Cromañon, Malvinas, el 2001 y el dolor del alma en la obra reunida de Beatriz Vignoli, una poeta argentina extraordinaria

En "Viernes" se encuentran los libros publicados hasta ahora y un inédito. Versos conmovedores como aquel en que habla Omar Chaban: "¡Morir doscientos! ¡Morir de media sombra!" Aquí una guía y varios textos para empezar a leerla.

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“Cada letra es un disparo en la noche”, dice uno de los versos de este libro y ayuda a poner nombre a la conmoción que produce. Es que Viernes reúne la contundente obra poética de Beatriz Vignoli, una de las voces más singulares y sólidas de la poesía argentina.

Vignoli nació y vive en Rosario, es poeta, pero también narradora (tiene tres novelas publicadas), periodista, traductora, crítica de arte y de literatura. En poesía, comenzó con un libro de clara adscripción objetivista (esa corriente que se impuso en los años noventa y que aspiraba a la sobriedad expresiva), pero rápidamente se desmarcó de esa consigna para emprender una búsqueda estética más personal y arriesgada.

La curaduría de este libro, de más de setecientas páginas, estuvo a cargo de la propia Vignoli junto con la poeta e investigadora Mariana Maggi, quien además escribió el prólogo. Juntas se sumergieron en el “archivo selvático” (así lo bautizaron) de manuscritos, recortes de notas periodísticas, dibujos, cartas, fotos y collages, y armaron este volumen que contiene no solo todos los libros de la autora publicados hasta el momento (muchos de ellos inhallables), sino también un libro inédito, una selección de “poemas juveniles” y varios bonus tracks, lo que lo convierte en un dispositivo de realidad aumentada que invita a una experiencia inmersiva en el mundo Vignoli.

El impacto comienza con el primer libro publicado, Almagro, en el que encontramos poemas como “Joya”, en el que la belleza aparece condensada en un fragmento de la materialidad circundante, una captura que permite aunar en su brevedad lo celestial y lo pedestre:

Capturar todo el sol

en un espejo:

joya cósmica,

la posesión del cielo.

Rosario. La ciudad de Beatriz Vignoli. Foto REUTERS/Agustin Marcarian
Rosario. La ciudad de Beatriz Vignoli. Foto REUTERS/Agustin Marcarian

A pesar de la contención estética predominante en este período, ya asoma la voluntad expresiva y plástica (“herido llueve / lila / el jacarandá”) y la intuición de un orden secreto (“sigue siendo un misterio / el espacio entre las cosas”).

La lírica entonces se abre paso y se despliega en su segundo libro, Viernes —del cual Vignoli toma el título para su obra reunida, quizás porque en ese viraje funda su poética—. Aquí aparece uno de los poemas más conocidos de la autora, cuyos primeros versos son inolvidables —y los últimos, demoledores—:

Si te dicen que caí

es que caí.

Verticalmente.

Y con horizontales resultados.

(...)

En lo único que creo es en el accidente.

Lo único que sabe hacer el universo

es derrumbarse sin ningún motivo,

es desmoronarse porque sí.

La guerra de Malvinas

Vignoli es una poeta inquieta, atenta a los procedimientos del arte de vanguardia (estudió Bellas Artes) y al signo de los tiempos. Esos intereses confluyen en su siguiente libro, Ítaca, un poemario compuesto a partir del montaje de fragmentos y que toma la forma de un diálogo entre “los tipitos del Messenger”: un chat entre Penny (¿nick name de Penélope?) y Ulises (un Odiseo devenido veterano de la guerra de Malvinas):

penny dice: <el Día de los Tontos de 1982

yo estaba en el aeropuerto

con mi armónica en el bolsillo del gabán

y no iba a ninguna parte,

sólo esperaba.

ulises dice: < hemos, en parte, muerto: había belleza

de los dos lados de la línea, lo supimos

La composición performática o teatral reaparece en Soliloquios: aquí, a través de la primera persona, la autora construye máscaras de personajes ficticios o reales, clásicos o modernos: Ifigenia, Raskólnikov, Esenin, Nietzsche o el Che Guevara. Pertenece a esta serie (aunque fue publicado más tarde) el poema “Morir, soñar, morir de algo que nombra (Soliloquio del empresario excéntrico)”, en el que Vignoli se mete en la piel de Omar Chabán, dueño del local donde se produjo la tragedia de Cromañón, y —con los ecos del Segismundo de Calderón de la Barca resonando en su voz— dice:

¡Morir, soñar! ¡Morir de algo que nombra!

¡Morir doscientos! ¡Morir de media sombra!

¡Morir de algo que nombra el claroscuro!

¡Yo que hice todo para que la noche

fuese una masa de eternidad bendita!

Media sombra me nombra: mi yo ignífugo.

Omar Emir Amor: prófugo ignífugo,

pan de poliuretano en las alturas.

