Hugo Coya ya había sorprendido al compartir las historias de peruanos involucrados en históricos eventos bélicos y ahora es el turno de la Gran Guerra, conocida en la actualidad como la Primera Guerra Mundial. Un simple mensaje despertó su curiosidad, es así que tras varias consultas y llamadas logró contactar con un familiar de Ludovico Hurwitz, el último hombre fusilado en la conocida torre de Londres de quien se creía que servía como espía para Alemania. La investigación que vino después lo puso frente a una historia que encontró refugio en “El último de la torre”, su más reciente publicación.
Podríamos creer que los peruanos no tenemos vínculos directos con las guerras mundiales, pero los casos que has investigado muestran lo contrario. ¿Por qué nació ese vínculo en esta novela?
Precisamente estar al margen del conflicto disipaban las sospechas de que un latinoamericano podía ser un espía. Por otro lado, la comunidad alemana es bastante fuerte en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Perú. Tras las migraciones en el siglo XIX muchos rompieron relaciones con la llamada madre patria, pero al iniciar la guerra existía una identificación natural. En la Gran Guerra se utilizó una técnica muy usada en los conflictos que se trata de colocar varios peones que cumplen funciones similares, pero al jefe de la misión le interesa que solo uno lo cumpla de manera exitosa. Tras las investigaciones descubrí que el peruano era una persona de especial interés para los alemanes, lo cual explica por qué el uruguayo y el brasileño (otros personajes de la historia) cometieron tantos errores que no serían típicos de un espía profesional.
Si bien se trata de un hecho que realmente sucedió, ha decidido calificarlo como ficción.
El libro recoge procesos judiciales, telegramas, interrogatorios, muchos datos históricos. Si habláramos en términos de porcentajes, un 90% está basado en hechos reales. Ese 10% restante reúne a los hechos que encontró, pero que no pude corroborar. Es parte del respeto que se debe tener hacia el lector, así que debía realizar esa advertencia.
Los personajes que ha abordado en sus últimas publicaciones son muy distintos entre ellos, pero ¿logra encontrar algo que los haga similares?
Han sido protagonistas de hechos claves en los conflictos en los que se vieron envueltos. Recordemos que una guerra saca lo mejor y lo peor del ser humano, así que eso es precisamente lo que intento rescatar. Una situación tan crítica y extrema como una guerra nos permite comprender el mundo, marca un antes y un después. Lo hemos visto en varias oportunidades y la literatura ha estado presente siempre, lo hemos visto desde los inicios de la civilización con La Ilíada y hasta la propia Biblia.
En el libro mencionas que nos embarga el instinto de la preservación de las crías. ¿Por qué seguimos destruyéndonos si acaso tenemos esta inclinación dentro de nosotros?
Las guerras son una constante en la sociedad porque ha cambiado el rumbo de la historia. Tomando el conflicto entre Rusia y Ucrania, vemos que Putin ha señalado que ambos países son un solo pueblo. Ese fue el mismo discurso que usó Hitler para invadir Austria. Las motivaciones de las guerras son territorio, el deseo de imponer un sistema político o por razones económicas. Hitler supo recoger el sentimiento de Alemania tras quedar destruida en la Primera Guerra y es inevitable hacer el paralelo con lo que está sucediendo ahora entre Rusia y Ucrania. Es casi como una cuestión cíclica.
Parece que la palabra pueblo se ha utilizado para esconder los deseos más perversos
Es la justificación que se emplea muchas veces para iniciar una ofensiva, una matanza, esconder xenofobia y racismo. Hay que recordar que el gobierno ruso acusó al gobierno ucraniano de ser neonazi cuando paradójicamente el presidente ucraniano es judío y su familia pereció en el Holocausto. Las guerras de alguna manera nos muestran que, a pesar de todos los traumas, pérdidas y devastación, el ser humano no aprende la lección y vuelve a incurrir en lo mismo. Es ahí donde aparece la literatura para invitar a la reflexión y estimular un debate crítico.
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