arturo Del Manso, jugado en 1983, nos remitirá, de manera ineludible a nuestra adolescencia, a nuestras miserias y grandezas. Volveremos, sin quererlo, a nuestros quince años, con sus luces y con sus sombras, seremos otra vez ese muchacho en el “laboratorio de la vida” del que salimos transformados, como el Federico Benítez de Eduardo Sacheri.

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