La escritora mexicana Cecilia Eudave en conversación con Infobae: “Al interior de la familia puede haber mucha crueldad”

La autora publicó “El verano de la serpiente”, el segundo libro de una trilogía sobre el particular punto de vista de esta autora, nacida en Guadalajara, sobre las dinámicas familiares

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Cecilia Eudave
Cecilia Eudave

Son muy pocas las novelas que sorprenden al lector, pero cuando empezamos a leer una diferente, poco a poco descubrimos que hay algo en la narrativa que cautiva y envuelve a quien lo lee.

En El Verano de la Serpiente (Alfaguara) de Cecilia Eudave llama la atención de quien la lea, porque en algún momento de la lectura uno no tendrá idea cuando la serpiente esté alejada o enrollando al lector.

Por esa razón Infobae entrevistó a la autora para contarnos cómo fue mudando de piel el texto para poder lograr que la última fuera la definitiva de esta novela que no solamente va más allá del descubrimiento de dos niñas y el mundo, sino que se deben de adaptar a la vida misma.

¿Por qué elegir la serpiente? ¿Qué te llamó la atención?

Hay varios motivos, y razones, por los cuales titulé El verano de la serpiente. Es una historia que se conforma a voces, desde diferentes perspectivas. Tiene varios narradores posibles y en todas las personas gramaticales (singular y plural). Hay una línea vertebral que es la historia de Maricarmen, que sería la narradora principal (en primera persona), pero después tenemos narradores en primera persona, al igual que en segunda persona.

La intención. Todo sucede en un verano, del año 1977, es una novela de época (del siglo pasado) y la intencionalidad era también que 1977 resulta ser el año de la serpiente en el calendario chino. Me llamó la atención que hubiese escogido ese año, cuando pasaron acontecimientos importantes que vienen a marcar la entrada a los años ochenta, a una época en la cual se supone que la modernidad va a acercarnos más y a facilitarnos más la vida. Estamos en el siglo XXI y resulta que eso no pasó.

Cuando opté por la serpiente, también como personaje, que fue mucho antes de nombrarla, también tenía la intención de que la novela fuera zigzagueante, que el lector fuera sintiendo, en el momento de que va leyendo la novela, el movimiento oscilante de la serpiente. Ese movimiento es sutil, elegante, tenue, amenazante, inquietante y creo que cubre toda la novela. Establece una atmósfera, pero también un tono y, al mismo tiempo, nos va mostrando a los personajes, de cada lector, con toda esa sorpresa que cada uno guarda, por eso es ”El verano de la serpiente”.

Cecilia Eudave (Foto: Penguin Random
Cecilia Eudave (Foto: Penguin Random House)

¿Cómo entra el juego del inicio con la persona que le da el augurio y lo que sigue con Maricarmen?

Cuando inicié el primer capítulo pasé de lo macro a lo micro, es decir, es una especie de embudo. Vamos viendo todo lo que está pasando 1977 y se va a ir reduciendo hasta que llega, precisamente, a ese momento en el cual una niña está absorta viendo el espectáculo de la muchacha serpiente y todo lo demás parece no importar, porque ya está en el momento justo ante una disyuntiva, la posibilidad de lo insólito, lo irreal que se conjugan en esa carpa.

De pronto este presagio, que es el pórtico de la novela, todo el mundo dice: “ese augurio ¿qué?”, pero ese augurio no solamente es para Maricarmen, es también para los lectores y me gusta subrayarlo porque desde ese momento el augurio dice: “ve más allá de lo visible, déjate guiar por los ojos de la serpiente” esto es para que el lector, si quiere disfrutar de la novela, tiene que ir más allá de lo comúnmente, más allá de lo que está leyendo.

Poner atención en cada una de las líneas, de los detalles porque de pronto, cuando se va desarrollando esta novela, decimos ¿qué está pasando? ¿qué son todos estos personajes? Que pareciera un rompecabezas y en los últimos capítulos todo se va armando hasta que llegamos a estos dos últimos capítulos donde todo se conjuga y el capítulo final, que no podemos dar spoilers, donde se entiende ¿quién es la fantasma? ¿Qué es lo que estamos leyendo? ¿Por qué sucedieron todas estas cosas? Y el lector, creo, queda satisfecho y, al mismo tiempo, conmovido y sacudido por una historia que de pronto parece siniestra, pero que resulta más inquietante y que en su extrañeza nos regresa todo el peso de nuestra condición humana.

Los temas que tratas son muy adecuados con la época

El tema fundamental de la novela es la crueldad que se da a todos los niveles, de manera consciente y no consciente. Todos los personajes, de alguna manera, están infringiendo crueldad a los otros y el grado de crueldad se desarrolla en cada uno de ellos y genera cierto tipo de violencia.

