“El peligro de estar cuerda”, lo nuevo de Rosa Montero: “Me siento rara, pero los raros somos los normales”

La escritora española vuelve con un libro entrañable, donde expone su fragilidad y, a la vez, da datos científicos sobre de dónde sale la creatividad.

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La autora y su obra. Rosa Montero presenta "El peligro de estar cuerda"
La autora y su obra. Rosa Montero presenta "El peligro de estar cuerda"

-¿Todavía se siente rara? ¿Se siente niña? ¿En riesgo?

La voz de Rosa Montero llega por whatsapp desde Madrid, y llega como siempre: alegre, arrebatada, verborrágica, certera. Sin embargo, de lo que estamos hablando es de ser “rara”, “niña”, “en riesgo”. Y hablamos de esto aunque la española es una escritora de éxito y lo que está haciendo en estos días es presentar por América latina toda -gracias, virtualidad- su último libro. Que, bueno, se llama El peligro de estar cuerda. ¿Se siente rara?

-Me siento desde luego rara pero encantada de mi rareza, he llegado a la clarísima conclusión de que la normalidad no existe y que los raros somos los normales- dirá Montero al final de todo-. Así que lo que uno tiene que hacer es buscar su propia manada de raros, los raros que sean más afines con uno.

Se puede decir que El peligro de estar cuerda, el libro que ahora nos trae Montero, es varios libros a la vez. Es una investigación -Montero ha sido periodista toda la vida- para descubrir de dónde sale la creatividad, qué tipo de cerebro tienen los artistas, por qué unos se van detrás de ideas locas. La hace leyendo textos neurocientíficos, de Psicología, biografías. Hablando de sinapsis, de traumas infantiles, de esquizofrenia.

Lo hace -es una novelista probada- contando historias ajenas y, de paso, historias propias que no son fáciles, ni alegres, ni arrebatadas.

De hecho, empieza así: “Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza”.

Y aunque la autora escriba que el libro se trata “de la relación entre la creatividad y cierta extravagancia”, El peligro de estar cuerda mostrará la fragilidad de esta mujer que es una figura pública desde muy joven. Pero, quizás como un juego o quizás como una forma de protección, Montero advierte: algo de ficción puede haber.

"El peligro de estar cuerda". Un libro entrañable de Rosa Montero.
"El peligro de estar cuerda". Un libro entrañable de Rosa Montero.

La narradora -un huracán de 71 años- ya había hecho algo parecido -ciencia, historia, autobiografía- en La ridícula idea no volver a verte, un libro en el que cuenta la vida de Marie Curie, la científica que descubrió el radio y un poco, la suya propia. Porque Curie quedó viuda de un marido joven y Montero, también. Los dos duelos transitaban aquel libro de 2013.

Ahora, la narradora va al fondo de su creatividad y de sus fantasmas, de sus brillos y de sus terrores. Además de apoyarse en mucho dato científico, va contando manías, ideas, adicciones y sufrimientos de muchos otros escritores, como Clarice Lispector, Louis Althusser, Sylvia Plath, Charles Bukowski, Alejandra Pizarnik y tantos tantos tantos otros.

“Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas que hay en la Tierra padecerá en algún momento de su existencia un trastorno mental”, dirá Montero -investigadora en el libro.

Y enseguida, lo más personal: “He sufrido ataques de pánico desde los diecisiete hasta los treinta años”. Y el detalle: “Yo tampoco sabía por qué estaba asustada, pero me sentía a punto de morir de espanto. El cuerpo me temblaba con violencia y los dientes castañeteaban, y para colmo unos segundos después se sumó otro miedo, este sí ya con causa: el convencimiento de estar loca”.

Y más: “Al principio crees que no vas a regresar jamás a la normalidad, que vas a estar atrapada para siempre en esa torturada dimensión de pesadilla, pero en realidad las crisis de pánico duran unos cuantos minutos y luego se van disolviendo”.

