Antonio Birabent publica su primer libro: “Hago lo que hago para competir con la muerte, que finalmente nos va a vencer”

En 89 relatos breves donde aparece desde su padre, Moris, hasta el miedo, que conoció cuando fue padre. También habla de cuando su familia se tuvo que ir a España y reflexiona: "No nos instalamos en el lamento del exiliado".

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Cantar, actuar, escribir. Birabent y
Cantar, actuar, escribir. Birabent y su manera de vivir mejor la vida. (Foto Telam)

El músico y actor Antonio Birabent acaba de publicar Tres, su primer libro, al que considera “un legado” para su hijo Oliverio, ya que sondea en el vínculo que tiene como padre del niño y como hijo del cantautor Moris, a la vez que repasa su recorrido vital en el que, afirma, “siempre me acompaña el lápiz y el papel, la observación y la memoria”.

Se trata de 89 relatos que, a lo largo de 156 páginas, permiten conocer a un Moris que ya camina despacio y tiene “mirada acuosa pero aún viva” pero sigue organizando shows con ese hijo que reconoce que el hombre “nunca fue un tipo común”, pero con el que comparte un particular sentido del humor que les permitió como familia sobrellevar el exilio y agudizó su mirada social sobre la experiencia de vivir inmerso en grandes ciudades “donde nos ahogamos en nuestro propio progreso insensible y bruto”.

Birabent no sólo es hijo de Moris: es también padre de Oliverio, un niño de 11 años con el que aprendió que “ser padre es saber lo que el miedo”. En Tres se lee cómo construye ese vínculo a partir del ritual nocturno de llevarlo a la cama y jurarse ambos un “te amo” o viajar con el pequeño en auto escuchando Hey Jude.

Sabe que en un futuro no tan lejano ese niño “caminará solo esta calle” y él será “un recuerdo”.

La escritura tiene para mi menos reglas y tengo la libertad del que todavía está haciendo sus primeras armas y entonces me siento mucho más virgen.

Tampoco faltan en este libro, publicado por la editorial Malisia, los relatos sobre su vida en Madrid, Bogotá, Montevideo, Río de Janeiro y la ciudad de Buenos Aires, y sus reflexiones sobre la vida en esas grandes urbes donde “una noria fantasma” impide parar y comunicarse con el otro.

”Hago lo que hago -escribir componer, actuar- en gran medida como una forma de competir contra la señora reina absoluta (la muerte), que finalmente nos va a vencer. Es una guerra perdida pero es una forma más feliz de perderla. Y en ese sentido mi libro es un legado a mi hijo y a su futuro”, dice Birabent a propósito del texto que presentará el próximo 7 de mayo a las 20 en la Sala Victoria Ocampo de la Feria del Libro.

-¿Cómo llega este libro, en qué contexto personal se gestó?

-Llega porque no puedo andar sin lápiz y sin papel, son elementos que me acompañan siempre, junto con la observación y la memoria. Lápiz, observación y memoria. Si bien empecé a escribir canciones desde hace mas de 3 años, siempre amé escribir y eso lo heredé de mi abuelo Mauricio Birabent, el padre de Moris, que era escritor y escribió un libro sobre la ciudad de Chivilcoy, el pueblo de Sarmiento... un libro muy lindo. De esa combinación de las palabras que tenía mi abuelo llego a Tres.-

-No es una autobiografía en el sentido estricto, cronológico, pero sí refleja tu vida como hijo y padre. ¿Buscabas visibilizar el legado que recibís como hijo y transmitís como padre?

-Sí, de hecho el título viene por ahí. Todo el tiempo pensaba esta situación, por un lado tan humana y natural: venimos de un lugar y generamos otras vidas; venimos de un otro y generamos otros, pero también lo extraño que es eso: extraño para el que está en el medio, yo que ahora estoy ahí, entre mi hijo y mi papá. Ese vínculo de tres seres humanos está presente en todo el libro.

Dos generaciones de músicos. Moris
Dos generaciones de músicos. Moris y Antonio Birabent

-En un momento reconocés que al ser padre empezaste a conocer el miedo y te planteás tu finitud. ¿Como hijo hay miedo a que tu padre no esté o ayuda el hecho que Moris está vital y cantando con vos?

