“Malvinas me marcó la vida como a muchísimos argentinos. Era una joven periodista que le tocó estar los 74 días de la guerra en el mismo hotel que estaban los pilotos que iban a combatir”. La que habla es Gabriela Cociffi, periodista y directora editorial de Infobae. A su lado, en el stand de Leamos en la Feria del Libro, está Virginia Urquizu, integrante del Equipo de Antropología Forense. Patricio Zunini modera esta conversación, es quien las entrevista.
En ese entonces, durante la Guerra de Malvinas, año 1982, Cociffi compartía mesa con soldados jóvenes. Antes de partir hacia las islas, antes de entrar en el campo de batalla, ellos le dejaban cartas para los hijos y mensajes para alguna novia por si no volvían. Muchos no volvían. “Los héroes que vos veías en los libros de historia estaban sentados con vos comiendo”, recuerda ahora la periodista.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que el Equipo de Antropología Forense logre identificar 119 cuerpos de soldados argentinos enterrados en Darwin. Excombatientes que sus familias, en el continente, no tenían idea dónde estaban. La desidia del Estado fue total hasta el año 2017, cuando las familias pudieron viajar a las islas y encontrarse con los restos de sus seres queridos, ponerles nombre, lugar, hacer el duelo. La historia es larga y comienza ni bien termina la guerra.
A Geoffrey Cardozo, coronel del Ejército Británico, le ordenan que junte los cadáveres argentinos y construya un cementerio. Los especialistas consideran que el trabajo realizado fue sobresaliente. Eso permitió que luego, varias décadas después, cuando los antropólogos llegaran, todo sea más fácil. Cardozo conoce al excombatiente argentino Julio Aro en el año 2008. Casualidad. Cardozo le cuenta del cementerio y Aro vuelve a la Argentina con todo por hacer.
Aro le cuenta a su madre sobre el cementerio, sobre sus compañeros que no sabe dónde están. La respuesta de su madre motoriza todo: “Yo te hubiese buscado hasta el fin de los días”. “Julio, Geoffrey yo empezamos con esto. Hablamos con todos los que pudimos. La pregunta era: ¿se puede hacer?”, cuenta ahora Cociffi, y Urquizu continúa: “Ante esa pregunta, la respuesta fue sí, se puede hacer, desde lo técnico sí. Falta avanzar con el pedido a la Cruz Roja”.
Cuando llega el momento de las exhumaciones se da cuenta, cuenta Urquizu, que “los cuerpos fueron tratados con una rigurosidad y un amor al ser humano. Cuerpos que tenían marcas que indicaban ante qué soldado podíamos estar. Eso allanó el camino y nos llevó a tener los resultados que tuvimos: de 122 cuerpos poder lograr 115 identificaciones”, en esa primera etapa. Y agrega: “Lo importante son las familias. Ahí radica el hecho de que trabajamos como equipo, sin personalismos”.
“Lo más difícil, aunque parezca raro —dice Cociffi—, fue encontrar a las familias, porque no había una lista de deudos de Malvinas. Fui a la Anses a pedirla y me dijeron: ‘no, no hay’. Muchas puertas oficiales se cerraban. Malvinas no era un tema de agenda. Es que los hijos de los otros tienen que ser hijos nuestros para que nos importen”.
Ante la imposibilidad, la periodista busca nuevos caminos. Una idea: Roger Waters, “una figura antibélica con una voz muy potente”. Le envía un mail. “Fue una botella al mar pero la recogió, me respondió”. “¿Querés que hable con la Presidenta, con embajadores, con la Cruz Roja Internacional?”, fueron las preguntas del ex Pink Floyd. “Fue una comunión extraordinaria”, sostiene Cociffi. A los pocos días le suena el teléfono. Era Oscar Parrilli, mano derecha de Cristina Fernández de Kirchner.
—¿Qué quiere usted con los soldados de Malvinas? Le dejaron una tarjeta a la Presidenta. ¿Puede venir el 13 de marzo?
—El 13, el 12, el 11, el 18... cuando quiera voy.
El trabajo que hicieron con las familias fue arduo. Tuvieron que recorrer lugares alejados, prácticamente incomunicados, preguntando de casa en casa, tocando timbre, la puerta, las manos. Todo iba bien, avanzaba, había consenso, pero comenzó a correr un rumor que decía que lo que buscaban eran traer los cuerpos. Todo fue un malentendido. Las familias se asustaron.
“Un rumor raro —recuerda Cociffi— que es parte de la desmalvinización. Un rumor que le producía una angustia innecesaria a las familias. Yo había ido casa por casa con Julio Aro, nos habían abierto las puertas, nos habían mostrado las pocos fotos que tenían. Familias muy humildes. Virginia también visitó montones de casas. Cuando te abren la puerta no podés después dejar que las cosas las lastimen. Empiezan a ser parte de tu familia. Hay un hilo que te une para siempre”.
“Fue un proyecto —dice Urquizu— que siguió a pesar de los cambios de gestión y de gobierno. Hay mesetas lógicas por el trabajo. Es un proyecto que comienza y que no se dio a conocer como se tenía que dar a conocer; eso generó mucho miedo entre las familias. Porque los íbamos a visitar y teníamos que decirles: ‘no digan nada que venimos’. No había acuerdos todavía. Eso generó muchísimo recelo en las familias porque no tenían la información suficiente”.
“Es el día de hoy que los listados no los tenemos. No tenemos los nombres de quienes están cobrando las pensiones. Seguimos yendo a tocar las puertas de las casas. Sigue siendo un trabajo artesanal”, agrega la antropóloga, mientras que la periodista asegura que “el que decida tomarlo como causa política será un tema de él. Para mí es una causa de las familias, es una causa humanitaria y siempre lo fue. No hablábamos de ingleses o argentinos, hablábamos de soldados, de caídos, de identidad”.
Para Urquizu “el tiempo de espera fue mucho”. “Tuvimos la dicha de poder ver ese encuentro, el de las familias con la tumba de su ser querido, de poder vivirlo y de poder ver materializados tantos años de trabajo, un trabajo que comienza en 2013 y recién en 2017 pudimos dar respuestas. Parte de muchas familias ya no estaba por haber tardado ese tiempo”, sostiene.
“Y lo que viene después, otro proceso: el de comenzar con esta despedida, con este duelo, con esta posibilidad de reencontrarse con el cuerpo de este familiar. Para nosotros es la culminación del trabajo, es por lo que todos los días trabajamos, lograr las identificaciones, aportar pruebas a la Justicia y acompañar a las familias que son los protagonistas en todo esto”, agrega.
Concluye Cociffi con una imagen realmente conmovedora: “Las mamás fueron y les hablaron en las tumbas a sus hijos, les contaron lo que había pasado en esos 35 años: ‘Los hermanos se casaron’, ‘tenés un sobrino’, ‘el cuarto está armado de tal manera’. Ellas habían ido a enterrar a sus hijos, pero también a encontrarlos, porque eran hijos que no estaban en ningún lado más que en su memoria”.
Hubo un madre, cuentan, que cuando se enteró que tenía el suéter que ella le había tejido, porque el cuerpo lo tenía puesto, les dijo a los que estaban ahí con ella:
—Ahora sé que no tuvo frío.
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