De boca en boca: Clara Obligado cuenta por qué estremece “Para comerte mejor”, de Giovanna Rivero

La escritora argentino-española continúa la cadena de recomendaciones con "El hombre de la pierna", un cuento sobre maternidad, deseo y putrefacción

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Clara Obligado y el libro
Clara Obligado y el libro de Giovanna Rivero,

Lo leí en verano, que es el momento en el que elijo libros fuera de las obligaciones y las clases, y vino de la mano de una escritora en quien confío: Valeria Correa Fiz. Vino de su mano y en su línea, -las escritoras oscuras- para sumarse a algo que ya yo había comenzado a transitar: la literatura escrita por mujeres en Bolivia y en los últimos años.

Qué lejos está Bolivia, si se la piensa desde Madrid, qué lejos y qué complicado resulta encontrar sus textos. Valeria, pues, me señaló un itinerario que no formaba parte de la gran carretera de los títulos que anegan las librerías, sino un sendero delicado en el que habría que detenerse y mirar con atención.

Leer es, de alguna manera, caminar. Se camina de muchas formas. A veces sólo para ir de un punto a otro, con prisa, a veces lentamente, para dar cuenta de los hilos invisibles que conectan las rutas entre sí. Para mi leer es dar cuenta de un territorio que se expande. Si un libro me gusta, busco a su alrededor, investigo, doy cuenta de los senderos, de las uniones secretas. Había conseguido en Buenos Aires la sorprendente colección de relatos de Liliana Colanzi Nuestro mundo muerto, que me había entusiasmado, y luego había tenido que leer, como jurado de un premio, los bellos cuentos de Magela Baudoin de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Así, cuando abrí las páginas de Para comerte mejor, de Giovanna Rivero, de alguna manera reconocía cierto aire de familia.

Además de leer como quien pasea, he de confesarlo, leo en estado virginal, haciéndome cargo de mis vacilaciones, de mi estupor, y no es hasta más tarde que busco información. No doy cuenta de contraportadas y prólogos, no acepto etiquetas que dirijan mi lectura. La de “Gótico andino”, tan repetida en los últimos tiempos para referirse a cierto grupo de escritoras latinoamericanas, me parece, sí, un buen reclamo publicitario, pero no sería hasta terminar Para comerte mejor que la adherí a los relatos de Giovanna Rivero.

"Para comerte mejor", de Giovanna
"Para comerte mejor", de Giovanna Rivero

Toda etiqueta delimita y, a la vez, empobrece. Explica y sitúa, pero diluye la originalidad. Si tuviera que definir Para comerte mejor hablaría de un estallido. El libro de Giovanna Rivero explotó entre mis manos pero, sobre todo, me explotó dentro, para demostrarme, página tras página, que pertenecía a esa rara especie que, al menos a mi, me incita a desmontar lo leído para ver cómo demonios está hecho. Que me incita a escribir para comprender y, a la vez, a subrayar y releer, a buscar más textos del escritor o escritora en cuestión, a recorrer esa propuesta hasta comprender con qué mimbres está tejida. La lectora que soy tiende a asombrarse poco por las historias, los vampiros o los zombis, los personajes extraños, la crueldad o bondad desarrolladas, no me hace falta que un texto pertenezca a tal o cual género para que me interese. Sospecho, como decía antes, de las modas y de las etiquetas. Pero sí me atrae ese fondo profundo, esas aguas cenagosas que asoman en algunos textos y que nos señalan que hemos perdido el camino, que para leer la realidad hace falta bucear en territorios incómodos, recurrir a los mitos, mantenernos casi insomnes y muy atentos a los detalles. Me seducen los textos que palpitan, donde siento que quien escribe se estremece tanto como yo.

Al pasar las páginas del Para comerte mejor iba, por decirlo de una manera luminosa, de resplandor en resplandor. En un texto me asombraba el uso del idioma, en otro un personaje, en otro, esa capacidad de la autora de hacernos avanzar sin saber del todo hacia dónde vamos, en otro, ese final en diferido. En otro, el bosque de los símbolos tradicionales en el que, de pronto, ingresan los terrores de hoy.

Así, desde esa frontera borrosa, actuaron sobre mi sueño y mi vigilia los cuentos de Giovanna Rivero, su estremecimiento, me entusiasmó tanto que no tardé en invitarla a mis cursos de escritura, donde también cautivó con su conversación a sus cada vez más numerosos lectores.

