Cada año, la Feria del Libro de Buenos Aires elige una Ciudad Invitada de otro país para rendirle homenaje. En honor al 500° aniversario de su fundación, la elegida de la actual edición fue La Habana, capital cubana. Esta ciudad tiene un enorme puesto en el Pabellón Amarillo en el que se podrán encontrar una centena de libros a muy buen precio que celebran la literatura cubana, su cultura y su historia.
Sin embargo, hay en la otra punta de la Feria, en el Pabellón Azul, otro puesto, mucho más pequeño y modesto, que viene a llenar un vacío del que el oficial parece no querer hacerse cargo. Con el lema “Patria y Vida” (una inversión de la mítica frase “Patria o muerte” de Fidel Castro), la organización Cultura Democrática pretende “abrir una puerta a la inmensa producción cultural arrojada al margen por la cultura oficial en Cuba”, según dice el catálogo de la exposición.
En el puesto de 16 metros cuadrados de Patria y Vida, a diferencia de la mayoría casi absoluta de los participantes de la Feria, los libros no están a la venta. Luis Alberto Mariño, cubano exiliado que coordinó la exposición, dijo: “La idea nace primeramente para poder abrir un espacio físico, por más pequeño que fuere, donde puedan confluir todas las Cubas que no tienen territorio dentro de Cuba, un lugar para una cultura cubana que se mida más como creaciones autónomas que como discursos preestablecidos y repetidos hasta el hartazgo”.
Con más de cien libros prohibidos dentro de Cuba por un amplio abanico de razones, como la oposición al gobierno o la diversidad sexual, este puesto viene a suplir un manojo de ausencias que su contraparte oficial omite. La más evidente tal vez sea la de Reinaldo Arenas, escritor homosexual que, a pesar del éxito internacional, aún hoy está prohibido en Cuba. Pero la exposición de Patria y Vida no se limita a figuras de renombre internacional como Arenas o Virgilio Piñera. La mayor parte de los libros presentes son de escritores vivos, muchos menores de 40 años, que, desde el exilio o todavía resistiendo en Cuba, siguen produciendo una obra fuertemente influenciada por la experiencia cubana.
“Los cubanos, para ser libres, hemos devenido múltiples islas, algunas hacia dentro, emergiendo con mucha discreción desde el espacio íntimo, otras hacia fuera (exiliadas), en un viaje sin territorio”, puede leerse en el catálogo de la exposición. Según Mariño, su coordinador, la idea de Patria y Vida es “generar horizontalidad e inclusión desde la voluntad de aunar y proponer más que de la voluntad de estar en contraposición o en disputa. Nos interesa que haya un lugar donde se vean otras realidades de Cuba y donde las personas puedan ver, y a partir de eso imaginar, cuánto hay más allá que no conocen”.
Aunque Mariño conoce la mayoría de los libros del catálogo a la perfección (a muchos de los autores los conoce personalmente, con algunos ha mantenido intercambios epistolares a lo largo de los años, para varios ha colaborado con sus diseños y a otro tanto los admira a la distancia), admite que a la mayoría de esos libros los descubrió fuera de Cuba.
Dentro del catálogo se pueden encontrar libros históricos, ensayísticos, poesía, novelas, catálogos, libros de arte y libros híbridos, entre otros. “¡Muchos incluso pueden descargarse gratis!”, agrega Mariño para quienes no puedan asistir a la exposición o aquellos que no lleguen a leer ahí mismo cuanto quisieran.
“Para los autores prohibidos que todavía están viviendo en Cuba, sufriendo la realidad y resistiendo la represión, es una gota de agua en el desierto saber que sus libros están en algún lugar, que sus testimonios están siendo leídos en otros países en los que sí tienen un lugar, un público”, dice el coordinador del pequeño puesto de Patria y Vida, en el que otra Cuba, más próxima a un archipiélago que a una isla, es posible.
Debajo, el poema “Afuera” de la escritora cubana Alessandra Molina, cuyo libro forma parte de la exposición de Patria y Vida:
Cuando se dijo que el árbol
tenía que ser cortado
se colmó su silencio.
Por unos días más
su ancho y oscuro tronco,
tan enfermo y tan pleno
de aquella muerte esbelta,
siguió en pie.
Las hojas resplandecían
sobre el nimbo de sombra de sus dorsos,
sobre el corazón filoso
de la corteza,
y en mitad de la tarde
era de nuevo la casa toda del patio,
la casa de la que él mismo se quedaría
ramas afuera,
ramas crecidas y perdidas
en la casa tan grande de la noche.
Cuando ya no existía
su ancho y oscuro tronco,
tan enfermo y tan lleno de aquella muerte esbelta,
siguió en pie.
Del viento de tormenta y de las aguas,
del sesgo y el brillo meridianos
salían nuevamente
sus ramas silenciosas.
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