“El movimiento de la crisálida” cuenta la historia de Pedro, con un padre ausente al que solo ve de vez en cuando, pues tiene una esposa con la que vive en un barrio de clase media-alta al norte de Bogotá, y otros hijos, sus hermanastros, a los que paga educación en colegios privados, a él solo le envía dinero de vez en cuando, la comida y un colegio público. La madre del protagonista ocupa el papel de la amante, vive en un barrio popular del sur de la ciudad.
A Pedro le encantan las mariposas, a lo largo de su vida se dedica a observarlas, entenderlas y estudiarlas. Se fascina por el proceso que hay entre la oruga y la mariposa. Tras finalizar su bachillerato, se gana una beca, que lo lleva a radicarse en Nueva York. En esta ciudad, que es de todos y a la vez de nadie, es el escenario donde se empieza a desarrollar las nuevas vivencias y complicaciones a las que se va enfrentando poco a poco el protagonista.
Catalina Navas habló para Infobae sobre su más reciente libro, El movimiento de la crisálida, publicado por Penguin Random House a través de la línea editorial de Alfaguara, el cual está basado, en gran parte, en una historia familiar.
Infobae: ¿Por qué el libro está escrito en primera persona siendo el protagonista un hombre?
Catalina Navas (CN): Pedro Caballero, el narrador y protagonista, se queja de la forma en la que otros han narrado la epidemia del sida, le molestan las noticias en las que se describe a los enfermos como guerreros que dan una batalla, en las que se habla de los enfermos que no eran homosexuales como “víctimas inocentes”.
Narrar en primera persona es una decisión que tomé para construir un personaje que quiere tomar control sobre lo que se dice de él. Al final del libro Pedro dice: “Qué placer contar mi propia historia y no que sea otro, un narrador falso de esos que ven todo por encima como en un teatro de marionetas. Alguien que me narre atormentado y avergonzado, culposo y enfermo y asustado de morir. Otro que me cuente adolorido y apenado. Como cuentan los periódicos y los noticieros, como contaba una novela que una vez leí”.
La narración en primera persona es parte de un personaje que necesita contar su vida en su propia voz.
Infobae: Relacionado a lo anterior, ¿qué necesitó para escribir la vida de un hombre a través de una pluma femenina?
CN: Leí testimonios de activistas, de artistas, de personas que contaron la epidemia en su propia voz y me pregunté: dejando de lado la culpa, la vergüenza que se ha impuesto desde sectores religiosos y conservadores, ¿cómo podría contarse la enfermedad? La respuesta a esa pregunta es una búsqueda que se convirtió en novela.
Infobae: ¿Cuál es el papel del concepto de la memoria en esta novela?
CN: Pedro tiene miedo de morir y que no quede nada de él, que nadie lo recuerde; o peor, que lo que se diga de él esté manchado por una vergüenza que no siente. La pregunta por la memoria es una constante porque, aunque el narrador sabe que el recuerdo es la única forma de seguir presente en las vidas de quienes lo quisieron, sabe también que lo que cuenta no es la verdad, que lo que quedó en el papel es sólo una versión de lo que pasó. La novela se pregunta por la memoria, por la noción de verdad y de testimonio y por los vacíos que quedan en el relato que uno hace de sí mismo, un relato siempre insuficiente.
Infobae: En una entrevista menciona que esta historia está basada en la vida de un familiar, ¿cómo fue el conocimiento y reconocimiento del relato de su tío?
CN: Bernardo López Rueda, mi tío, murió a causa de complicaciones relacionadas con el sida en 1992. Al morir dejó un archivo compuesto por cientos de fotos, cartas y postales en los que había un personaje que había que contar. Ese archivo, sumado a la vergüenza a la que usualmente se somete a los enfermos y familias, me llevó a escribir la novela.
Infobae: ¿Por qué la historia está atravesada por un relato católico?
CN: Me interesa explorar las posibilidades poéticas del catolicismo. Me interesa como detonante creativo. En esta novela quise trabajar como referente las imágenes barrocas de las iglesias en las que nos criamos la mayoría de los colombianos.
Por otro lado, uno de mis recuerdos más vividos de la infancia es mirar con deseo al Cristo guapo que adornaba la iglesia del barrio, un hombre adolorido, semidesnudo y muy atractivo. El catolicismo y sus imágenes me marcaron desde el miedo, el deseo, la devoción y la poesía.
Infobae: ¿Qué representa el amor entre el protagonista y Jesucristo?
CN: Me interesan del catolicismo las imágenes de canibalismo -comer del cuerpo de Cristo- y del potencial erótico que hay en ellas: uno siempre quiere hacerse uno con quien ama. El personaje de la novela es un hombre católico y devoto que no es indiferente a las imágenes de su amado espiritual.
Infobae: ¿Por qué considera que en un país como Colombia esté tan marcado por la doble moral?
CN: Colombia es un país muy violento contra quienes ejercen una sexualidad no hegemónica. Lo que conocemos como la doble moral ha sido, también, un mecanismo de defensa. Creo que no hay que ser tan duros con la gente que ejerce lo que leemos como doble moral, sino con las estructuras que la provocan: el patriarcado, el racismo, el clasismo.
Infobae: ¿Qué necesitó para escribir sobre la Bogotá de esa época?
CN: En esta novela las atmósferas temporales están construidas, también, por la música. Los personajes ponen vinilos de Pastor López y de Doris Salas; bailan en bares donde la voz de David Bowie obliga a hablar más duro y a acercarse al interlocutor.
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