Cuando el COVID-19 alcanzó la denominación de pandemia, Orhan Pamuk sintió algo de celos. Estaba ad portas de terminar “Las noches de la peste”, su más reciente novela. Lo cierto es que había comenzado a escribirla en el 2016 y justo después de que sus más cercanos amigos se atrevieran a decirle que esos temas sobre enfermedades ya no tenían vigencia, el covid 19 se convirtió en un motivo de preocupación de toda la humanidad.
Era la primera novela que se escribía en tiempos de pandemia y, aunque algunos detalles comenzaron a sobrar, como las explicaciones sobre qué es una cuarentena, el argumento se mantuvo intacto: la historia de supervivencia y de unos protagonistas que lidian con las dificultades del encierro y la inestabilidad política, mientras que la peste asecha y deben vivir los meses más turbadores en una isla otomana, marcada por el frágil equilibrio entre cristianos y musulmanes.
Así, a través de un relato de una historiadora, se recrea un pasado que se nutre de referencias y fuentes, como la medicina, para dar como resultado una novela que se suma al renacer de los libros en torno a las pandemias.
“Estaba tan ocupado con mi novela, cuando de repente llega un virus que afecta a toda la sociedad. Eso me pareció muy curioso. Algo parecido me sucedió cuando yo estaba finalizando “Nieve”, en el 2011. El 11 de septiembre se produjo la caída de las Torres Gemelas. Antes de que saliera el libro, yo había mencionado a Osama Bin Laden en dos ocasiones, luego lo borré. Pero entonces pensé que nadie me iba a creer. En esta novela, cuando descubrí que la pandemia existía no borré nada”, cuenta con un deje de ironía con el que si bien no pretende dar una certeza sobre una premonición, solo señala los hechos como una serie de casualidades inmiscuidas en su proceso de creación literaria que han terminado por dar origen a un libro que es catalogado por muchos como ‘su mejor obra’.
Seleccionado para el premio Nobel en el año 2006, Pamuk asegura que ese reconocimiento no ha ejercido un efecto paralizante sobre sus escritos. El escritor turco señala que el hecho de haber recibido tal galardón, solo ha funcionado como un detonante que motiva más su labor, esa que desarrolla diariamente desde hace años, en medio de cuadernos de notas que va acumulando en su estudio de Estambul.
“Este cliché… Yo creo que lo podríamos comparar con el caso de T.S. Eliot. Se decía que no había escrito cosas más importantes y que se imitaba a sí mismo. Él recibió el premio Nobel y fue una excusa para no seguir escribiendo una poesía como la que escribía. Yo creo que todo esto responde a un cliché porque yo recibí el Nobel a los 54 años y tenía muchos planes. De hecho, he estado pensando en esta novela por 40 años y ahora voy a escribir una novela en la que pensé hace 35. Para mi un Nobel no es un castigo, me sentí muy feliz recibiendo este premio y me hizo trabajar incluso más. Cuando me gané el premio, me tradujeron a 40 lenguas, ahora estoy en más de 60 idiomas. Acabo de firmar un contrato con Nepal, así que me siento muy motivado por mis lectores. Todo esto me da energía y creatividad y como yo escribo lentamente y planifico, para mi escribir nuevos libros no ha sido ningún problema”, cuenta desde su estudio en Estambul.
Pero si bien en la práctica el hecho de escribir es algo que lleva haciendo desde hace más de treinta años, en una especie de confinamiento auto impuesto, Orhan tiene claro, que en medio de la alegría de escribir también existen detractores que, de alguna manera, escudriñan entre su ficción para lograr impedirle continuar en su ejercicio.
En una Turquía que, para febrero de este año, según datos de Reporteros sin fronteras, registraba alrededor de 200 periodistas y colaboradores tras las rejas, un tribunal turco abrió recientemente una investigación contra Pamuk por, supuestamente, insultar al fundador de la república, Mustafa Kemal Atatürk, y a la bandera turca en “Las noches de la peste”. Sin embargo, el escritor se mantiene en que no existe una sola página con insultos de ese talante y que no tiene temor por las consecuencias, pues se encuentra en una posición privilegiada, en comparación con quienes realmente han tenido que asumir las consecuencias de cara a la libertad de expresión.
“No no soy del tipo de personas que hace algo y después lo niega. Este libro es una alegoría al crecimiento de las naciones después de la desintegración del imperio, nuevas naciones que se formaron después de la caída del imperio otomano. Sin embargo, no hay una conexión directa a Atatürk. La Fiscalía me llamó y me dijeron que hay muchas quejas y así es como funciona la ley en Turquía. Entonces yo dije ‘Bien, dígame usted en qué página me burlo o insulto a Atatürk, ¿me pueden ustedes ilustrar con una página?’ Evidentemente no había una sola página. No podían probar absolutamente nada. Mi experiencia me dice que todo esto se desvanecerá en los laberintos de la burocracia de Ankara porque nada de esto se basa en la realidad sino que son acusaciones kafkianas que yo intento tomarme seriamente”, señala.