La violencia es una consecuencia de la crueldad. ¿Este es el motivo principal?

En el caso del hombre que cuelga a su perro también tiene que ver esa crueldad que genera el morbo, y que también hay niños que desde pequeños son crueles y que se sienten atraídos en ese tipo de situaciones, como es el caso de Uriel, y víctimas de esa crueldad, que, como Maricarmen, son dictadores de algo que no acaban de entender y así también podemos ver cómo hay crueldad a nivel genérico, profesional, de la vida misma. De este padre que se va volviendo gris, podemos también observar al tío Carlos, que no consiguió acceder a lo que él quería y se dedica a hacer otra cosa que no quiere; el Capi, que es el que viene a recoger la basura de todos los que viven en esa calle y los conoce más que nadie, porque recoge su basura; las niñas que, de pronto, sabemos hay un evento que las marca.

Lo que le sucede a Ana es consecuencia de una época, es consecuencia del azar, de haber estado con alguien que está enfermo y que tampoco lo sabe. Lo interesante en la novela es que todos los personajes, por mas despreciables que en un momento nos puedan aparecer, nos provocan cierta tristeza, cierta pena también. Nos sentimos no hermanados con ellos, ni les quitamos su responsabilidad, pero sí hay una cierta consideración ante su desdicha, ante su infortunio.

Aquí, mas que hablar de temas, deberíamos hablar de motivos, y el principal es la crueldad. Otro motivo también que creo que es importante sería la sociedad misma, cómo nos va opacando, caminando; esta desventura de nacer en tal situación que también marca.

Esta es la segunda novela de una trilogía con el tema familiar. La primera fue “Bestiaria vida” y esta es “El verano de la serpiente”, que, aunque son novelas completamente distintas, mis intenciones es ver cómo, desde el seno de la familia, se va gestando la personalidad del individuo y que también hacia el interior puede haber mucha crueldad, voluntaria o no, y también una manera particular de enfrentarnos hacia el mundo, heredar muchas cosas de la familia en la que nos desarrollamos.

Hay muchos elementos que causan atracción hacia algo, como tabloides que “escurren sangre”, en México

Cecilia Eudave (Foto: Penguin Random
Cecilia Eudave (Foto: Penguin Random House)

Yo siempre he dicho que la literatura que de pronto se consume, de manera asidua y que, parece que gusta más y que vende es aquella que una abre libros y ya está salpicando de sangre.

Salimos del libro con miedo, terror, angustiados, ansiosos y creo que el Verano de la Serpiente no es así. Es un libro que a pesar de que hay mucha violencia, pero es esta violencia sutil, en al que estamos sometidos en nuestras vidas cotidianas con la que hemos crecido, con la que estamos acostumbrados a cambiar, pero no ponemos atención hasta que lo vemos en una historia.

Creo, como dicen varios lectores, salen fortalecidos y la disfrutan en su re lectura porque la terminan y la quieren leer, para ver algunas cosas que no captaron en esta primera lectura, que es la lectura de la emoción, inmediatez y que después viene una segunda lectura que es mucho más gozosa.

Como en el libro lo digo, “la maldad es barata y nadie la compra” y así como hay una maldad más barata que se une a la violencia y que todos la compran es una violencia que veo de lejos, que la compro porque me parece terrible, pero son cosas que quizá no las tenemos tan próximas.

Aquí de pronto pensamos que el vecino o la persona que está ahí puede tener un pasado o puede tener una inclinación que no es del todo saludable desde ciertas perspectivas, pero que nos van mostrando las distintas capas de violencia y de crueldad dentro de una sociedad que mira lo más evidente, voltea a ver lo propio y no quiere ni mirar.

Un ejemplo es con el personaje de “El Capi”, un personaje que ve todo

Una especie de vigía, que está ahí, mira todo, es un testigo silencioso de todo lo que está aconteciendo y es el que mejor los conoce. A él no lo conoce nadie porque es un ser periférico. Lo mismo sucede con la serpiente, también es un ser periférico.

Con la serpiente yo quise trabajar no con esta serpiente que trae esta carga mítica, ni toda esta carga religiosa en donde siempre está asociada la maldad, el pecado, lo sexual, lo execrable. Sino que es un animal más de la naturaleza que lo que quiere es sobrevivir, existir y que además está fuera de su contexto.

Cuando ella dice: “una selva es una selva, sea natural o de concreto” y ella es uno de los animales mejor equipados para sobrevivir.

Esta equivalencia, también, con la fantasma, con todo aquello que nosotros no alcanzamos a reconocer y que son ecos de nosotros mismos y que uno dice: “¿Qué hay con esta fantasma?, que cuenta historias, es irreverente, está aquí, puede hablar con la serpiente, la describe y bueno el lector no se debe desesperar porque al final sabrá qué es lo que está leyendo.

