A los sobrevivientes de la guerra por las Malvinas se les impuso el pacto de silencio, fueron víctimas de un largo proceso de desmalvinización. Y si bien con el transcurso del tiempo el manto de neblina se fue disipando, todavía existe una visibilidad reducida, los bancos de niebla del olvido. Entonces me propuse el trabajo inverso: Malvisanar, hacer visibles sus historias. Entrevistarlos para escribir y publicar un libro, y avanzar así por el camino opuesto de aquel que les marcó la guerra y su después. Poner palabras para activar la memoria. Recordar todo lo posible. Que sus relatos salgan del desamparo y encuentren su cauce: ser reconocidos. Reynaldo Arce, Darío Correa, Alberto Filippini y Sergio Vainroj pudieron relatarme lo vivido, sabiendo que sus testimonios estarían abrigados entres las páginas de un libro preparado para salir a contarle al mundo esas historias urgentes que merecen ser leídas y escuchadas.
Nos encontramos durante varias jornadas en sus casas y en la mía, en ambientes distendidos donde los hombres, veteranos de la guerra, respondían a mis inquietudes pero también asociaban libremente, me relataban lo que les pasaba por la mente y lo que tenían ganas de contar. No se trató de una terapia pero sí resultó un acto terapéutico a favor de la salud mental, poblando las ausencias, liberando las ideas estaqueadas en la tierra del olvido, en el país del nomeacuerdo. Me sostuve en cada jornada abrazado a los fundamentos del psicoanálisis, convencido de que el camino de la sanación es por la vía de las palabras liberadas, para ir develando los enigmas, ese saber no sabido que lastima camuflado en la desmemoria. Avancé sabiendo que el trauma singular, y en este caso también social, que no sale a la luz, genera mayor oscuridad, síntomas y enfermedades; porque lo oculto y reprimido horada la vida cotidiana.
Somos sujetos de una época. El contexto sociopolítico nos marca. No es extraño que quienes crecimos durante esos tiempos difíciles hayamos olvidado tanto, reprimido demasiado. Muchos sobrevivientes de la guerra no lograron sobrevivir a las detonaciones que explotaron después. Lo sufrido y silenciado post-Malvinas significó suicidios, enfermedades psicofísicas, consumo problemático de sustancias tóxicas, odios, rencores, diversas formas de la violencia, existencias intoxicadas por los traumas retenidos en las trincheras del alma. ¿Soldado que huye sirve para otra guerra? No, ya no. Excombatiente que sana sirve para reclamar sus derechos, para dar testimonio de lo padecido, y para enseñarnos que el camino no es el de la violencia, nunca más. La enfermedad y el olvido no te empoderan, no sos soberano, estás alienado al dolor. ¿Cómo seguir luchando por la soberanía de las islas Malvinas cuando tantos protagonistas que fueron fundamentales siguen desatendidos? El libro se constituyó desde los encuentros, los diálogos y la escucha, valorando sus testimonios para dejar por escrito lo que vivieron, porque la nueva batalla es discursiva y diplomática.
El largo y sinuoso camino de los veteranos se inició en la guerra de Malvinas y continuó por las calles del aislamiento continental, a arreglárselas como pudieran en La isla interior, en ese territorio difuso donde los fantasmas acechan de noche y de día, en el sueño como en la vigilia. Espectros que yiran y yiran creciendo con el miedo y el silencio, con la indiferencia de los habitantes del mundo que se hacen los sordos y los mudos, parafraseando a Discépolo. Pero los traumas son atemporales, igual que minas ocultas, parece que no están pero revientan a medida de que se intenta avanzar. Pero para salvarnos está la memoria. Recordar para no volver a transitar las zonas minadas, por no repetir los errores y lo horrores del ayer. El camino del pasado al presente, y del olvido a la memoria, es a través del relato y la reflexión. Por eso les ofrecí la escucha y el proyecto del libro, para que sigan drenando y para que a las palabras no se las lleve el viento del olvido. Y yo me propuse, mientras desgrababa sus testimonios, una versión literaria libre para resignificar también mi historia, la de un pibe de 12 años atravesado por los fragmentos de una guerra incomprensible.
A 40 años de la guerra, debemos reclamar pacíficamente la legítima soberanía argentina sobre las islas Malvinas, reconocer el papel histórico que les tocó transitar a esos hombres y mujeres, y a sus familias, denunciar las injusticias, escuchar sus vivencias, darle lugar a esas palabras que se oponen a los estallidos. Porque las palabras deben ir delante, desactivando bombas, espantando violencias. El libro es el resultado de los encuentros poblados de diálogos y de recuerdos. El libro es lo opuesto a la guerra y al olvido. El libro es contención, registro y reconocimiento; una chispita para mantener vivo el fuego de la memoria.
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