“Me afectó que me trate de chupasangre”. Con estas palabras Martín Gremmelspacher, presidente de la Camára Argentina del Libro (CAL), nos hace saber a los periodistas presentes cuán hondo es el impacto de las palabras del discurso inaugural de Guillermo Saccomanno en la Feria del Libro 2022. Resuenan, molestan, incomodan. Tanto, que continúa, contundente: “Me sentí ofendido por ser tratado de mercader. Si yo lo soy, él nos duplica”. Es fuerte.
Tras la presentación del Informe Anual del Libro 2021, Gremmelspacher se reserva unos minutos para comentar lo que está en boca todos -con voces a favor y en contra- desde el comienzo de la Feria. Los ejes del descontento son varios. Uno de ellos es la relación del autor con el editor. Gremmelspacher lejos está del escritor de Cámara Gesell y El buen dolor y lo hace saber. Es que el presidente de la CAL -también editor- considera que la relación del editor con su autor es “de amistad, de cercanía, un complemento necesario”. Es decir, en las antípodas del discurso de Saccomanno cuando decía que “nuestra relación con los editores es siempre despareja. Nos sentamos en desventaja a ofrecer nuestra sangre, no otra cosa es la tinta. El editor es propietario de un banco de sangre compuesto por un arsenal de títulos publicados siempre en condiciones desfavorables para quienes terminan donando prácticamente su obra”.
Para ejemplificar, Gremmelspacher trae a uno de los casos más conocidos y emblemáticos en el sector: Quino y Daniel Divinsky. Según el presidente de la CAL, la estrechísima amistad y la confianza entre ambos permitió que las tiras del humorista gráfico, como Mafalda, no solo fueran publicadas en el sello De La Flor, sino que crecieran y se expandieran durante décadas. “Nunca se vendió a las grandes porque prefirió priorizar esa amistad, esa potencia”, continúa. “Lo mismo pasa con Rita Segato”, se escucha en la Sala de Protocolo, “se quedó con su editor histórico por la confianza”. Para Gremmelspacher, además, “las pymes somos los scouts de las grandes (editoriales)”. El trabajo del editor es algo que tiene valor pero que no tiene precio, se escucha en la mesa.
“Decir Feria implica decir comercio. Esta es una Feria de la industria, y no de la cultura aunque la misma se adjudique este rol. En todo caso, es representativa de una manera de entender la cultura como comercio en la que el autor, que es el actor principal del libro, como creador, cobra apenas el 10 por ciento del precio de tapa de un ejemplar”, dice Saccomanno en su discurso. Y sobre esto Gremmelspacher opina que “separar lo cultural de lo comercial me parece tonto, naif”. Y sigue: “El autor no asume ningún riesgo y el editor, sí, tanto asume el costo de producción como económico”, afirma y agrega que “la pérdida dineraria queda del lado del editor y el escritor, en todo caso, no cobrará regalías, pero no perdió plata”.
“Cuando fui convocado planteé dos cosas: leer los discursos de quienes me antecedieron y el pago de honorarios. Sólo pude leer, gracias a la inquietud de Ezequiel Martínez, a los últimos cuatro o cinco discursos. La organización de la Feria, presumo, no conserva los anteriores, lo que puede interpretarse como desidia hacia lo que esas voces reclamaron en cada oportunidad. Con respecto a mis honorarios, a Ezequiel, además de honesto periodista cultural, hijo de un gran escritor, no puso reparo. Es más, coincidió en que se trataba, sin vueltas, de trabajo intelectual. Y como tal debía ser remunerado, aunque hasta ahora, como tradición, este trabajo hubiera sido, gratuito. No creo que mencionar el dinero en una celebración comercial sea de mal gusto. ¿Acaso hay un afuera de la cultura de la plusvalía?”, dice Saccomanno.
Y se abre otra polémica. Sobre el cobro de honorarios por el discurso inaugural también se habla y se preguntan en qué situación deja con su actitud Saccomanno a sus antecesores.
Los debates siguen abiertos.
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