Besar es un arte que se aprende despacio, con el tiempo. Y leer escenas en las que los besos son protagonistas es una experiencia única, que se vive con todo el cuerpo. En el Día Internacional del Beso, que se celebra hoy con motivo del beso más largo de la historia, convirtiéndose en un Récord Guinness -duró 58 ¡horas! y fue protagonizado por una pareja tailandesa- qué mejor que recordar aquellos que viven en las páginas de los libros. En prosa o en verso, los lectores somos cómplices de momentos románticos, algunos tristes, otros cargados de ternura e inocencia, y otros, llenos de sensualidad y erotismo.
Los besos ocupan un lugar privilegiado en el arte. Así lo demuestran Klimt, Picasso, Magritte y muchísimas películas, con emblemáticas escenas en la pantalla grande. En el caso de la literatura, la lista es enorme. En esta selección, Julio Cortázar, William Shakespeare, F. Scott Fitzgerald, J.K. Rowling, E.L. James Margaret Mitchell, John Green y Marcus Zusak narran distintos tipos de besos. Desde adaptaciones al cine, teatro todos tienen rasgos en común: todos resaltan emociones y son inolvidables. Y pedimos más amor, por favor.
Rayuela, de Julio Cortázar
¿Quién no recuerda el famoso capítulo 7 de Rayuela? Este beso marcó un antes y un después en la forma en la que se describen los besos en la literatura, e hizo de “juguemos al cíclope” una expresión legendaria.
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Romeo y Julieta, de William Shakespeare
La historia es una de las más famosas a nivel mundial. Romeo y Julieta narra la historia de los Montesco y los Capuleto, dos familias de Verona enemistadas por antiguos pleitos cuyo origen ya casi nadie alcanza a recordar. Con el odio llegó la violencia, y con la violencia, las primeras víctimas inocentes. Pero del odio nació también el amor entre dos jóvenes predestinados a la desventura: Romeo y Julieta. La suya es una de las historias más populares de todos los tiempos, a la vez que su trágico desenlace se ha convertido en un hito de la literatura universal.
Considerado el mejor dramaturgo de todos los tiempos, Shakespeare convirtió a Romeo y Julieta en la historia de amor por excelencia; su fama ha cobrado vida en otras artes que han tomado como referencia el trágico amor de los jóvenes de Verona. En el Primer Capítulo, en la quinta escena, los personajes de Romeo y Julieta se han encontrado en una reunión de la casa de los Capuleto, justo en esa celebración, Shakespeare nos regala un beso inolvidable:
Romeo: (Tomando la mano de Julieta) Si con mi mano he profanado tan celestial altar, perdóneme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso.
Julieta: El peregrino ha equivocado el sendero pese a que parece devoto. El palmero únicamente ha de besar manos de santo.
Romeo: ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?
Julieta: Los labios del peregrino son para orar.
Romeo: ¡Oh, es una santa! Cambien pues de oficio mis manos y mis labios. Ore el labio y otórgueme lo que le pido.
Julieta: En mis labios queda la huella de su pecado.
Romeo: ¿Del pecado de mis labios? Ellos se retractarán con otro beso (La besa nuevamente).
Julieta: Besas muy virtuosamente.
Julieta: El santo escucha con tranquilidad los ruegos.
Romeo: Entonces, escúcheme tranquila mientras mis labios oran, y los suyos se purifican (La besa).
50 sombras de Grey, de E.L. James
Este libro brinda millones de escenas de alto voltaje, sin embargo, la escena del beso en el ascensor es una de las más recordadas de la literatura. Cargada de sensualidad, en 50 sombras de Grey, en el primer volumen de la saga, Anastasia todavía no firmó el acuerdo de confidencialidad y ni siquiera sabe todo lo que le espera al lado de Christian. Primero, comienza a acariciar indiscretamente a Anastasia mientras están rodeados de gente en un elevador. Luego, en un arrebato, decide besarla mientras sostiene sus manos por encima de la cabeza. ¿Y cómo olvidar esta famosa escena llevada al cine, recreada por Dakota Johnson y Jamie Dornan, los protagonistas de la película? Este es su primer beso y sin duda la primera escena que desata la imaginación.
Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell
En Lo que el viento se llevó encontramos un beso que mezcla la picardía, el cinismo y la desfachatez y mucha carga sentimental. Los personajes creados por Margaret Mitchell, Rhett y Scarlett, son épicos, y aun así no tienen muchas manifestaciones de cariño a lo largo del libro, lo que le añade mayor relevancia a este apasionado momento.
“—Scarlett O’Hara, se ha vuelto usted loca.
Antes de que pudiera ser de nuevo dueña de su imaginación, los brazos de él la rodearon tan fuertemente como aquel día, hacía tanto tiempo, en el oscuro camino de Tara. De nuevo sintió la embestida brutal, el naufragio de su voluntad, la oleada de calor que la dejó inerte. Y el secreto de Ashley Wilkes se borró y desapareció en la nada. Él inclinó la cabeza por encima de su hombro y la besó, suavemente al principio, y luego con una creciente intensidad que la obligó a cogerse a él como a lo único firme en un loco mundo vacilante. La boca insistente de Rhett se apoyaba en los temblorosos labios de Scarlett, haciendo vibrar todos sus nervios, evocando en ella sensaciones que nunca se había creído capaz de sentir. Y antes de que el vértigo se apoderara de ella se dio cuenta de que le estaba devolviendo sus besos.