Creo que es otro de los juegos interesantes que también se suceden en la novela.

El lector se va adaptando a la lectura y se va a adaptar

Cecilia Eudave (Foto: Penguin Random
Cecilia Eudave (Foto: Penguin Random House)

Va a ir guiando al lector, porque la misma escritura es zigzagueante, la misma lectura te va llevando entre la sensaciones, los acontecimientos y uno pareciera que “ssss” no sabe en qué momento va a saltar la serpiente, y salta cuando no nos damos cuenta, ni cuando lo esperamos ni siquiera sabíamos que iba por ahí y después regresamos y decimos: “claro, todas las señales estaban ahí”, pero yo no estoy atento, porque siempre vemos en la superficie.

No nos fijamos en el detalle y creo que la novela ha tenido buena recepción precisamente porque conmueve mucho, porque nos sentimos identificados. No solamente, dependiendo de la edad con la época porque es una lectura para todos, que tenía que ser así porque me resultaba acertado que fuera en ese momento, sino que también todos hemos pasado por esos momentos de inocencia, de una inocencia quebrantada, que se violenta a partir de la intuición de situaciones de adultos que no alcanzamos a comprender, pero que intuimos y eso sucede a todos los niños que están ahí.

No intuyen su maldad o no intuyen su crueldad o no intuye su inocencia porque todo lo consideran como parte de un aprendizaje. Es hasta que irrumpen ciertos momentos violentos cuando se dan cuenta de que están en la situación límite en la que están a punto de dejar de ser algo y cruzar el umbral hacia una nueva manera de verlo.

¿Qué tan complejo fue para terminar la novela y tener este resultado?

Yo creo que los lectores, actualmente, no están acostumbrados (los nuevos lectores, sobre todo) a leer una novela que te obligue a reflexionar, a pensar, que te invite a coescribir la historia, donde nada está dicho, donde nada es del todo certero, donde todo el tiempo estamos ante disyuntivas, donde puede ser esto, pero puede ser aquello, donde creemos ser una cosa y no lo es. Entonces así es mi literatura.

Es una narrativa inusual como he contado, una novela fantástica al uso, aunque hay una fantasma. No es una novela idealista al uso, porque existe la fantasma, pero el lector se olvida de las clasificaciones, está leyendo una historia en la que se involucra y que es posible y desde ahí establece un diálogo con la novela y entra en ese universo. Eso es lo que yo quería buscar.

Es difícil, como cada uno de mis libros, como lo es Al final del miedo, como lo fue Bestiaria vida. Todo lo que he escrito desde mi primer libro hasta ahora siempre quiero establecer una complicidad con el lector. El lector es coescritor de la historia y después de cada capítulo ellos siguen reescribiendo, siguen participando.

La novela me llevó unos seis años escribirla, no porque estuviera seis años escribiéndola, sino porque se tiene que dejar reposar, porque vuelve, retomamos, dejamos reposar y seguimos porque me gusta hilar fino. Me gusta que no se noten las costuras, que todo esté perfectamente embonado, por eso me gusta la brevedad, porque la brevedad, en este caso de la novela breve, permite que el lector vuelva a leer, vuelva a encontrar y vuelva a disfrutar ahora, todavía más, cuando dice: “Claro, si”.

Eso resignifica que cambió su primera lectura y resignifica también la historia. Es un poco como la serpiente que también se puede convertir en un Uróboros, en esta serpiente que se muerde la cola porque tenemos que volver al principio que al final, ese principio que es quizá el final o ese final es el principio, como es la misma fantasma. El lector, cuando lo lea entenderá el por qué.

Desde esta perspectiva si fue compleja, pero no complicada. Porque cuando uno ya tiene claro su proyecto y su plan, lo único que tiene que hacer es establecer una ruta donde yo como escritora me pierda, donde el lector tampoco se pierda, que no se sienta timado, que no diga: “ah, se sacó esta cosa de la manga” no, todo está perfecta y fríamente calculado en esta novela de El Verano de la Serpiente.

Y que también es un símbolo de México, la serpiente

Una de las cosas porque también elegí a la serpiente es porque para México está en nuestro emblema nacional, eres el primero que nota ello, no lo había querido decir porque dice: “ah, eso se lo sacó de la manga” no, pero la serpiente es algo que nos marca cultural, nacional y mundialmente.

Es algo que está ahí, tiene muchas connotaciones positivas, de construcción y deconstrucción y que de pronto olvidamos que todos esos significados son olvidados y que la serpiente, finalmente, es lo que cada uno de nosotros quiere y como va estableciendo, envenenando la conciencia de cada uno de los que lee o actúa.

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