Ustedes seducen, yo acoso

Siguiendo la lectura cronológica que propone el volumen, nos encontramos con los libros Bengala, Lo gris en el canto de las hojas, Árbol solo, Luz azul. Hay en cada uno de ellos una apuesta particular y al mismo tiempo un tono común a toda la obra. Y hay muchos versos y poemas imprescindibles. Por ejemplo, en “Diciembre 31, 2001″: “Y la vida era esto: // salir a la vereda el treinta y uno / a las doce, ver cómo un vecino / enciende una bengala”. O el poema “Eugenesia”, originalmente compuesto para una pancarta:

Ustedes seducen, yo acoso;

ustedes aman, yo dependo;

ustedes felices, yo maníaca;

ustedes, enamorados; yo, obsesionada;

ustedes hacen poesía, yo hago catarsis;

ustedes expresan, yo exorcizo;

ustedes regalan, yo derrocho;

ustedes se casan, yo debería saber estar sola;

ustedes se reproducen, yo muero.

Diciembre de 2001. Esos días de furia.
Diciembre de 2001. Esos días de furia.

Cierra esta serie (no el volumen, hay más) Tálamo, el libro inédito que se presenta en esta edición. El título nos lleva al centro de la cabeza, a esa parte del cerebro que regula lo sensorial. ¿Será esa una metáfora del lenguaje, ese núcleo pensante que estira sus dendritas queriendo alcanzar el mundo sensible? Dice la poeta en “Agua de sauce”:

Ahora dejo en remojo la palabra

como vara de sauce en agua de enraizar.

Palabras arrancadas al sauce del lenguaje

o juntadas del piso, caídas del lenguaje,

las remojo para hacer del agua algo donde lo

arrancado enraíce,

para hacer lugar al agua.

También hay versos que se arrancan de otros libros y se ponen en el agua de un nuevo poema. Un remix de palabras propias, como en “¡Albuquerque!”, que recorta y trae versos de otras épocas produciendo sonidos nuevos. En manos de Vignoli, el libro se convierte en un sintetizador. No por nada el epígrafe de Tálamo es de Robert Moog, el diseñador del minimoog, ese instrumento que permitió dar forma a un sonido envolvente a través de cuatro parámetros: “Attack. Decay. Sustain. Release.”. El rock sopla en los poemas de Vignoli y marca el ritmo: “No había más tierra firme que la que construíamos bailando”.

Pero dijimos que había más y hay más: Viernes (ese día de la semana cargado de promesas) incluye una selección de poemas de dos libros juveniles que circularon sólo en ediciones caseras y de los que no se conocía nada hasta ahora. El primero, Proesía, fue escrito cuando Vignoli tenía sólo catorce años y ya entonces sabía medir “El precio de las palabras” (tal el título del poema): “A la mañana dices una palabra, ¿sabrás sostenerla hasta el atardecer?”, se preguntaba entonces la poeta adolescente y cuarenta años más tarde aún no atardece pero nos apuramos a responder: sí. El segundo, Blues de la erosión, prefigura la concisión de su etapa objetivista y también su trascendencia:

Charcos

El agua le dibuja ojos a la tierra

para que nade el cielo.

La onda expansiva de este libro se refuerza con una “cronología ilustrada”, en la que la propia autora reconstruye año por año (desde su nacimiento hasta 2021) los acontecimientos que signaron su vida y su obra, acompañados de fotos y dibujos; y una sección final titulada “Algo más del archivo selvático”, en la que —con la estética del collage— nos encontramos con cartas, folletos, manuscritos y más fotos.

Hay también palabras preliminares de la autora, una biografía ampliada y frondosas notas al pie con datos y anécdotas que expanden la percepción total de la obra y de su proceso creativo.

De la maleza encantatoria de este libro quedan vibrando en el aire esa “orfebrería del aliento” que es la voz del lenguaje en el poema y un arsenal de versos para resistir una eternidad: “Venceremos, amor. Venceremos. / Toda la música está de nuestro lado”.

Quién es Beatriz Vignoli

♦ Nació en Rosario en 1965.

♦ Además de los libros de poesía, publicó tres novelas: Reality, Nadie sabe adónde va la noche y DAF.

♦ Su libro Almagro obtuvo una mención especial en el concurso Felipe Aldana (2000) y Árbol solo ganó el Premio Provincial de Poesía José Pedroni (2019).

♦ Es también traductora de inglés y periodista cultural.

♦ Cultiva el collage, el dibujo, el canto y la jardinería.

Qué se dijo de ella:

“Entre los poetas jóvenes pero de obra ya madura que conozco, se destaca Beatriz Vignoli por su profundidad, autenticidad y originalidad. En su obra no depende de novedades o experimentalismos, sino de un fuerte compromiso con su propia visión connatural. Su poesía es directa, fresca y vívidamente actual.” (Hugo Padeletti, 2007).

Presentación

El libro será presentado el sábado 23 de abril en el marco del Paseo Federal de Libros que se realizará en la Manzana de las Luces de la Ciudad de Buenos Aires de 15 a 19.

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