—Déjeme, por favor, no puedo más —balbuceó, intentando débilmente volver la cabeza.
Pero él la oprimió con fuerza contra su hombro y ella vio como en un sueño el rostro de Rhett; sus ojos muy abiertos lanzaban llamas; el temblor de sus manos la asustó.
—No importa. Eso quiero. Has estado esperando esto durante muchos años. Ninguno de los necios que has conocido te ha besado así, ¿verdad? Tu precioso Charles, o Frank, o tu estúpido Ashley.
—Por favor…
—Digo tu estúpido Ashley. Caballeros todos ellos. ¿Qué saben de mujeres? ¿Cómo habían de comprenderte? Yo sí te comprendo.”
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, de J.K. Rowling
Este es uno de los besos más esperados de la literatura, tanto que hay que esperar siete libros para que ocurra. Sí, todos esperábamos que Harry y Hermione fueran pareja. Hasta la propia escritora J.K Rowling dijo que deberían haberlo sido. De todas formas, el beso entre Ron y Hermione fue uno de los más recordados de esta saga.
“En ese momento se oyó un fuerte estrépito: Hermione había soltado los colmillos de basilisco que llevaba en los brazos. Corrió hacia Ron, se le echó al cuello y le plantó un beso en la boca. El chico soltó también los colmillos y la escoba y le devolvió el beso con tanto entusiasmo que le levantó del suelo.
—¿Os parece que es el momento más oportuno? —preguntó Harry con un hilo de voz, y como no le hicieron ni caso, sino que se abrazaron aún más fuerte y se balancearon un poco, les gritó—: ¡Eh! ¡Qué estamos en guerra!
Ambos se separaron un poco, pero siguieron abrazados.
—Ya lo sé, colega —dijo Ron con cara de atontado, como si acabaran de darle en la cabeza con un bludger—. Precisamente por eso. O ahora o nunca, ¿no?
—¡Piensa en el Horrorcrux! —le soltó Harry—. ¿Crees que podrás aguantarte hasta que consigamos la diadema?
—Sí, claro, claro. Lo siento —se disculpó Ron, y con Hermione, ambos ruborizados, se ocuparon de recoger los colmillos del suelo.”
Bajo la misma estrella, de John Green
Esta novela desde el inicio desata sentimientos y emociones de todo tipo. Bajo la misma estrella narra la historia de una adolescente de 16 años, Hazel Grace, que padece un cáncer con metástasis, y que le obliga a respirar a través de un tanque de oxígeno. La joven acude a un grupo de apoyo para jóvenes afectados por la enfermedad, donde conoce a Augustus Waters. Junto a él vivirá una historia de amor para nada convencional, eso sí, en la que no faltará un romántico beso. Este beso juvenil no es el más apasionado y, a medida que se avanza en la lectura se vuelve predecible. Pero, ¿qué lo hace diferente? Los detalles. Por ejemplo, los protagonistas se besan en la casa de Ana Frank, cuestión que lo carga de simbología. También, cuando Augustus ayuda a Hazel a cargar su tanque de oxígeno para subir las escaleras, inundando de ternura la escena. Un gesto de amabilidad y de amor que culmina con una conversación íntima y a sabiendas de que sus futuros son inciertos.
El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald
Este un ejemplo de lo sutil, etéreo y frágil que puede llegar a ser un beso, casi tanto como el amor mismo.
“Su corazón latía cada vez más deprisa mientras la cara blanca de Daisy se acercaba a la suya. Sabía que, cuando besara a aquella chica y uniera para siempre sus visiones inexpresables a su aliento perecedero, su mente no volvería jamás a volar como la mente de Dios. Así que esperó, y oyó unos segundos más el diapasón que acababa de golpear contra una estrella. Luego la besó. Y, al roce de sus labios, ella se abrió como una flor y la encarnación fue completa.
Todo lo que dijo, incluido su espantoso sentimentalismo, me recordaba algo: un ritmo esquivo, un fragmento de palabras olvidadas que había oído no sé dónde, hacía mucho. Una frase trató de tomar forma en mi boca y mis labios se abrieron como los de un mudo, como si se les resistiera algo más que un asustado soplo de aire. Pero no emitieron ningún sonido, y lo que había estado a punto de recordar se convirtió en incomunicable para siempre.”
Ladrona de libros, de Markus Zusak
Podría decirse que el beso de Ladrona de libros es el más triste. Las lágrimas ruedan por el rostro de quien se topa con estas páginas. Segunda Guerra Mundial y muerte signan este beso. En 2013, este libro tuvo su adaptación al cine, escrita y dirigida por Brian Percival.
“Se inclinó sobre el rostro sin vida y besó en los labios con delicadeza a su mejor amigo, Rudy Steiner. Rudy tenía un sabor dulce y a polvo, sabía a reproche entre las sombras de los árboles y el resplandor de la colección de trajes del anarquista. Lo besó larga y suavemente, y cuando se retiró, le acarició los labios con los dedos. Le temblaban las manos […] No se despidió”
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