Rachel Cusk: “Uno de los rasgos de mi generación es que a menudo recibimos crueldad de nuestros padres”

Considerada una de las voces más originales de la narrativa contemporánea, la escritora nacida en Canadá habla de su regreso a la ficción con “Segunda Casa”, luego de años de éxito con libros más experimentales

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"A lo largo de los años, la búsqueda de raíces en mi caso se ha unido con la búsqueda de la verdad, dice Rachel Cusk (Ulf Andersen/Getty Images)
"A lo largo de los años, la búsqueda de raíces en mi caso se ha unido con la búsqueda de la verdad, dice Rachel Cusk (Ulf Andersen/Getty Images)

Es autora de diez novelas, tres memoirs y un libro de ensayos. Luego de escribir ficción tradicional con títulos como Arlington Park o Las variaciones Bradshaw, se transformó en una de las escritoras más originales e inteligentes de las últimas décadas y ha conseguido al mismo tiempo tomar del cuello y dejar pensando a sus lectores por medio de narraciones autorreferenciales pero también a través de la estilización de historias de otros, contadas por una voz evanescente, una voz que consigue desaparecer de la escena.

Mientras que en libros como A Life’s Work: On Becoming a Mother (2001) y Despojos (2012) Rachel Cusk (Canadá, 1967) provocó verdaderos terremotos literarios escribiendo de manera descarnada sobre el lado B de su maternidad o el colapso que siguió a su divorcio, en la celebrada trilogía que conforman A contraluz (2014), Tránsito (2017) y Prestigio (2018), Cusk diseñó una apuesta narrativa fabulosa y singular en la cual la protagonista, Faye -que por diversos motivos tiende a fundirse con la figura de la autora- es una escritora que va contando episodios entre cotidianos y filosóficos que la tienen como protagonista aunque la mayor parte del tiempo su voz se diluye y a cambio aparecen las de personas de diferentes géneros y clases sociales que están ahí, frente a ella, para hablar de sí mismos, de sus pequeñas felicidades, sus desdichas y sus desesperanzas.

Cusk consigue en esas novelas hacer estallar el punto de vista convencional. No hay trama en esos libros sino tramas. No hay voz propia todo el tiempo sino escucha: las voces de los otros toman la palabra en el relato, en un procedimiento fascinante que desafía los criterios convencionales de perspectiva narrativa.

Rachel Cusk regresó a la ficción con "Segunda casa". (Ulf Andersen /Getty Images)
Rachel Cusk regresó a la ficción con "Segunda casa". (Ulf Andersen /Getty Images)

En Segunda casa, su última novela (publicada en español por Libros del Asteroide), la narradora es la contracara de Faye: M. es pura necesidad expresiva. En la historia hay una marisma, una cabaña, una pareja. M., la dueña de casa, es escritora, tiene alrededor de cincuenta años e invita a L., su pintor favorito, unos años menor, a pasar un tiempo con ella y con Tony, su marido. Conmovida por su pintura, impactada por su arte, imagina -aspira a eso, al menos- que la presencia del artista podría llegar a dar nueva luz a su propia vida y también apunta a que su presencia estimule su inspiración, que pasa por una temporada de baja intensidad. Sueña, además, con ser retratada por él. Pero él no llega solo y su compañera es una mujer más joven.

El título de la novela, trabajada en género epistolar, juega con una doble idea en inglés ya que “second place” puede ser la segunda casa de la construcción principal, aquella en la que se aloja el invitado, pero también el segundo lugar que se ocupa detrás de un ganador o una segunda opción, el segundo lugar reservado a las mujeres, sobre todo en la madurez, cuando la edad va de la mano de un sentimiento de invisibilidad al que se hace difícil escapar. Se trata de un relato sobre los vínculos, las contradicciones de la maternidad, el arte, el envejecimiento, el fracaso y el lugar de las mujeres, siempre determinado por otros.

