A cien años del nacimiento del escritor portugués y Premio Nobel de Literatura José Saramago, y en un año cargado de homenajes a su obra y figura en todo el mundo, la 46 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se hizo eco de las celebraciones con una performática e intimista maratón lectora que recuperó algunas voces femeninas de su obra, de la mano de intérpretes tan eclécticas -desde su formación, su estilo y sus generaciones de pertenencia-, como Muriel Santa Ana, Mirta Busnelli, Leonor Manso, Emilia Attias o Virginia Lago.
Poco antes de la apertura en el porteño predio de La Rural, algunas lectoras y lectores esperaban el ingreso a la maratón, en el Pabellón Rojo, libro de Saramago en mano: Todos los nombres y su Ensayo sobre la ceguera, llevado al cine por Fernando Meirelles, uno de los títulos más repetidos. No faltó El evangelio según Jesucristo, que generó una polémica sin precedentes en Portugal cuando se publicó en 1991, en un país que se consideraba laico.
El gobierno lo vetó del Premio Literario Europeo porque “ofendía a los católicos”. La protesta de Saramago fue abandonar Portugal e instalarse en la isla canaria de Lanzarote, donde escribió el ensayo que otra lectora llevaba en sus manos mientas hacía la fila para entrar a la sala José Hernández, donde tuvo lugar la lectura colectiva.
Acompasada por el primero de ocho movimientos de las suites para violoncello solo de Bach, interpretadas por la cellista Jacqueline Oroc a un costado del escenario -pestañas y saco de un turquesa apagado-, Muriel Santa Ana, de negro absoluto e iluminada en la sala oscura, empezó la lectura de los fragmentos elegidos especialmente por la periodista y traductora española Pilar del Río, viuda del escritor.
Fueron el Ensayo sobre la ceguera, el Memorial del convento, Las intermitencias de la muerte y El Evangelio según Jesucristo, las obras a las que recurrió Del Río para darle forma a esta maratón de hora y pico que tuvo como su segunda “corredora” a Busnelli, seguida por Georgina Barbarosa, Natalia Ginzburg, Manso, Attias, Manso, Lago y Anamá Ferreira (en portugués).
Los fragmentos leídos -textos de sometimientos brutales, párrafos que podrían describir lo vivido puertas adentro de cualquier casa con violencia intrafamiliar en el aislamiento por Covid- asumen a su vez una exhortación a la autodeterminación personal, una dura crítica al capitalismo.
La muerte “al transformarse en un ejemplar de la especie de la que es enemiga”, lee Del Río sobre el escenario”, “estaba muy guapa y era joven”. Al “transformarse en un ser humano”, elige la muerte “preferentemente hacerlo como mujer”, “por esa cuesitón de géneros”, le responde su compañera de maratón. Están leyendo un fragmento de Las intermitencias de la muerte.
La intensa actividad que Del Río viene realizando en todo el mundo para promover y rescatar la obra de su compañero de vida, hace unos días tomó asiento en Buenos Aires. Y lo hizo después de publicar La intuición de la isla. Los días de José Saramago en Lanzarote, donde cuenta los procesos creativos del Nobel, después de donar objetos personales y manuscritos del escritor a la legendaria Caja de las Letras del Instituto Cervantes.
”Somos ciegos que viendo no vemos”, que “estamos viviendo en una pandemia como si no la viviéramos”, dijo Del Río, además presidenta de la Fundación José Saramago, en una entrevista que repasaba la obra de quien en sus ficciones supo “escribir una pandemia, escribir que nos estamos quedando ciegos y que no tenemos salida, que ni el Estado nos puede atender porque fracasa, porque no hay luz, no hay agua, los aviones caen, los autobuses se paran”.
Es así que, con este esperado regreso -fueron dos años de suspensión por Covid pero tres sin que los lectores recorrieran los pasillos de la Feria-, con esta lectura dramática, la Feria retomó los vestigios de una pandemia y de una perspectiva de género que José de Sousa Saramago (1922-2010) supo poner en palabras en su obras.
Una maratón que dejó claro que las ideas y el talante del escritor interpelan al presente devenido a 12 años de su muerte, ese futuro improbable hacia el que señalaban sus ficciones mientras las escribía.
De eso hablaba su biógrafo literario, amigo personal y autor del recién publicado José Saramago. El pájaro que pía posado en el rinoceronte, Fernando Gómez Aguilera, cuando afirmaba que la novela inconclusa Alabardas, alabardas podía “dialogar con la invasión rusa a Ucrania”.
La capacidad de Saramago para “alertar y cuestionar” las “desviaciones” del capitalismo, tanto desde su literatura como desde su activismo como ciudadano e intelectual comprometido con su tiempo, devino en “una vigilancia crítica muy dinámica, alejada de la indiferencia y el aislamiento estético”, había dicho Gómez Aguilera en esa entrevista. De eso hablaron los fragmentos leídos en esta maratón.
Fuente: Telam
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