La muerte de alguien amado es un tema que nos sobrepasa a todos, nos acoge con fiereza y nos somete a la peor de las pruebas. Es igual con una madre, un hermano, una hija, o una mascota. El caso de Jimena Hoyos es uno más, pero es quizá el que termina por visibilizar, al menos en estos días, el dolor que puede sentir una persona al perder a su perro. Es, en últimas, perder una parte de nuestras vidas. A raíz de su experiencia, la actriz decidió iniciar una fundación para ayudar a la amplia población de perros callejeros que se encuentra en la ciudad y tras un tiempo en la labor, la editorial Penguin Random House le propuso la posibilidad de escribir un libro para hablar sobre su trabajo con la Fundación Gozques, pero ella terminó encausándolo hacia algo mucho más profundo, su contacto con la pérdida.
La autora habló con Infobae sobre el proceso de escritura de su libro y lo que ha significado para ella esta experiencia.
-El verdadero artífice de todo es Zico.
-Yo encontré a Zico en uno de estos sitios que venden animales por la Caracas. Estaba enfermito, arrinconado y el dueño del lugar me dijo que me lo daba por 20.000 pesos porque nadie lo quería. Cuando lo vi esa primera vez supe que teníamos que estar juntos. Suena a cliché, pero yo sentí que eso era amor a primera vista. Un amigo que estaba conmigo me dijo que me esperara, que lo meditara, que el perro estaba muy mal y que si se recuperaba iba a crecer mucho, y no sé qué más cosas. Yo no tuve que pensar nada. Ya sabía que Zico era para mí como yo para él. De algún modo, yo parí a ese perro. Ese era el grado de conexión que teníamos. Por él fue que mi vida cambió y la razón por la que hoy estoy tan comprometida con lo que hago.
-De alguna manera, su vulnerabilidad te atrajo.
-Creo que así fue. Sus ojitos tenían algo que yo no he visto nunca más, en nadie y en nada. Era un perro hermoso. Sé que todo el mundo dice esto de su perro, pero es que este de verdad era muy guapo. Tanto lo era que cuando yo me fui a vivir a Estados Unidos con el sueño de ser actriz, él consiguió trabajo primero que yo. En ese tiempo, yo estaba concentrada en mi carrera como actriz. Mi hoja de vida era un relato de ficción. Me inventaba que sabía hacer acrobacias aéreas, que era ninja profesional, que podía resistir debajo del agua más de 3 horas. Era difícil conseguir un papel y yo estaba segura de que cualquiera de estas cosas las iba a aprender si llegaba a ser necesario. Algo distinto fue cuando la editorial llegó a mí y me propuso este libro. Escribir no es algo que se aprende de la misma manera que estas cosas. A raíz de la muerte de Zico, muchas cosas cambiaron para mí. Escribir este libro significó recordar, revivir episodios que me permitieron volver a un estado en el que era feliz. Todo esto es por Zico. Sé que él lo sabe, desde donde quiera que esté, lo importante que es para mí y la falta que hoy me hace.
-¿Por qué una fundación?
-Zico se va y yo me quedo sola en el mundo. Tuve una depresión muy fuerte. Mi mamá, en algún momento, me dice que vaya a una casa que ella había comprado y le ayude en el restaurante que había montado ahí. Es una casa abandonada que tiene como 300 años. Me di cuenta de que siendo productiva, ocupándome en algo, podía limpiar mucho de lo que estaba experimentando. Después, estando allá, empiezo a ver una cantidad impresionante de perritos callejeros. En todos veo el gesto de Zico. Ahí decidí que debía ayudarlos, ofrecerles algo distinto.
-¿Cómo abordaste el concepto del dolor?
-El dolor es una fuerza enorme, arrasadora, que puede acabar contigo y con tu entorno. Este libro tiene el título que tiene porque se trata de mi proceso. No pretendo aconsejar a nadie sobre cómo lidiar con una pérdida. No soy psicóloga ni nada por el estilo. Me di cuenta mientras escribía que esa fuerza que trae consigo el dolor, si se encausa bien, puede terminar convertida en inspiración, puede ser igual de potente. Eso fue lo que hice con la muerte de Zico. Dejar todo esto por escrito significó mucho para mí. No solo fue mi terapia sino que descubrí en la escritura algo que necesito. Yo le recomendaría a todo el mundo escribir. Creo que no hay mejor manera de exorcizar el dolor.
-¿Has leído a Joan Didion?
No. En realidad, no la conozco.
-Tienes que leer a Joan Didion. Creo que ha escrito un par de los títulos más intensos de la no ficción que abordan el tema del dolor, del duelo. Entrar en su obra es no poder salir más. Allí te quedas, porque te atrae, te acoge.
-Bueno, la buscaré. Creo que este tipo de cosas me ayudarían mucho a crecer en esto que descubrí que puedo hacer bien y que necesito. Yo ya no podría estar tranquila sin sentarme a escribir.
-¿Cómo esperas que los lectores reciban este libro?
-La moda acaba muy rápido y más si es en literatura. Yo tenía claro que no quería escribir algo que se vendiera un mes y después ya nadie lo buscara. Al inicio, el proceso de escritura fue a través de un ghostwriter, pero después de hablar con esta persona por 6 horas y contarle un montón de cosas, lo que escribió se sentía demasiado impersonal. Entonces, cuando llegó la pandemia, mi editora me dijo que aprovechara ese tiempo de encierro para lanzarme a escribir. Me advirtió que lo más difícil era iniciar. Yo quería, y es lo que quiero todavía, que este libro saliera bien. Mi meta es inspirar a las personas y demostrarles que es posible ayudar a otros. Si yo lo hice, que nunca pensé lograr algo distinto a la actuación, cualquiera puede hacerlo.
Con este libro pensé así. Una vez lo terminé y lo entregué, sentí un alivio, un placer que no había conseguido antes. Alejandro Jodorowsky dice que podemos cambiar nuestro pasado, dependiendo de cómo estemos parados en nuestro presente. Cuando estaba trabajando en este libro, creía que había vivido episodios muy dramáticos, pero en realidad no era así. Estaba siendo eso, justamente, dramática, exagerada. Sin embargo, en ese tiempo me sentía muy afectada emocionalmente y sacarlo todo en este libro significó mucho.
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