La novela es una forma original de reescritura de Lorenzo en Taos, el libro de memorias de 1932 en el cual la mecenas Mabel Dodge Luhan escribió sobre la estadía del escritor D.H. Lawrence durante dos años en Kiowa, su rancho de Nuevo México. De hecho, Cusk conservó cuestiones clave de la forma del libro de Lodge: “Descubrí que usar esta estructura preexistente me permitía pensar mucho más sobre la filosofía y mucho menos sobre la ambigua tarea de la representación”, dirá en esta entrevista con Infobae que fue realizada por escrito, a través de un cuestionario, en la que reflexiona sobre esta nueva obra que la devuelve a la ficción y en la que habla también sobre sus libros anteriores y el impacto que lograron, además de referirse a algunas obsesiones y a sus celebrados procedimientos narrativos -a los que vincula con la fotografía-, esa alquimia que la convirtió en uno de los grandes nombres de la literatura contemporánea.

"No necesito estar entre seres humanos para escribir, ¡todo lo contrario!", dice Cusk cuando se le pregunta si la pandemia afectó su trabajo.
"No necesito estar entre seres humanos para escribir, ¡todo lo contrario!", dice Cusk cuando se le pregunta si la pandemia afectó su trabajo.

-Usted nació en Canadá, vivió en Los Ángeles, también en Londres durante décadas y ahora está en París. ¿Cómo se describe? ¿De dónde dice que es?

-Un problema con el desarraigo, tal como lo veo, es que el impulso de aferrarse al nuevo lugar es muy fuerte, incluso si lo que representa es un estado de inquietud y pérdida. A lo largo de los años, la búsqueda de raíces en mi caso se ha unido con la búsqueda de la verdad. Hay un ejercicio fundamental de percepción que se expone con el movimiento: cómo se ve se diferencia de aquello que se ve y de cómo es visto uno mismo.

-Sus retratos de la maternidad y el divorcio fueron muy exitosos y, al mismo tiempo, muy criticados por lo que podríamos llamar lectores un poco más conservadores o tradicionalistas. ¿Cómo vivió esas experiencias? ¿Recibió cartas, llamadas o mensajes de ambos lados?

-Creo que siempre entendí que el poder de impactar tiene un valor en sí mismo, pero ciertamente estaba desgastado por las respuestas despiadadas a mi trabajo, especialmente porque lo que yo trataba de registrar eran estados de vulnerabilidad particularmente femeninos. Pero, por un lado la crueldad en sí misma no es especialmente sorprendente y, por otro, siempre hubo algunas personas que entendían lo que estaba tratando de hacer.

- En su literatura es fácil advertir su habilidad para escuchar las palabras de otra persona, incluso para espiar cómo viven los demás. En cada libro de su trilogía hay conversaciones durante viajes en avión, o en las pausas en festivales de literatura. ¿Cómo fue trabajar durante la pandemia, en los momentos más duros del confinamiento?

-En términos de escritura, el encierro fue bueno, ya que ser interrumpido o perturbado es el principal obstáculo para crear. No necesito estar entre seres humanos para escribir, ¡todo lo contrario!

Rachel-Cusk
Rachel-Cusk

-En Despojos, en un momento la narradora dice algo así como que aprender a practicar la maternidad era como “haber aprendido ruso de golpe”. Y hay una discusión con su marido en torno a la idea del feminismo. Hoy la discusión sobre el feminismo o los feminismos está en el centro de los debates culturales. ¿Se considera feminista? ¿Cambió su idea sobre el tema en estos años en los que el feminismo de alguna manera se convirtió en idea mainstream?

- Por supuesto que me considero feminista, ¡sea lo que sea! Trato de no prestar demasiada atención a los argumentos sobre la identidad. Escribo siempre con la esperanza de que alguien encuentre útil algo de lo que digo.

- ¿Cuándo se convirtió en escritora? ¿La trilogía fue un proyecto desde el principio o comenzó a convertirse en algo más grande mientras escribía?

