El Dadá no solo determinó el futuro de las corrientes artísticas de la primera mitad del siglo XX, sino que fue un elemento esencial para los pintores, escritores, cineastas e incluso para la poesía y el teatro, de la época planteando una ruptura total con el sentido tradicional del arte, el final de las escuelas y la ausencia de estilo, por lo cual, incluos, no puede hablarse de una característica unificadora de lo que sería el arte Dadá.
Hugo Ball y Tristan Tzara son considerados los padres del Dadaismo. Sin embargo, aún se debate quién o por qué eligió el nombre a la corriente artística, aunque, como aseguró el mismo Tzara, eso no tendría la menor importancia. “Dadá no significa nada. Si alguien lo considera inútil, si alguien no quiere perder su tiempo con una palabra que no significa nada [...] Por los periódicos sabemos que los negros kru llaman dadá al rabo de la vaca sagrada. El cubo y la madre en cierta comarca de Italia reciben el nombre de dadá. Un caballo de batalla en francés, la nodriza, la doble afirmación en ruso y en rumano: dadá”.
Da-da es la balbuceante jerga de un niño, es lo primero que dice antes de hablar, recordando la naturaleza del hombre y la sencillez. Esto permite a los artistas recordar que el arte es la “plenitud del individuo”, convirtiendo el arte en algo fácil de adaptar.
Aunque el origen de esa corriente artística se remonta a 1916, cuando Ball publicó el Manifiesto inaugural de la primera velada Dada en el Cabaret Voltaire, todos parecen estar de acuerdo en que fue Tzara quien creo el corpus del movimiento con su texto.
Siete manifiestos dada (1924)
En este libro, Tristan Tzara explica qué es dada y en dónde lo podemos encontrar, pues para el artista no hay un significado y evita que esta corriente se mezcle con la burguesía, porque algo que le molesta a Tzara es que se emplee el arte para ganar dinero.
El autor menciona que escribe este manifiesto “para mostrar que pueden ejecutarse juntas las acciones opuestas, en una sola y fresca respiración; yo estoy en contra de la adicción; a favor de la continua contradicción, y también de la afirmación, no estoy ni en favor ni en contra y no lo explico porque odio el sentido común”.
Además, la palabra DADA fue tan empleada por estos artistas que muchos de los medios trataron de entender el significado o incluso darle una definición para poder entender qué es lo que buscaba, pero en el manifiesto rectifica que “ha puesto a los periodistas ante la puerta de un mundo imprevisto, no tiene para nosotros ninguna importancia”.
Y ante el hecho de aparecer con una palabra que define toda una corriente artística, muchas personas pensaron que se trataba más de un juego y no de algo serio, a lo que Tzara respondió en su libro:
“La crítica es por lo tanto inútil, no existe más que subjetivamente, para cada uno, y sin el menor carácter de generalidad”.
“No reconocemos ninguna teoría. Estamos hartos de las academias cubistas y futuristas: laboratorios de ideas formales”, con esto da por confirmado su negativa, además de estar en contra de todo lo que es “correcto”.
“El autor, el artista alabado por los periódicos, comprueba la comprensión de su obra: miserable forro de un abrigo con utilidad pública; andrajos que cubren la brutalidad, meados colaborando al calor de un animal que cobija bajos instintos. Fofa e insípida carne que se multiplica con la ayuda de los microbios tipográficos”.
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