“El mundo de la moda me encontró a mí, pero a mí no me gustaba naturalmente la moda; lo que de verdad me gustaban eran los policiales”.
La que habla es Carolina Balbiani, autora del reciente libro editado por BajaLibros True Crime. 30 casos policiales que conmocionaron al mundo. No es el primero: en 2019 publicó El día que me mataron. La periodista nacida en Buenos Aires trabajó desde 1983 hasta 2019 en Editorial Atlántida: primero en la revista Gente y, luego, en los títulos Para Ti, Show On y Chacra. Fue en Para Ti donde, según sus propias palabras, se la pasaba escribiendo policiales.
Ahora, en diálogo con Belén Marinone en el stand de Leamos en la Feria del Libro, cuenta que, al empezar a escribir policiales, se encontró con “una vocación que había estado postergada”. “Los policiales, las historias de vida, lo que tiene dramatismo, todo eso me gusta. La gente dice morbo, yo digo que me gustan las cosas que tienen vida. Y a veces la otra cara de la vida es la muerte. Entonces los policiales forman parte de todo el espectro de todas las cosas que me interesan”.
Cuando Marinone le pregunta si se acordaba cuál fue el primero de esos policiales, Balbiani responde segura: “Sí, claro: El adversario”. La novela, publicada en el año 2000, es del escritor francés Emmanuel Carrère. Un relato escalofriante sobre la historia de Jean-Claude Romand, un hombre que en enero de 1993 mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intentó suicidarse.
“Estaba en un momento crítico de mi profesión —cuenta—, estaba en un momento de crisis con la moda, y de golpe una noche me desvelé y pensé en escribir qué había sentido el chiquito, el último en morir. Me tiré en el piso del living en una libreta qué podía haber pensado ese chiquito cuando el padre lo mataba. Un acto desesperado del chico y mío, hice una simbiosis con esa pequeña víctima”.
Después eso se empezó a repetir. Le pasó con más casos. Comenzó a escribir las historias sin saber qué iba a hacer y finalmente se convirtió en libro. Lo que le interesa, dice son los “crímenes que atacan el nudo familiar”. “Nunca imaginás que una madre pueda matar a sus hijos, pero hay a montones. Esos casos a mí me conmueven. Y en general los casos que busco están ya resueltos, tienen filmaciones, juicios, y mucho dato para contarlo de manera acabada y que no parezca que no tiene final”.
“Uno tiene el inconsciente colectivo que el asesino es el hombre, pero las mujeres también matan. Tenemos menos fuerza, pero hay muchas madres que matan a sus hijos”, comenta.
¿Cuándo escribe? “Soy noctámbula, vivo de noche. Siempre estoy googleando, escucho, me cuentan, no sé si queda bien decir que soy chismosa, pero me gusta que la gente me cuente su vida. Las historias las encuentro en las noches sin sueño”. Sus lectores son muchos, muchísimos, pero no parecen estar tan cerca: “Mi familia no lee mis notas, ni mis amigas. Las leen por obligación pero les espanta. Me dicen: ‘¿Otra vez? No, algo que sea más agradable’”.
Lo que verdaderamente le gustaría es “desviar el destino” porque “el destino tiene esa fatalidad, el rompecabezas se arma y lo que ocurre ocurre ese día”. “Tengo una vocación frustrada, la de detective”, admite.
El periodismo tiene mucho de detective. “Es la curiosidad”, subraya Balbiani. “La columna vertebral de esta profesión es la curiosidad. Yo en un ascensor te hago un reportaje. Ya tengo una nota”, agrega. Luego, cuando pasa al teclado y el lector se cruza con el texto en la pantalla, ahí hay otro juego, otra instancia. “Si no te atrapa, si te vas antes de las quince líneas, fracasé”, dice.
No vale todo. Ella tiene sus filtros. “Quizás es arbitrario, pero lo que me impresiona trato de no ponerlo. Evito lo bizarro. Me interesa eso que le pueda pasar a cualquiera. ¿Sabés la cantidad de chicos que desaparecen dando una vuelta en bici a la manzana? Esos casos perturban. Uno dice: ‘voy a estar mirando’. Pero un día no miraste y...”
Una noche, hace muchos años, cenó con Pablo Schoklender, “cuando estaba prófugo”, aclara. Pablo y Sergio, ambos hermanos, asesinaron a sus padres en un departamento de Belgrano en el año 81. “Yo estaba fascinada”, confiesa. Estaban él, ella y un amigo. “Uno siempre espera que los asesinos sean monstruos, pero son normales. Eso es lo que me aterra”, concluye.
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