- Mi propio hábito de escribir comenzó temprano en la infancia, creo que como una respuesta a las diferencias entre la “realidad” tal como la veían y describían los adultos y mi propia experiencia de vivir y ver. Probablemente eso no ha cambiado mucho en términos de dónde tiende a ubicarse mi escritura. La trilogía surgió de una comprensión abrumadora, hacia la la mitad de mi vida, de que las formas y estructuras literarias eran en sí mismas versiones o distorsiones de la realidad, en las que ciertos aspectos de la existencia, especialmente la existencia femenina, eran inadmisibles.

- ¿Cómo se creó el particular punto de vista que usa en la trilogía? ¿Cómo logró hacer que las voces de otras personas sean las que construyen la novela aun cuando hay un narrador en primera persona?

- Al principio pensé mucho en cómo funciona la fotografía, en cómo el fotógrafo tiene que tener la capacidad de enmarcar la realidad en lugar de inventarla o escenificarla. La puesta en escena de una novela me parecía inherentemente problemática, porque esa técnica solo pertenece realmente al teatro, que se representa concretamente frente a una audiencia. Así que traté de encontrar una manera de alejarme de la puesta en escena y acercarme al encuadre, lo que requería que la novela hablara o actuara por sí misma, para que, en algún sentido, fuera el lector quien la “encontrara”.

- En una de las novelas -creo que es Tránsito-, en un momento se dice algo así como: “Nosotros no somos más que el resultado del trato que hemos recibido de los demás”. Me gusta mucho esa frase, me gustaría saber cuál es su opinión al respecto hoy.

-Muchas veces pienso que uno de los rasgos de mi generación es que recibimos a menudo crueldad por parte de nuestros padres y nos hemos visto obligados a darles a nuestros hijos bondad y respeto. Entonces, esas perspectivas pueden ser particularmente fuertes, en el sentido de que uno puede ver en los hijos de uno una especie de libertad y de autoaceptación que nos son completamente ajenas, al menos para mí.

- En Segunda casa, su nueva novela, regresa a la ficción. ¿Es la autoficción o la narrativa autorreferencial un ciclo cerrado para usted?

-Creo que nunca he basado mi escritura en otra cosa que no fuera la individualidad. Este énfasis puesto en la idea de que el “yo” se está introduciendo de manera grotesca en la ficción contemporánea es curioso, porque el canon literario está conformado básicamente por una literatura profundamente arraigada en la existencia del escritor.

- Segunda casa se inspiró en Lorenzo en Taos, el libro de Mabel Dodge. La novela es también una reflexión sobre el arte y la creación, que puede traer felicidad pero también dolor, es una historia sobre la admiración y, una vez más, sobre el lugar de la mujer y la maternidad. Es una ficción pero también es una novela de ideas. ¿Cómo fue trabajar en este género?

-Me gustó la idea de usar como recipiente un libro que ya existía. Parecía responder a algunas de las preocupaciones que yo tenía acerca de qué causa o genera una novela. Así que tomé la estructura y la llené con mi propio contenido. Ese libro también tuvo para mí una función como del producto descartado de la voz femenina, lo que se acerca mucho al mundo temático de Segunda casa. Descubrí que usar esta estructura preexistente me permitía pensar mucho más sobre la filosofía y mucho menos sobre la ambigua tarea de la representación.

- Hay autores que alguna vez fueron nombres clave de la llamada autoficción que ahora están cerrando esa etapa. Algunos han optado por continuar su obra en novelas de pura ficción en el marco de la literatura de género. ¿Fue la literatura del yo una moda, una tendencia?

-Mi modo de entender la autoficción es que fue una forma de corrección de la base cada vez más subjetiva de la novela y de los problemas que crea en términos de la verdad. La verdad verificable del yo puede afirmarse contra esa deriva hacia la apropiación indebida y la fantasía. Pero el yo de uno mismo no siempre está disponible para ser expuesto, no siempre tiene un sentido. Cuando ése es el caso, creo que la literatura de género es un lugar muy natural hacia dónde ir.

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