Fue un encuentro de reconocidos y convocantes influencers: Paulina Cocina y Santi Maratea tuvieron un divertido diálogo en la Feria del Libro de Buenos Aires, en el que la cocinera presentó su libro Manual de supervivencia.
Durante la charla, Paulina no solo fue revelando algunos de los secretos, sino que brindó su mirada pasional sobre el arte de preparar alimentos, y aseguró que la experiencia comenzó, sobre todo, cuando debió mudarse sola: “Me enfrenté a quien era yo frente a una cocina. No es lo mismo cuando estás con tus viejos, yo experimentaba un montón”.
Con una sala José Hernández repleta, explicó que el libro está relacionado con aquella experiencia, ya que se pensó en ocho capítulos para “que tenían que ver con armar una cocina”.”Al principio compras para un batallón, después te das cuenta que vas a comer y que no… esta situación también se aplica a la gente que vive en familia pero la organización de la cocina es un desastre”, dijo.
En ese sentido, Maratea le preguntó si tuvo que volver a aprender sobre proporciones a medida que su familía crecía. “Si, vuelve a pasar lo mismo, es como el mismo proceso, tenés que aprender de nuevo muchas cosas”, respondió.
Así Manual para supervivencia fue presentado como un kit esencial para conocer las herramientas básicos e imprescindibles a la hora de inaugurar una cocina, como también es una guía de recetas sencillas y económicas.
Comentó que la cocina sencilla es fundamental, porque sino muchas veces “da pereza cocinar” y para eso dio una serie de consejos: desde aprender las proporciones hasta “no cocinar de más” para no tener que desperdiciar.
Sobre la organización de la publicación, además, comentó: “Tiene una parte que es la de los Kits, la primera parte recetas. De la mano con las ensaladas, en las recetas no tiene solo la receta en sì, sencillas, económicas y tal, sino cosas básicas que tienen que ver con el armado de la receta”. Hay, por otro lado, un “Abc para no morir intoxicados” o ideas de recetas bajo la consigna “Esto no se tira”, que consiste en la utlización de partes que suelen ser deshechadas, pero a las que se les puede encontrar un fin, como “el tallo del brócoli o el de la remolacha”. Otro de los must del libro es que intenta ayudar a los principiantes en la titánica tarea de hacer “buenas tartas”
Pero la obra tiene espacio para las eventualidades: desde familia que lleguen sin avisar, hasta qué comer cuando llegas de una larga noche. Para las reuniones amistosas, “está bueno tener algunas cosas para no caer en las papas. Por ejemplo, tener unas aceitunas, manicin.. “, dijo y guiñó un ojo mirando al público de manera cómplice. “Después está el tema cuando volvés de la joda. A mi me gusta mucho comer bien, yo volvía a las 7 de la mañana y a veces me hacía arroz, otras veces picaba cebolla, le ponía limón, aceitito y me hacía como una ensalada de atún. El dato es que me ponía a picar cebolla a las 7 de la mañana y mi viejo se levantaba a esa hora para hacer tenis con la raqueta y yo ahí en la cocina un poco baqueta picando cebolla”, recordó riendo.
Finalmente, los protagonistas charlaron sobre un clásico como los antojos para luego Maratea invitar al público a hacerle preguntas a Paulina. “¿Tenés el sueño de un restaurante propio?”, lanzó una seguidora. “No. Ni ahí. Cocinar para otros me encanta pero no me gustaría que me paguen por eso, preferiría invitarlos”, respondió y confesó que para la presentación quería hacer una fiesta de quince minutos “con cumbia, fernet y empanadas disfrazadas que bailaran”. “La otra idea era yo repartiendo panchitos, dijo, mientras desde el público un niño gritó: “¡Repartí una milanesa!”. Toda la sala lanzó una carcajada.
“¿Sacarías un libro de huevos?”, retrucó Santi Maratea y ella no dudó en responder afirmativamente y contó que, de hecho, tiene una serie llamada “¡Huevo, Paulina”.
“¿Y una serie sobre comidas típicas de diferentes países?”, se animó a preguntar una espectadora joven. Paulina contestó que en esos casos le cuesta mentir porque si la propuesta es “comer comida peruana durante 24 horas”, ella va a estar desde que se despierte hasta que se acueste comiendo comida de ese país, confesó.
La última pregunta fue cuánto tiempo precalentar el horno antes, a lo que Paulina exclamó, orgullosa: ¡Hermosa pregunta!” Y respondió con certeza “diez minutos”.
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