En la merienda secreta de Florencia Bonelli con diez fans: “Me gusta narrar las escenas de sexo con las palabras que usamos todos”

La best seller acaba de llegar de Suiza, donde vive. Días antes de su presentación en la Feria del Libro, se reunió con sus lectoras en un hotel a comer cosas ricas y comentar “El hechizo del agua”, su último libro.

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Firmar y firmar. Florencia Bonelli, en el hotel donde se reunió con sus lectoras. (Foto Magda Tagtachian)
Firmar y firmar. Florencia Bonelli, en el hotel donde se reunió con sus lectoras. (Foto Magda Tagtachian)

“Esta para la mami” -abraza Flor Bonelli a su hermana Carolina. Miran sonrientes a la cámara. Ensayo varios encuadres con el celular de Flor. Saco vertical y apaisado, manía de periodista. Por fin creo lograr el clima de fin de fiesta. Las hermanas se ven distendidas, algo cansadas por la jornada extensa, pero radiantes como los cortinados y las imponentes arañas del salón L´Orangerie en el Hotel Alvear en el barrio porteño de la Recoleta. Devuelvo el teléfono a Flor. Revisamos las tomas. Agrandamos cada imagen. Refunfuñamos. Nos reímos juntas. A ninguna nos convence. Las fotos no se ven nítidas. Y se traban en el carrete fotográfico. “Es que este celular me costó 50 dólares”, se ríe la autora que ha vendido más de 3 millones y medio de ejemplares. Guarda el celular en la cartera, se abrocha el abrigo de paño rojo sobre la camisa de seda natural que cae dentro del pantalón beige en sus larguísimas piernas.

La merienda romántica -con un grupo súper reducido de lectoras- ha sido un éxito. El regreso de Florencia Bonelli a la Argentina -después de la pandemia que no le permitió viajar desde Suiza, donde vive-, así lo demuestra. Al evento, en el circuito romántico, no se le dice “té” sino “merienda”. Curiosidades de esta comunidad tan particular. Y, a pesar de la cargadísima agenda de Flor con giras, se las arregló para encontrarse con sus lectoras, antes del gran evento en que presentará su última novela El hechizo del agua, este sábado. El evento promete ser el hit de la 46ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, pospandemia.

La merienda comenzó puntualmente a las 5 en una mesa alargada donde Flor no ocupó la cabecera sino el centro. A su derecha, su hermana Carolina. A su izquierda, Mercedes Güiraldes, su editora en Planeta. Alrededor, diez lectoras incluida esta cronista en multiple función: amiga, lectora, colega, periodista… y terriblemente pisiciana, como la protagonista de El hechizo del agua. La dicha no puede ser mayor.

“Nunca paro. A veces Miguel quiere viajar o salir a algún lugar… A mí me gusta quedarme en casa, con mis rutinas, planchando, cocinando y escribiendo”

Allí nos encontramos de pronto, escuchando al mozo describir con hidalguía la torre de tres pisos de manjares salados y recomendar la degustación desde el nivel inferior hacia el tope. Mientras otro de sus compañeros servía té, el primero anunciaba que luego de la torres saladas vendrían las dulces.

El plato de Flor lucía vacío. “Chicas, me tiene que entrar el vestido para el sábado. Así como lo compré para 2020, lo dejé colgado. Cuando llegué a casa en Buenos Aires, lo primero que hice fue probármelo. ¡Me entró! Le mandé un mensaje a Carolina”, sonríe y la hermana asiente.

-Pero si sos re flaquita -deslizo sobre la mesa.

-¡Ah, pero Tauro come todo el tiempo! Piscis hasta se olvida de comer…

El hechizo del agua completa su serie Nacidas (Nacida bajo el signo del Toro, Nacida bajo el sol de Acuario y Nacida bajo el fuego de Aries) y esta vez Piscis es el signo de la protagonista, Brenda Gómez. “Piscis es el signo más difícil del zodiaco. Es capaz de inmolarse con tal de que el otro no sufra. Pero además tienen poderes de videntes, son como pequeños chamanes”.

La mesa. Charla, risas y cosas ricas. (Magda Tagtachian)
La mesa. Charla, risas y cosas ricas. (Magda Tagtachian)

Esto está en la novela y Flor lo recalca. Todas se suman y conciden en que el dominio de Flor en Astrología se desarrolló notablemente en esta obra que además arroja conocimiento sobre todo el zodíaco. Y ocurre lo que siempre ocurre con Flor. Imposible no sentirse identificado o identificada en alguna parte del relato, o en todo, en la novela y en la mesa que ya es una charla de amigas. Cada una habla de sus signo y Flor con serenidad pero también energía, escucha, ofrece pareceres y reparte consejos.

“Escorpio es encantador. Pero cuando te tiene que decir algo lo hace sin piedad”, mira muy seria a una lectora. Todas hablamos a la vez y a la vez nos escuchamos. Hay lugar para confesiones varias. También todos los guiños y preguntas sobre la novela con spoilers, -mientras circulan las delicatessen saladas y dulces- porque todas ya la leyeron. Seiscientas cuarenta y cinco páginas. Una la devoró en un día y medio. Otra en tres. Otra en siete.