-No me pregunto tanto por la ausencia de mi padre, porque entiendo que naturalmente es más normal que un padre se vaya antes de un hijo. Yo siempre tuve una idea de la finitud, es algo que me acompaña desde chico y mi hijo desde que tiene 7 u 8 años me pregunta por qué nos morimos. Es un misterio. Mi madre con mucha gracia sobre este tema dice “yo no entiendo a la muerte, ni entiendo cómo la gente no sale a protestar con huelgas y protestar no contra la falta de trabajo sino contra la muerte”. Me parece que mi madre es muy lúcida. Todos sabemos que nos vamos a morir pero actuamos como si no fuera así. De lo contrario sería muy difícil el día a día. Creo que en mi caso, hago lo que hago -escribir componer, actuar- en gran medida por como una forma de competir contra la señora reina absoluta (la muerte), que finalmente nos va a vencer. Es una guerra perdida pero es una forma más feliz de perderla. Y en ese sentido mi libro es un legado a mi hijo y a su futuro.

-En un relato te preguntás si ves lo que ves porque antes lo vio tu padre. ¿Resolviste ese interrogante?

-Me pregunto qué hereda un ciego entonces, estamos muy marcados por nuestros padres, por presencia, por ausencia, incluso el que no lo conoció al padre está marcado por esa circunstancia. Y toda la vida nos pasamos tratando de esquivar eso. Mi familia pasó por muchas experiencias distintas, distintos lugares, distintos países, y eso nos ha unido de una manera muy especial, nos reímos mucho de nosotros mismos, nos burlamos sin miedo de nosotros mismos, nos parece gracioso y creo que en ese hay una gran sabiduría. Esa burla es algo que aprendimos y supimos conseguir estando en España

-Justamente en tu libro aparece el exilio en España pero no contado con tristeza, sino como una etapa donde tu padre de alguna manera logró mantener la rutina familiar, que tenían en el país, al seguir cantando: un padre que reflejás como libre, distinto.

-Es correcto, nosotros como familia nunca hicimos un lamento, no nos instalamos en el lamento del exiliado. Tanto es así que, lo voy a confesar, cuando escucho a gente que se ha exiliado y habla del exilio desde el dolor lo respeto pero hay una parte en la que no entro, porque me parece que es una visión muy poco constructiva. Por supuesto que sufrimos el exilio: a mi papá le pusieron una bomba y nos tuvimos que ir del país, fue una situación extrema, difícil y nos fuimos exiliados pero después, por la forma de ser los cuatro, mis padres, mi hermano y yo tomamos lo bueno, que era empezar a vivir en otro lugar del mundo. Somos lo que somos porque vivimos un tercio de nuestras vidas en España y seguimos vinculados desde el humor, desde el pensamiento, a esa cultura.

En familia. Birabent con su
En familia. Birabent con su esposa y su hijo, en 2016.

-Hay una definición muy linda de la lectura en tu libro. “Pasar la vista como un láser que decodifica y convierte en música y aventura la tinta impresa”. ¿Qué te gustaría que decodifique tu lector de Tres?

-Me gustaría que decodifique el corazón del que escribe y de su amor por sus semejantes, por las mañanas, los atardeceres, por las personas anónimas que me cruzan por la calle y me roban la mirada durante un segundo, me gustaría que pudiera percibir un destello de ese amor.

-Dijiste que el lápiz y papel te acompañan siempre, ¿estás escribiendo algún otro texto ahora?

-Terminé de escribir Tres hace 6 o 7 meses y paralelamente me puse a escribir algunas cosas que no hacen mención a mí ni hacen mención a mi familia. Son cosas breves, reconozco que por ahora no encontré la manera de escribir cosas largas, no me encuentro en ese registro y tampoco me siento un escritor. Escribí un libro que se llama Tres y hace 35 años que escribo canciones pero eso no me convierte en un escritor. Lo que estoy escribiendo habla de un personaje inventado, que reflexiona sobre su entorno, la diferencia es que no estoy yo. Sigo escribiendo canciones, pero el libro me colocó en un lugar distinto, novedoso, como generador de palabras. Son prácticas muy distintas: la escritura tiene para mi menos reglas y tengo la libertad del que todavía está haciendo sus primeras armas y entonces me siento mucho más virgen.

Fuente: Télam

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