Juan Álvarez escribe como si estuviera enfermo. Sí, y enfermizos son sus personajes. Tanto el autor como todos los protagonistas de sus libros están enfermos de vida, de realidad. No basta lo que hay. La desilusión es siempre el estado de ser. El nacido en Neiva ha publicado recientemente Dónde viven las preguntas que seguimos sin hacernos, con la editorial Penguin Random House. El libro de tapas azules, que circula bajo el sello de Alfaguara, fue presentado ayer en la librería Casa Tomada, a las 6 p. m., junto al también escritor Giuseppe Caputo y Nathalia Guerrero.
La trama de la novela es así: Lucía Morales es elegida para la Cámara de Representantes por Bogotá. El hecho electoral causa revuelo en las redes sociales: se trata de la primera persona trans en ocupar un escaño en el Congreso de la República de Colombia. Ella, antes de nombre Luis, y Kevin, el narrador de la historia, fueron grandes amigos en el bachillerato. La noticia política desencadena en Kevin una serie de recuerdos apasionados de esos años adolescentes, cuando ambos, motivados por la irreverencia propia de su edad, empezaban a discutir su posición en el mundo. Reza la contratapa, Dónde viven las preguntas que seguimos sin hacernos es la historia de una amistad de dos jóvenes que se cuestionan las imposiciones culturales y de género, los prejuicios incontestados y las prácticas machistas de su entorno. Al hacerlo, descubren los rumbos de sus vidas distintas, las aventuras del cariño y el valor de la diversidad.
Apenas lleva unas cuantas semanas en las librerías y la novela de Álvarez se va posicionando de a poco. El título es bellísimo. La poesía emerge desde allí y ni hablar de su contenido: “Venía equivocado en los tonos de su cantaleta pública. Quizás incluso venía equivocado en la propia comprensión de su cuerpo. Era verdad que había cierto cariño duro en el mensaje que le enviaba el anónimo y ese cariño solo podía provenir de alguien que conocía las luchas de la comunidad. No quería odiar en nombre de su ideología. No podía ser la pose contra la masculinidad tóxica que relanzaba la masculinidad tóxica. La necesidad de humillar a su ex y provocarlo era un límite que nunca pensó que cruzaría. Su miedo más íntimo era averiguar sobre su papá y descubrir que no había muerto cuando le dijeron que había muerto; descubrir que la familia de su madre, numerosa y entrometida, y tal vez ella misma, su madre, recelosa y avergonzada de sus exploraciones sexuales, lo habían distanciado de su padre porque este era homosexual o estaba enfermo de sida o había estado enfermo de cualquier otra cosa. Lloró bien, alegre. Me dijo que estaba alegre, que había pensado en confrontar a su madre y que había decidido dejarlo para después, cuando tuviera más información y cuando en verdad hubiera conseguido asimilar por completo eso que estaba resolviendo para él mismo. ¿Qué estabas resolviendo para ti misma, Lucía? ¿Por qué, en ese momento, hace mil años, no te lo pregunté, directo y con franqueza? ¿Por qué, tú misma, decidiste que mis orejas no eran las orejas para oírtelo contar?” (pp. 45 - 46).
Ante la necesidad de hablar con él, anticipando una reseña de su novela, accedió a conversar conmigo, en exclusiva para Infobae, y esto fue lo que surgió de la conversación:
Después de haber escrito “Aún el agua”, ¿qué es lo que pueden esperar los lectores en este libro?
Los lectores pueden esperar un lance de ficción completamente diferente al que había intentado antes en otros libros, o quizás algo cercano a la novela urbana que publiqué en 2011, Candidatos muertos, que cuenta la experiencia de una generación alrededor de la música en la ciudad. En Dónde viven las preguntas pueden esperar una novela juvenil y también para adultos sobre el daño que también nos hace a los hombres el machismo.
Hay reflexiones muy interesantes en la novela, especialmente con lo que tiene que ver con las relaciones que tenemos de adultos y, de alguna forma, heredan lo que concebíamos de niños. ¿Por qué decidió explorar este tema?
Siempre que exploro para escribir una historia, esa exploración es ya ella una manera de expresión creativa en la medida en que la exploración es arbitraria, ecléctica e intensa. Hay muchas razones para que me decidiera a escribir sobre los escenarios donde nuestra cultura patriarcal va labrando las improntas dolorosas del machismo, pero quizás la más importante tuvo que ver con mis conversaciones con mis amigas feministas quienes parecían coincidir en una idea que al principio no entendí porque la leí como contra intuitiva: según ellas, hoy en día les parecía más difícil criar a un niño que a una niña, porque a la niña le decían que podía y debía devorarse el mundo y punto, en cambio al niño había que encontrar la manera de acotarle los contornos.
¿De qué manera surge el personaje de Lucía? ¿Cómo fue su construcción? ¿Qué retos hubo en ese proceso?
El personaje de Lucía Morales empezó a tomar forma de distintas maneras y a través de diferentes caminos, uno de ellos mis lecturas sobre transfeminismo y en particular una vez conocí y leí el trabajo que ha venido haciendo mi compañero en la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, Giuseppe Caputo, junto a estudiantes de nuestra segunda cohorte. Se trata de un trabajo con la comunidad trans en Bogotá, en un caso con mujeres trans que ejercen o han ejercido el trabajo sexual, y en otro con activistas transmasculinos. El primer volumen de esos testimonios se llama Encorazonadas, el segundo se titula Travesías.
¿Por qué parece que Kevin, en algunos pasajes, siente una completa desilución ante el mundo? ¿Es casualidad que él sea el narrador?
No sé si Kevin vea el mundo de manera desilusionada, lo que es un hecho es que sufrió de muy pequeño un accidente que determinó, literalmente, su manera de mirar el mundo, porque perdió la vista en un ojo. No es casualidad que sea el narrador, claro que no, de hecho, es la única posibilidad, porque lo que la novela cuenta es el recuerdo cariñoso que Kevin tiene de su amistad con Lucía, no la historia de Lucía.
¿Qué hay de los espacios? ¿Fue difícil narrar la ciudad? También adquiere un rol de personaje
Más que la ciudad, en Dónde viven las preguntas lo que está contado son escenarios o espacios afectivos donde los adolescentes se juegan (nos jugamos) muchas de nuestras cartas de educación sentimental: el barrio, la calle, el corredor del liceo, las redes sociales, las marchas políticas a las que empiezan a asistir.
¿Consiguió darle respuesta a la pregunta que se hace el libro en el título?
Por ahora no, jajajajajaja.
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