Destino, brujas, chamanes y chamanitas

Rápidamente de los signos caemos en otros temas correlativos: el destino, las brujas, chamanes -o chamanitas como Brenda Gómez-, el rol del psicoanálisis, la ciencia y los cientificos, las guerras, los métodos de envenenamiento, el bien y el mal, la humanidad. Flor no deja tema ni a nadie afuera. Además conoce el nombre de cada una de sus lectoras y de sus familias, y si no, lo averigua. Escucha. Se interesa.

Morena Barrasa se para a recibir a su bebé Ainhoa, de cinco meses. La abuela le acerca a la mesa a la beba que va a los brazos de su mamá para enseguida terminar recostada en el pecho de Flor que la envuelve con arrumacos (antes se limpia las manos con una toallita desinfectante, cuenta que lo hace siempre antes de tocar un bebé, y hablamos de la tradición en algunas culturas de preservar a los bebés de las miradas y visitas que no sean del círuclo primario los primeros cuarenta días). Las Bonellistas Unidas sonríen mientras le sacan fotos. Le acercan a Flor el libro que armaron entre siete amigas para el nacimiento de Ainhoa.

El amor. Florencia Bonelli y su marido Miguel. (Foto Magda Tagtachian)
El amor. Florencia Bonelli y su marido Miguel. (Foto Magda Tagtachian)

El volumen está compuesto por relatos que cada una narró sobre el origen. Lleva el prólogo de Flor Bonelli. Ni más ni menos. Flor lo firma mientras Ainhoa se prende al pecho de la mamá, nuevamente. Valeria Naya, lectora, escritora y fundadora del grupo Bonellistas Unidas, seguidora de Flor desde el principio, también participó de la obra. Valeria llegó en muletas y con bota ortopédica. Se dobló el pie haciendo gimnasia hace quince días. “Pero por nada del mundo me perdía la merienda”, repite mientras su marido lleva horas dando vueltas con el auto y ahora “estará esperando en algún café”, sonríe.

Llegan más té, masas y café. Es el momento de volver sobre las escenas de sexo tan realistas que caracterizan los libros de Flor. “A mi me gusta usar las palabras reales. “Vagina” o “garchar” o “coger”, por ejemplo. En la versión española ‘coger’ lo van a cambiar porque allá significa otra cosa”, aclara. Las risas estallan. Flor no se detiene y es sincera. “Hay a alguna gente que no le gusta que use estas palabras. Yo quiero llamar a las cosas por su nombre. Hay metáforas que no tienen sentido”. La charla de las escenas de sexo despierta algarabía y murmullos. Salen y se entrecruzan los personajes de su prolífica obra.

“Unos cogen en la página 300 y otros en la diez”, dice Flor y todas celebran. Llegan los mozos con las copas de champagne para brindar”. Flor no toma alcohol. “No me gusta perder el control”, admite. Y habla con amorisidad y respeto del cuidado y las palabras que les dedica a sus sobrinos. Carolina, a su lado, asiente. Llega Miguel, el marido de Flor. Todas lo conocen. “Es virginiano, díganle algo lindo, por favor”, se ríe cómplice con él y con todas. Miguel es encantador y, como Flor, está al tanto de la vida de casi todas las que estamos en este puñado feliz.

Después del choque de copas, todas sacan sus libros y Flor empieza a firmar. Mientras, ella cumple con el ritual bajo una lluvia de más fotos y flashes. Y cuando esa instancia acaba, llega el momento de los regalos. Este paso también es parte fundamental de las meriendas romáticas. Valeria Naya se adelanta. Pero antes aclara que mandó a toda su familia para que armara “La caja delos cinco sentidos” porque ella, con la pierna mal, no podía hacerlo. “¡Lo hiciste trabajar a tu marido!”, bromea Flor. “¡Y a mis hijos también!”, agrega Valeria.

Florencia Bonelli con Valeria Naya, fundadora de “Bonellistas unidas” uno de sus primeros clubes de fans. (Foto Magda Tagtachian)
Florencia Bonelli con Valeria Naya, fundadora de “Bonellistas unidas” uno de sus primeros clubes de fans. (Foto Magda Tagtachian)

Flor recibe el box, ansiosa y con el rostro iluminado como niña. Lo primero que sale de las cajitas es un frasco que Flor gira entre sus cuidadas manos. “Pasta de aceitunas, ¡qué rico!”, exclama. “Tapenade”, acota Miguel. “Hay más para el sentido del gusto”, agrega Valeria Naya. Y Flor, fan absoluta de los dulces, se rinde ante los bombones. Le sigue una colección de fotos que reflejan momentos claves de su vida (la vista). Y una crema de coco y almendras para manos (el tacto).

Flor aprovecha para contar que le viene bárbaro porque sufre la falta de humedad en Suiza y ama la humedad de Buenos Aires, “salvo por el pelo”, aclara, y arranca las risas de todas. Llega el turno de la vela de verbena -que convida para que olamos y pasa de mano en mano. Después, una playlist en Spotify que Valeria creó para Flor. Hay algo más que no puede tocar. Un sobre pequeño donde advierte: “Abrirlo el 5 de mayo”. Ese día, la semana que viene, Flor cumplirá 51 años.