Reitera que, aunque tal ataque no tiene fundamento y, en realidad, quienes tienen problemas no son precisamente los escritores de ficción, la gravedad de la situación de su país no solo pasa por la censura sino por un golpe a la democracia y a la economía. Sostiene que las personas en Turquía a diario padecen las carencias de la pobreza a la que han sido sometidos tras la pandemia y la inflación –que según el Instituto Turco de Estadística, para el mes de marzo, alcanzó el 61,14%–. Y tal situación se traduce en una caída en la popularidad del gobierno de Erdoğan, pues muchas veces el hambre puede sobre las necesidades de los pueblos.
“De nuevo, quiero subrayar, en Turquía no hay libertad de expresión y si no la hay, no hay democracia. Tenemos una especie de democracia falsa en el sentido en que la gente vota y, si vota, vota por Erdoğan, a pesar de que él ponga a la gente en la cárcel. Hay mucha gente que está en la cárcel por, presuntamente, insultarlo, cuando simplemente lo criticaban. Pero a pesar de esto hay algo bueno. Las encuestas están diciendo que su popularidad, como el dinero en Turquía, está cayendo y es posible que las próximas elecciones no sean claras y justas. Pero, si son justas, yo creo que cae, porque ha puesto a mucha gente en la cárcel y, además, porque la economía en Turquía se ha hundido. La gente está viviendo en situaciones de pobreza. Incluso sus seguidores están enojados”, afirma.
Las costuras de la obra
Cuando Orhan Pamuk era a penas un adolescente alcanzó a pensar en que sería pintor. Cuenta que en aquel entonces se dedicaba a imitar a los artistas que admiraba. van Gogh y Picasso fueron algunos de ellos. Cuando se inició en la literatura las cosas no cambiaron. Tuvo algunas influencias que aún, al día de hoy lo persiguen y que retoma con frecuencia como a Jean-Paul Sartre, William Faulkner, Dostoyevski, Borges, Calvino y García Márquez. Pero de esos inicios a lo que es hoy como escritor, hay algunos cambios. Uno de los más importantes no solo tiene que ver con la planificación, sino con la necesidad de entender a todo tipo de personas, incluso a aquellas cuyas personalidades le resultan contradictorias. Por ello, en su necesidad por comprender el mundo desde otra mirada, en Las noches de la peste, uno de los personajes con los que pudo asumir tal postura es el de Mîna Minguerl, la historiadora que narra la novela y que, enfrentada al mundo de la academia y los intelectuales, se encuentra entre el dilema de la corrección política y la necesidad de evitar un nacionalismo que algunas veces no puede evitar con sus comentarios.
Pero a la final, señala, la investigación de Mîna Minguerl, termina siendo tan solo una de las partes de su obra, pues todo termina siendo el resultado de un trabajo arduo de lectura, en el que a partir de notas, se van construyendo fragmentos, personajes, puntos tangenciales. “Yo tengo suerte porque Dios me ha dado mucha imaginación y para mi encontrarme con un tema nunca es un problema. Con el tema empiezo a leer a tomar notas en libretas y a partir de allí defino la historia. Después los capítulos desarrollo una página y tomo otras notas. Tengo muchos cuadernos, muchas libretas y después paso a la fase de ejecución de la historia y le pongo mi creatividad, mi mentalidad y ahí vas inventando más. Hay gente que cree que los escritores sueñan un libro en cinco segundos y luego lo escriben, pero no, una novela es como un árbol como 10 mil hojas, y un árbol al principio es una rama con 10 hojas. Pero mirando la primera rama desarrollas la segunda y después la tercera y después vas haciendo crecer le tronco y el árbol. Poco a poco todo es más preciso, más detallado. Muchas veces mi lectores me dicen que he trabajado muchísimo para una novela y sí efectivamente, así es como yo trabajo, pero siempre me lo paso bien, no me quejo porque me olvido de la vida real, me siento como un niño que juega con sus juguetes. Cuando eres niño juegas y el tiempo pasa volando, y de repente entra tu madre y te dice ‘estás aquí’ y tú dices, ‘sí, estaba en mi mundo imaginario jugando’. Pues escribir una novela es como eso. Yo me pierdo en mis páginas en mi imaginación, en mis notas y debo confesar que también hay un lado de ambición competitiva. Yo quiero tener éxito, que me lean, soy un escritor feliz”, dice con la misma expectativa que merece el hecho que de que ahora su obra esté próxima a salir al idioma español, para narrar desde la ironía y la belleza de la isla imaginaria que ha decidido crear en esta obra, una novela que si bien cuenta las tragedias y la lucha de una sociedad que se enfrenta a una peste que acecha, también narra la realidad de la humanidad –que como bien dice Pamuk–, siempre sale adelante, sobrevive y se comporta igual en todas las pandemias.
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