Los peligros de “la tiranía del bien”: Alexandra Kohan y Florencia Angilletta debatieron sobre cancelación y corrección política en la Feria del Libro

La psicoanalista y la investigadora debatieron sobre las distintas aristas que adopta la cultura de la cancelación en la agenda pública, los absurdos de la corrección política, la importancia de sostener a la ficción a salvo de la policía moral y lo complejo y desafiante que puede ser hoy el rol de un docente frente a un curso.

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Alexandra Kohan, Julieta Grosso y Florencia Angilleta (Télam)
Alexandra Kohan, Julieta Grosso y Florencia Angilleta (Télam)

El diálogo entre la autora de Y sin embargo, el amor, Alexandra Kohan y la ensayista Florencia Angilletta, de Zona de promesas, moderado por la periodista Julieta Grosso, comenzó cuando contaron a qué nivel las interpela la llamada “cultura de la cancelación”. “Estamos en la Feria del Libro. Bueno, la cultura de la cancelación desoye la lectura. Tenemos que pensar hoy cómo hacer de la feria del Libro una feria de lectura. Y estudiar el estado de las cosas porque si bien la cancelación que sucede en las redes permea un estado de la conversación pública.

¿Por qué pasamos de dar pelea y de debatir a un estado de cosas en las que es importante aniquilar al otro?”, reflexionó Angilletta, en un intento de dar cuenta que el evento cultural amerita, además del paseo, articular las ideas sobre el presente. Kohan, por su parte, sostuvo que el tema le interesa porque “desborda hacia otras prácticas”: “Me gusta indagar de qué está hecha y sobre qué pregunta está hecha la cancelación. Hay una pretensión irrisoria y pueril de que podemos vivir en un mundo de buenos. La idea de la tiranía del bien toca todas nuestras prácticas públicas”.

A pesar de eso, sostuvo que intenta no cambiar sus intervenciones por miedo a la cancelación: “Lo importante es resistir con debate. Más allá de eso, me parece importante separar el ámbito público del privado porque hay cosas que se gestionan públicamente y otras cosas que se gestionan en el ámbito de la intimidad”, sostuvo. ¿Cómo se articula la cancelación con la cultura del odio y cierta oda a la víctima que prima por estos días?

Para la autora de Y sin embargo, el amor, si pensamos a la cancelación como el engranaje de una máquina queda en claro que necesita tanto del odio como de las víctimas. “Pero no es tan simple. No solo es víctima el cancelado, sino que el que cancela tampoco la pasa bien. No abogo por un mundo en el que no haya víctimas pero creo que la posición de la víctima, si se congela, genera una suerte de obediencia a esa situación. Es un dispositivo realmente voraz que coagula a las personas en determinada situación”, analizó.

(Télam)
(Télam)

Angilletta, por su parte, advirtió que “no se trata de desestimar las voces de las víctimas” y que la cuestión tiene implicancias políticas: “El problema de la cancelación es pensar que la condena social es infinita, mientras que el sistema judicial plantea límites, en la condena y en el tiempo. ¿Cuál es la idea de democracia por la que brega la cultura de la cancelación y cuál es su fantasía?”.

Al ser consultadas por cierto deber de sostener la “corrección política” en la esfera pública, Angiletta citó a Kohan: “Me gusta mucho eso que dice Alexandra sobre que `el otro nunca es lo contrario´. Muchas veces se supone que la política podría ser únicamente administrar buenas intenciones. Estamos en un momento del mundo y de nuestro país tan problemático que requiere y amerita seguir pensando y no taponar los debates”. Kohan, por su parte, propuso pensar el tema desde el contexto pandémico.

“La corrección política se cargó mucho de los debates que había que dar en la pandemia. El sentido se cristalizó alrededor de si estábamos con o en contra de las políticas de cuidado. Los protocolos, por ejemplo, pretendían hacer creer que estábamos haciendo las cosas `bien´ y después aquellas actividades `bajo estricto protocolo´ eran las que más incumplían las normas. Todo señalamiento oculta mucha pasividad a la hora de revisar las propias practicas”, analizó y advirtió que “creer que uno es bueno es narcotizante”.

Alexandra Kohan (Télam)
Alexandra Kohan (Télam)

Otro tramo de la charla estuvo dedicado a analizar el rol del lenguaje y en como se cristaliza el sentido a través de las palabras. “Creo que el lenguaje es un animal juguetón que siempre logra escapar de la cohesión –propuso Angilletta. Existen estos protocolos que todo el tiempo intentan coartar y decirnos cómo tenemos que hablar pero es una cuestión casi infantil: la realidad material no se cambia con una palabra”.

Kohan planteó que muchas veces detrás de esas “indicaciones” sobre cómo nombrar la realidad simplemente hay hipocresía: “Mucha gente que dice `servicio doméstico´ pero no paga el aguinaldo. También hay muchas feministas que levantan el teléfono para bajarle el pulgar a otra mujer. Y una cosa son las contradicciones, que las tenemos todos, y otra es la hipocresía. Se produce mucha exclusión en nombre de la inclusión. No existe ese mundo puro que nos quieren vender”.

¿Y cuando la cancelación excede lo real y se traslada a la ficción? ¿La literatura está hoy acechada? “Hay una suerte de compulsión a la literalidad. La cancelación olvida los niveles: hay realidad y hay ficción y cada uno tiene sus registros. Seguir pidiéndole a la literatura una moral de época es ridículo justamente porque los libros son pura promesa, no les pedimos nada y por eso nos dan todo”, reflexionó la autora de Zona de promesas.

(Télam)
(Télam)

“No les pedimos nada y menos mal. Sino sería toda la literatura de denuncia. Qué embole”, respondió Kohan e introdujo otra dimensión, el mercado: “Hoy las editoriales piden autoras mujeres y testimonios en primera persona porque eso vende”. Después, dio su posición como lectora: “Cuando leemos, creemos en un pacto. Incluso en un ensayo autobiográfico hay ficción. Como lectora, no me importa la intención del autor, me interesa la verdad que articula la ficción, que es muy potente. No me gustan los textos que explican, que me dicen con obviedad que la pedofilia está mal. Los textos muy moralistas tienen una noción del lector muy degradada”.

Al finalizar la charla, ambas reflexionaron sobre cómo esta dinámica impactó en su rol como docentes universitarias. “La experiencia docente durante la pandemia estuvo muy vinculada al zoom y eso produjo una fantasía de que uno podía ser reproducido, y que con eso la clase perdía su pacto de lectura. Volver a lo presencial implicó reencontrarse con el riesgo que hace que tenga todo sentido”.

Kohan citó el trabajo de la intelectual francesa Caroline Fourest que analiza cómo la cultura de la cancelación está cambiando los ámbitos académicos en Estados Unidos y en Europa y advirtió que, si bien eso aún no sucede en el país, el debate existe. “El rol del docente está siendo muy desafiado. Yo doy clases de psicoanálisis y se lo cuestiona mucho, como siempre, pero a mí me interesa que el aula sea un ámbito para ampliar ese debate, no para clausurarlo. ¿Leemos textos como un dogma o leemos para pensar algo distinto”, planteó Angilletta y coincidió con Kohan. Además propuso un desafío: que en el marco del aula el docente se desentienda de representar cualquier dogma.

Fuente: Télam S.E.

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