Instintivamente, se lleva la mano hacia la gargantilla de plata y pequeñísimas bolillas que enaltece su cuello largo y delicado. Se le regaló la hermana Carolina, por su cumpleaños justamente. “¡Y ya la abrí!”, sonríe, frunce el ceño, mira a Valeria pero obedece. Esta cronista ya sabe qué contiene. No vamos a spoilear.

Enseguida, se acercan tres lectoras de Ciudad Evita. Leyeron todo Bonelli. Flor conversa con cada una. Después lo hace con Guada y Victoria, que se conocieron en la Universidad de la Matanza. Victoria muestra un tatuaje en su antebrazo derecho: tres libros apilados coronados por una taza de té con el símbolo de la paz. Indica un lunar justo entre las páginas del primer libro. “Es el señalador”, resuelve. Imposible no acordar. Hay guiños que no se discuten y menos en esta mesa. Flor quiere saber más. Victoria le cuenta que se hicieron amigas leyendo a Florencia Bonelli.

Lorena, de la cuenta Páginas que atrapan, se suma. Confiesa que empezó a escribir en pandemia pero quedó trabada. Ahora quiere retomar. Flor la anima. Todas somos cómplices de ese entusiasmo, trabajo, aliento mutuo y pasión. De las historias que nos habitan y que esperan salir a la luz. Flor es el espejo. Las refleja y nos refleja.

El sábado, fiesta

Por eso, este sábado 30 será nuestra fiesta. Desde el alba, muchas y algunos muchos formarán fila en la puerta de la Rural. Esperarán hasta el mediodía cuando la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires abra las puertas en su tercera jornada al público en general. Entonces volarán con el mate, los bizcochitos y las sillas hasta la sala José Hernández. “No corran, no corran”, les aconsejarán los guardias que ya las ubican. Pero ¿quién frena esa pasión? Una vez más, estarán allí para conseguir los asientos más próximos al escenario. Y la verán a Flor sonriente como una reina enfundada en su vestido. No sabemos el color. Y arriesgo que nadie se atrevió a preguntar.

El hechizo del agua
El hechizo del agua

Después de la presentación, la esperan -como mínimo- siete horas ininterrumpidas de firma, su récord hasta ahora, y sin levantarse ni para ir al baño. Por las dudas, y para dejar a todo el mundo tranquilo, Flor avisa: “No me moveré hasta firmar el último libro. Siempre cerramos la Feria”, sonríe.

Se acerca otra vez el mozo y le pregunta discretamente si quiere llevarse “el doggy bag”: las delicias que sobraron de las torres dulces y saladas. El plato de Flor sigue limpio y vacío. “Nooo, es para las chicas”, ruega. “Se los pido por favor, yo espero que me entre el vestido”, chupa los mofletes delgados de la cara y hunde la panza que tampoco tiene. “El problema va a ser después, cuando esté sentada firmando. Si ven que me saltan los botones, avisen por favor”. Todas morimos en carcajadas. Sabemos que no sucederá pero nos comprometemos a hacerle el aguante como sea. Por eso hoy se festeja doble y triple, como los sandwichitos de miga. Se agradece esta previa tan feliz y cercana. Antes de retirarnos, alguna ansiosa pregunta por la próxima novela y las risas vuelven a ganar complicidad.

-¿Existe algún momento en que no escribas, Flor? -me animo.

-Nunca paro. A veces Miguel quiere viajar o salir a algún lugar… A mi me gusta quedarme en casa, con mis rutinas, planchando, cocinando y escribiendo.

Cuesta dejar el Hotel Alvear. Ya casi nos echan. Pasaron largo las nueve. Quedamos Flor, Miguel, Carolina, el equipo de Planeta y esta cronista, que conoció a Flor Bonelli haciéndole una nota y gracias a ella , o por culpa de ella, se animó a la ficción.

Nos despedimos con otro abrazo largo. Inspiro y giro sobre los talones sonriendo. Aspiro la noche sin barbijo. Buenos Aires se mece serena. Los árboles sacuden apenas sus hojas sobre Flor y Miguel. Los observo alejarse. Creo en esta pareja. Al llegar a la esquina tal vez los sorprenda la luna rodando por Callao. Y Buenos Aires, ese loco berretín, que siempre los y nos espera. Que replica las páginas ardientes en cada librería y en miles de historias.

En cada merienda romántica, un ritual que al fin volvió, que extrañábamos y no puede faltar. Y si no, que hablen los maridos, parejas, novies, novias de cada lector de Flor. Todos los hombres y mujeres singulares, y de cualquier edad o género, que amen las pasiones sin rótulos ni cadenas.

La presentación

Cuándo: este sábado 30 a las 16.30

Dónde: En La Rural, Av. Sarmiento 2704, Sala Jose Hernandez.

Firma: En el stand de Planeta (Número 917), Pabellón Verde, después de la presentación.

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