Y sobre todo: “Estar loco es, sobre todo, estar solo. Pero estoy hablando de una soledad descomunal, de algo que no se parece en absoluto a lo que entendemos cuando decimos la palabra soledad”

-¿Cómo, cuándo, por qué decidió hacer un libro así? ¿Había una incomodidad que quería despejar? ¿A esta altura?

-Tengo la sensación de que es el libro de mi vida porque realmente responde a dos cuestiones que han sido dos pensamientos en construcción que me han acompañado siempre: el libro empieza con una frase que dice: “Siempre supe que había algo que no funcionaba bien detro de mi cabeza”. Y, en efecto, siempre tuve esa sensación, que algo no funcionaba bien y me pregunté por qué y más aún cuando tuve mi primera crisis de pánico. Entonces no tienes más remedio que preguntarte qué te pasa, intentar entender qué es lo que entendemos por locura, malamente llamada, y por cordura.

Vamos al libro. Escribe Montero:

Según la Organización Social de la Salud, una de cada cuatro personas que hay en la Tierra padecerá en algún momento de su existencia un trastorno mental”. Y: “Son cifras impactantes, pero aún son peores las que se refieren al estado psíquico de los artistas, y es especial los escritores, que al parecer nos llevamos la palma en chifladuras”.

-¿Escribió para explicarse?

-Desde siempre he tenido esa especie de torbellinos chisporroteantes de imaginaciones en mi cabeza, he dedicado mi vida a eso, he escrito ficción desde los cinco años, me he sentado un montón de horas de mi vida a escribir mentiras. Y entonces te preguntas: “¿por qué me dedico a esto?” Es una actividad bastante estrafalaria. Y también hay una inquietud, una curiosidad por saber cómo funciona eso, qué te lleva a esa actividad tan rara.

-Y se decidió a encontrar una respuesta...

-Hace cuatro años o así, de repente ya supe qué iba a hacer... Bueno, como sabes tú no escoges los libros que haces sino que los libros te escogen a ti. Y apareció en mi cabeza la idea de que tenía que escribir un libro en concreto centrado en eso, en creación y locura. Siempre he leído sobre estos temas pero desde hace cuatro años leí sistemáticamente, tomando notas en cuadernos, releí libros… Y entonces al cabo de ese camino, que fue como una investigación detectivesca, hay como una epifanía, respuestas a esas preguntas que me he planteado toda la vida.

La obra nace del dolor de perder, es una frase que acuñé hace años

En el El peligro de estar cuerda Montero efectivamente cuenta episodios inquietantes. Como cuando va caminando hacia la casa de unos amigos, en Portugal, y se pregunta qué pasaría si hubiera un terremoto en ese momento y listo, el terremoto empieza a ocurrir en su cabeza con la potencia de lo real.

“Por un lado estaba mi cuerpo real, que seguía caminando muy deprisa, con el piloto automático puesto, hacia la cita con mis amigos. Por el otro, mi vida imaginaria, en la que estaba experimentando un fuerte temblor: los árboles se cimbreaban, el asfalto ondulante hacía bailar encima a los coches como juguetes, el típico empedrado portugués de las aceras se desmigaba. ¡Y ese ruido increíble, el retumbar del mundo!

La escena se pone cada vez más aterradora: por un lado vuelve a su casa, donde ya no funciona la cerradura, y por el otro, llega a lo de los amigos. La mente nunca paró y el cuerpo siguió andando.

-¿La sorprendieron los datos que fue encontrando? ¿Como el de que muchos artistas tuvieron un dolor importante en la niñez? ¿O que los escritores tienen el 50 por ciento más de posibilidades de suicidarse? ¿Qué siente con esa información, que la involucra?

