La figura del casanova o el donjuán se transformó en el arquetipo del seductor a mansalva, el acumulador de conquistas amorosas. Giacomo Casanova existió y fue, además del libertino que inauguró la práctica, de todo, incluso agente secreto. Y don Juan Tenorio fue el drama romántico por antonomasia, escrito por el español José Zorrilla. He aquí los caballeros que no podían parar de conquistar señoras. La compulsión al acopio, ninguna lograba calmar la sed, que parecía ser bien perturbadora. Por supuesto se han escrito infinidad de tratados dando explicaciones a semejantes accionares.
La Historia argentina ha tenido protagonistas del coleccionismo femenino. Parecidos pero con diferencias, Justo José de Urquiza y Manuel Belgrano le hicieron honores al cortejo incesante, a la seducción permanente. Parece que estos señores tenían mucho amor para dar.
Manuel Belgrano fue un diferente, tal vez el primer romántico del Río de la Plata. Abogado y economista, fue uno de los principales gestores de la independencia. Pero no daremos cuenta de su gesta política sino de la pasional. Nunca se casó pero tuvo varias mujeres. Su primer amor fue María Josefa Ezcurra –hermana mayor de Encarnación, la esposa de Juan Manuel de Rosas –con quien hubo un atisbo de boda pero no pudo ser. El padre de la señorita denegó el asunto y a otra cosa. La casaron con un primo pero cenizas quedaron, ella abandonó todo y siguió la huella de Manuel hacia el norte.
Vivieron una pasión clandestina en las tiendas de campaña pero nada fue para siempre. Pepa subió al carruaje, dio a luz a un niño en el camino y llegó a Buenos Aires. La familia, indignada con el oprobio hizo cambio de manos y entregó al pequeño Pedro Pablo a los recién casados Encarnación y Juan Manuel. Belgrano nunca supo que había tenido un hijo.
En 1815 se embarcó rumbo a Londres junto a Bernardino Rivadavia en misión diplomática. Allí, entre pliego y documento conoció a una cortesana francesa llamada Isabelle Pichegru, o vaya uno a saber, porque la señora era una impostora de ley. Hubo revolcón y ansiedades pero Manuel tomó el barco y regresó al país. Isabelle quedó prendada y al tiempo se embarcó y llegó al puerto de Buenos Aires a la busca del amante perdido.
Y por último, la joven Dolores Helguero, tucumana y casada, que le dio a la infanta Manuela Mónica. Parece que a don Belgrano se le imposibilitaba poner la firma, todas eran casadas. Con otros hombres.
Urquiza, padre múltiple
En el caso de Urquiza la cacería fue distinta. Desde muy joven supo que le gustaba el poder, y en el envión también aparecieron las mujeres. Hubo muchas, la leyenda cuenta que toda la provincia de Entre Ríos desciende de Justo José.
Sin embargo, a diferencia de Belgrano, con cada amor llegaba el parto, y hubo tantísimos. Nunca se desentendió. Cuentan que cuando se vestía para irse, hacía entrega de varias monedas para el futuro fruto de ese amor.
Cuando conoció a Dolores Costa, ya grande, decidió que con ella se casaría. Las malas lenguas vociferaban. Tenía una infinidad de hijos, otro tanto de mujeres en su haber. Pero antes de casarse le dio el apellido a la prole. Vivían todos en dulce armonía. Incluso compartían techo la segunda y la última: Cruz López Jordán y Dolores Costa. Lo acusaban de tener un harem, él hacía oídos sordos. Coleccionó poder, dinero, territorio y mujeres. Voraz como pocos.
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