Para comerte mejor fue publicado bellamente en España por una pequeña editorial extremeña, Aristas Martínez, que da respetuosa cuenta del matizado idioma que utiliza la escritora y también de lo necesarios que son este tipo de espacios donde anida la buena literatura.

Fragmento de “El hombre de la pierna”, de Giovanna Rivero

“Ya llegamos”, dijo mi marido. Su voz llena de realidad me devolvió al vagón que se abría eficiente para el consabido intercambio de criaturas. La máquina parturienta nos expulsó y se tragó otro cardumen de seres apurados que no tienen tiempo de pensar en el terrorismo y solo quieren echarse un sueñito en lo que dura el trayecto.

Cuando emergimos a la superficie, donde un barrio parecido con ironía a la ciudad de El Alto, en Bolivia, se extendía gris y ancho como un exoplaneta castigado, mi marido me preguntó si había visto al hombre. ¿Qué hombre? El hombre, dijo, ese que subió una parada después de nosotros –no puedo creer que te dormiste de inmediato–, un hombre que paseó su pierna hedionda como quien pasea un cordero. ¿Un cordero? Un cordero putrefacto. Explicó que se le había gangrenado la pierna y que no tenía una sola peseta (mi marido les llama “pesetas” a las monedas gringas de 25 centavos) para hacérsela amputar. ¿Y le diste? ¿La gente le dio dinero?

La gente no tiene tiempo para estas cosas, dijo, sin poder reprimir el reproche que desde hacía días fermentaba en su estado de ánimo.

Estas cosas…, subrayé. Quería obligarlo a decirme que no veía ninguna esperanza en nuestra escapada. ¿Qué hacíamos en Nueva York? ¿Por qué no habíamos viajado a alguna isla tropical? Mi idea de conocer a los amigos con que mi marido había atravesado sus “años oscuros”, como él le llamaba a ese tiempo que a mí me parecía luminoso, desaforado y verdadero, entrañaba un peligro que yo no conseguía definir. Quizás tenía miedo de que esa vieja adolescencia lo abdujera y me quedara sola en esa ciudad infinita.

Vendrán tiempos mejores, suspiró mi marido, ahora con la mirada dulcificada por la pena. Hacía dos meses había sufrido la tercera pérdida –esta vez no solo la del coágulo, sino la de un feto completito que nos recordaba el conmovedor monstruo que habíamos sido, la bruta mandrágora de nuestro origen– y nuevamente me estaba sometiendo a otra descarga de hormonas. Llevaba mi diminuto botiquín con las jeringas y las botellitas doradas y, al despertar, lo primero que hacía era inyectarme el “elixir de la preñez” en los muslos (aunque no me lo había dicho, es probable que fuera esta imagen, más que otra cosa, lo que excitaba a mi marido y hacía de la misión del hijo algo menos opresivo, protegido por la obstinada ferocidad del deseo). De todos modos, era natural que me durmiera en cualquier parte y que al despertar, con los pezones erectos ante el mínimo roce, sintiera, que ya venía siendo hora de que el anhelado feto agarrara algo de voluntad darwiniana e hiciera, por ejemplo, de sus fauces, un piquito; de sus tentáculos, unas piernas regordetas; de los globos inflamados, una mirada capaz de desmantelar nuestras más educadas mentiras. Era natural que una hipersensibilidad tan angustiante terminara contagiando a mi marido. Y es que si lo pensamos bien, estas hormonas que te fertilizan como a una vaca de verde pradera son como las feromonas: se huelen, se aspiran, se metabolizan.

La semana próxima, Giovanna Rivero recoge el guante y recomienda otro libro.

Quién es Giovanna Rivero

♦ Nació en Montero, Bolivia, en 1972.

♦ Es novelista y cuentista.

♦ En 1997 ganó el Premio Municipal de Santa Cruz de Literatura por los cuentos de Las bestias.

♦ También ganó la beca Fullbrigt, con la que hizo un doctorado en Literatura latinoamericana.

♦ Estuvo entre los 25 nuevos talentos latinoamericanos que eligió la Feria del Libro de Guadalajara, en 2011.

♦ Entre sus libros están Las camaleonas (2001), Sangre dulce (2006), Tukson, historias colaterales (2009), Helena 2022: La vera crónica de un naufragio en el tiempo (2011), 98 segundos sin sombra (2014) y Para comerte mejor (2015).

♦ También escribe literatura juvenil.

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