-Me embelesaron los datos. Ha habido en los últimos 15 años muchos avances en Neurología. Hace muchos años yo tenía la teoría de que de niños todos tenemos una imaginación que chisporrotea y que te hace ver la realidad en todas sus dimensiones. Pero al llegar a la pubertad la sociedad te dice que esas son imaginaciones de niño pequeño y que hay que dejarlas. La mayor parte de la gente las deja, pero un pequeño porcentaje no las deja nunca y siguen siendo como niños, jugando con esas imaginaciones. Los escritores, los artistas…

Cómo no va uno a sentirse en riesgo; la vida es puro riesgo, puro azar

-¿Y ahora lo confirmó?

-Eso lo escribí hace 20 años o más, y de repente leo en un libro de una neurocientífica, Mara Dierssen, que efectivamente lo que pasa es que el cerebro tarda mucho en madurar, que no madura del todo hasta los 30 años. Y que en la pubertad hay una “poda” cerebral, una poda de la sinapsis, es decir de las conexiones entre neuronas, una poda bestial, de modo que el cerebro poda esas conexiones entre neuronas que no son útiles, para centrar el cerebro en lo útil: en cazar bien el mamut, en recolectar sin envenenar a la tribu, etcétera. Salvo que hay una serie de personas que no pasan por esta maduración neurológica, a las que no se les poda el cerebro y siguen teniendo el cerebro hiperconectado como el de los niños. Entre esa gente está la gente con trastornos mentales y la gente que es creativa.

-¿La ciencia confirma la idea romántica del artista como alguien torturado?

-Niego, estoy completamente en contra de ese tópico absurdo y ridículo de que para ser artista hace falta sufrir mucho, es una estupidez.

Rosa Montero. Buscando las raíces de su brillo y su dolor. (Foto EFE)
Rosa Montero. Buscando las raíces de su brillo y su dolor. (Foto EFE)

-Pero...

-Es verdad que la obra nace del dolor de perder, es una frase que acuñé hace años. Y también hay otra que uso mucho, y que creo que va a ser mi próximo tatuaje, que es la frase de Georges Braque que dice que el arte es una herida hecha luz. Y es verdad: ¿qué vamos a hacer con las heridas de la vida sino intentar convertirlas en luz para que no nos destruyan? Es que la vida tiene de base suficiente sufrimiento. Escoge a la persona más feliz del mundo, la más feliz, que no puedas imaginar que se pueda ser más feliz; pues bien, esa persona, la más feliz, tiene en su vida el suficiente sufrimiento como para escribirse tres Quijotes.

-¿Por qué se sufre?

-Siempre está el sufrimiento tremendo de la muerte; la cosa inadmisible de la muerte, de la decadencia, de la muerte propia y la de los demás. La decadencia propia y la de los demás, el dolor propio y el de los demás. El artista no tiene por qué ser alguien que sufra más que otros. ¿Que tenemos una cabeza cableada distinto? Pues sí, es que por otro lado eso tiene sus precios, como todo en la vida, y sus compensaciones. Así que esta cabeza cableada distinta tiene su precio y tiene su compensación evidente. De hecho, este libro es una reivindicación de esa compensación. Este libro termina diciendo que es una absoluta maravilla tener esa capacidad creativa, que nos salva la vida, de hecho.

-¿Todavía se siente rara? ¿Niña? ¿En riesgo?

-¿Si todavía me siento rara? ¿Niña? ¿En riesgo? Me siento desde luego rara pero encantada de mi rareza, he llegado a la clarísima conclusión de que la normalidad no existe y que los raros somos los normales. Así que lo que uno tiene que hacer es buscar su propia manada de raros, los raros que sean más afines con uno. En ese sentido, perfectamente contenta de mi rareza. Niña me siento muchísimo, efectivamente creo que tengo el cerebro sin madurar en parte, por esta cosa que hemos dicho, de la falta de maduración neurológica. Porque quizás no pude ser niña de pequeña y ahora lo soy a tope. Y me alegro de ser niña, porque el niño es el que crea, esa capacidad de tener curiosidad, de asombrarse con el mundo…

-¿Y en riesgo?

