Tan magnéticas como sus letras o su voz de profundidad cavernosa, la vida y la imagen del poeta y músico canadiense Leonard Cohen eran dos puntos difíciles de soslayar para un historietista como su paisano Philippe Girard, quien demuestra el carácter de icono atemporal de Cohen en un cómic que acaba de llegar en español a las librerías.
Sobre su propósito con esta biografía en viñetas publicada por Norma Editorial como Leonard Cohen: On the wire, dice en el prólogo el reputado periodista musical francés Michka Assayas que su autor emprende el reto “a imagen y semejanza de su modelo: como poeta”.
“Los episodios de su vida se le aparecen en una sucesión de señales y presagios, algunos felices, otros siniestros. Mitificados tan pronto como se viven, lo cual no tiene nada de absurdo cuando se habla de la existencia de un poeta”, escribe Assayas.
Muerte y libertad
La muerte es en cierta manera la vertebradora de este relato de trazo sencillo y limpio. Tendido junto a su cama, Girard retrata al músico en la soledad de su dormitorio, bajo la tranquila asunción de sus minutos finales, mientras revive los instantes más significativos de una existencia exprimida como sus cigarros, a los que volvió a los 80 años de edad.
Íntimamente ligado a la muerte aparece el tema de la libertad, de la búsqueda de la identidad personal, como el pájaro en el tendido eléctrico que da título a esta obra, como ese joven judío que escapó de una aburrida existencia en Montreal y que, después, se reinventó como músico a los treinta y tantos, demasiado mayor para algunos.
Puede que, tal y como predijo el crítico John Landau en 1974, “Leonard Cohen no fuese el futuro del rock and roll”. No lo pretendía, pero marcó época. En plena era de Jimi Hendrix, la psicodelia y la revolución “hippie”, implantó su propia manera de hacer canciones oscuras y densas.
Como recuerda Girard, a veces no contó con el apoyo de su discográfica y a veces tampoco con el crédito del público que ignoraba que él era el autor real “de Hallelujah de Jeff Buckley”. A veces fue él mismo quien no se dio ese crédito, lo que le llevó a renunciar a los derechos de uno de sus temas estrella, Suzanne.
Porque Leonard Cohen: On the wire recoge como instantáneas algunos de los episodios más emblemáticos de su producción artística, pero sobre todo muestra al hombre que estaba detrás de ellos, de los errores y los aciertos, un hombre que consumió la vida hasta el filtro.
“Lo mío es el ‘speed’, y el burdeos y la religión... Y el ayuno y el tabaco, ¡y las mujeres, claro!”, ratifica en una de sus páginas, durante la conquista de Joni Mitchell, una de sus muchas amantes, a las que esta obra cede un espacio especial.
Ahí están musas como Suzanne Verdal (a la que escribió la canción que lleva su nombre) y Marianne Ihlen (a la que dedicó So Long, Marianne), compañeras de profesión como Janis Joplin o Nico, la vocalista de la Velvet Underground, también la actriz Rebecca de Mornay, con quien llegó a comprometerse, u otra Suzanne, Elrod, con la que tuvo a sus hijos Adam y Lorca, llamada así por su admiración por Federico García Lorca.
No faltan nombres como los de la fotógrafa de moda Dominique Issermann, quien dirigió e ideó el emblemático videoclip de First We Take Manhattan, o el de Kelley Lynch, que fue una de sus últimas amantes, amén de su directora artística durante 17 años y la persona que lo dejó en la ruina en la última etapa de su biografía.
“Soy experto en la angustia y el sufrimiento. Saldré de esta”, expresa Cohen al enterarse precisamente de ese fraude, una coyuntura que, lejos de acobardarlo, lo devolvió a los escenarios para salir de los números rojos y protagonizar una última etapa gloriosa hasta su fallecimiento en 2016 a causa de una leucemia que no le impidió lanzar otro libro de poemas y el disco You Want It Darker
(Fuente EFE)