-Y en riesgo, cómo no va uno a sentirse en riesgo. La vida es puro riesgo, puro azar, no controlamos nada, como nos ha enseñado la pandemia. Así que en riesgo me siento toda la vida. También me llevo mejor con ese riesgo. Cuando tenía 20 años miraba a la gente de 60 con el rabillo del ojo y decía “qué horror, cómo van a ir por ahí tan normales, con lo cerca que están de la muerte, si yo tuviera su edad estaría debajo de la cama aullando de miedo”. Y ahora tengo más de esa edad y no estoy debajo de la cama aullando de miedo, así que un avance, sin duda, ha habido.

El peligro de estar cuerda (fragmento)

Bastante menos chistoso, e incluso algo amedrentante, fue la extraña historia que me sucedió en noviembre de 1979. Publiqué una versión novelada de lo ocurrido en La hija del caníbal, pero ahora lo voy a contar tal como pasó. Yo tenía veintiocho años; había sacado en mayo mi primer libro, Crónica del desamor, y el fulminante éxito del diario El País, en el que colaboraba, había hecho que mi nombre se hiciera bastante conocido en muy poco tiempo. Vivía sola en Madrid, en un piso alquilado cerca del río Manzanares; tenía un contestador, un aparato que (sé que va a sonar coetáneo de la pintura rupestre) se conectaba al teléfono fijo, puesto que los móviles no existían, y, como su nombre indica, contestaba cuando tú no estabas en casa, permitiendo que te grabaran un mensaje. Yo llevaba un par de meses recibiendo llamadas inquietantes; al descolgar solo escuchaba una leve respiración y ese silencio húmedo y pegajoso de quien está mordiendo las palabras. También el contestador empezó a llenarse de mensajes vacíos: alguien dejaba pasar el tiempo sin decir nada. De pronto, ya en noviembre, la cosa empeoró. Tras unos segundos en blanco de la cinta, una voz de mujer dijo claramente: «Puta». Hubo dos o tres grabaciones más, todas insultantes. «Cabrona, mira que eres mala, eres lo peor.»

(...)

Un día regresaba a casa después de cenar, serían como las doce de la noche, y al abrir la puerta escuché que alguien estaba grabando un mensaje. Era mi insultadora, que cada vez estaba más locuaz: «Hipócrita, que eres una hipócrita... que vas de santita y luego te dedicas a robar hombres... Qué vergüenza...». Sus palabras me dejaron tan atónita que corrí hasta el aparato y descolgué:

—¡Hola! ¿Hola? ¿Quién está ahí?

De nuevo el silencio al otro lado de la línea, pero esta vez se escuchaban roces, pequeños ruiditos, el desorden que provoca el desconcierto. Y al fin:

—Soy yo...

Esa voz tan joven, retadora y temblorosa al mismo tiempo.

—¿Y quién eres tú?

—Soy... soy la mujer de Constantino —dijo, llenándose la boca con el nombre.

¿Qué Constantino?, pensé yo. Siempre he tenido una memoria horrible, y aún peor para los nombres propios.

—¿Qué Constantino?

Quién es Rosa Montero

♦ Nació en 1951 en Madrid, España.

♦ Su padre era torero y su madre, ama de casa.

♦ A los cinco años escribió su primera novela.

♦ Estudió Periodismo y Psicología.

♦ Entre sus libros están Crónica del desamor (1979), Te trataré como a una reina (1983), Amado Amo (1988), Temblor (1990), Bella y Oscura (1993), La hija del caníbal ( Premio Primavera de Novela en 1997), El corazón del Tártaro (2001), La Loca de la casa (2003); Historia del rey transparente (2005), Instrucciones para salvar el mundo (2008), Lágrimas en la lluvia (2011), La ridícula idea de no volver a verte (2013), El peso del corazón (2015), La carne (2016), Los tiempos del odio (2018), La buena suerte (2020) y El peligro de estar cuerda (2022).

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