Hay una transformación de la fiesta. Pero eso viene después. Antes, está el jardín.
En las décadas del 60 y 70, cultivar el propio jardín (la quinta propia) era un ideal hippie y un motivo para la crítica militante (el pequeño cuadrado individual contra aquel deseable y ancho espacio social a transformar: el mundo). Hoy, frente a algunos desarrollos históricos y de la evolución de la Tierra como planeta y la humanidad contaminante, el jardín vuelve a configurar ese Edén del cual soñamos con haber venido.
En su primera novela, El tercer paraíso, Cristian Alarcón (La Unión, Chile, 1970), ganadora del Premio Alfaguara 2022, dobla la apuesta y llena de flores y frutos un espacio verde al cual ha decidido migrar (o insiliarse, remedio contra el exilio) desde la escritura.
Es el tercer libro publicado por el autor de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y Si me querés, quereme transa, donde, como define su breve biografía en la revista Anfibia (que Alarcón fundó en 2021 y dirige), “cruza la literatura con la etnografía urbana convirtiendo relatos urgentes en novelas de no ficción. En el libro Un mar de castillos peronistas escribe crónicas de viaje y perfiles de personajes disidentes, subalternos y marginales”. Esos libros fueron traducidos al inglés, francés, alemán y polaco.
Además de periodista multipremiado y escritor, Alarcón es docente. Ejerce como profesor titular de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata y dirige la Maestría en Periodismo Narrativo de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín.
En la ceremonia de entrega del premio, en enero de 2022, el autor afirmó: “No dejo de ser el cronista que soy por escribir ficción”.
Así, El tercer paraíso se instala como una novela que pone en cuestión y en movimiento permanente las fronteras de eso que llamamos lo real, la ficción y también, la no ficción.
No solo porque no abandona la profesión que lo ha catapultado a convertirse en un referente ineludible de la crónica en Latinoamérica, también fundador y director del sitio Cosecha roja, sino además porque hacer ficción, también, es cronicar.
En la contratapa del libro se lee un fragmento del acta del jurado del XXV Premio Alfaguara de Novela, presidido por Fernando Aramburu y compuesto por Olga Merino, Ray Loriga, Paula Vázquez y Marisol Schulz Manaut: “Un relato luminoso sobre la vida cotidiana de un individuo pero también sobre las tragedias colectivas que nos acechan. Lo pequeño, lo sencillo, ese paraíso personal que construimos como refugio es, también, en última instancia, lo que siempre nos salva”.
La historia
El tercer paraíso cuenta una historia dual: en principio, la de un niño criado en un pueblo del sur de Chile, de nombre sonoro, Daglipulli (de la comuna de La Unión, donde el autor nació), su Macondo “real”, miembro de una familia que migra a la Argentina, con una infancia y adolescencia duras que lo llevan a una intemperie y a algunos interiores de violencias, pero también de aprendizajes precoces, y una (homo)sexualidad que se define contra los deseos maternos.
Esta historia está intercalada con el presente en pandemia de un adulto que, ya con un hijo, decide emprender la tarea de hacer crecer su propio jardín, ese paraíso personal y colectivo. Y al mismo tiempo, de viajar a aquel otro paraíso roto de la infancia, ese lugar al que siempre volver, pero al que no siempre se llega.
Así, se lee: “En diciembre habrá un eclipse total de Sol. Los astrónomos calcularon que el mejor del planeta para presenciarlo es en el sur de Chile, cerca de mi pueblo. Planeamos viajar con mi hijo… Dicen que el eclipse trae un cambio de era, que todo será distinto en el mundo. Los mapuches les temen a los eclipses, se esconden cuando ocurren. El lago suele ponerse tormentoso y sacar de sí unas olas de un metro. El río acelera la correntada. Que se oscurezca el cielo de ese modo solo puede anunciar tragedias”.
En una entrevista con Hinde Pomeraniec para Infobae, Alarcón define su novela como “feminista, queer y botánica”, toda una declaración de principios, pero también, una pista para la lectura.
Porque además de una adscripción posible en el ecofeminismo y una identidad autodefinida queer, El tercer paraíso es, también, una historia amena de la botánica como ciencia y conocimiento del mundo que Alarcón, con la pericia del cronista y la belleza de una pluma entrenada, ofrenda, con toda la fuerza de la poesía:
“El cultivo de rosas suena en boca de los jardineros como un beso extraviado en una noche de alcohol: improbable, esquivo, azaroso”.
Así, a los personajes que pueblan el mundo de ese niño, como Nadia (la madre), Pedro (el padre) o Alba (la abuela con nombre de personaje de La casa de los espíritus, de la también chilena Isabel Allende) y Elías (el abuelo), y a los del presente histórico en un lugar al sur de la Ciudad de Buenos Aires, como Antonio, o como el hijo, la amiga jardinera o la DJ (no todos, en el presente, tienen nombre propio), se suman científicos y exploradores de distintos momentos históricos, entre ellos Alexander Von Humboldt, Carlos Linneo o Cayo Plinio, o los paisajistas Gilles Clement o Gerturde Jekyll (la hermana del Dr. Jekyll de Stevenson en la vida real). La literatura, así, se cruza y hace rizoma con la naturaleza. Cultivar flores, escribir, viajar. Se trata de todo eso y más.
El relato autobiográfico
La novela se trama en una alternancia temporal pero también de personas: la tercera para el narrador que cuenta la historia de ese niño y adolescente, y la primera persona para el presente, ese yo que es el mismo, y es otro. En ese desdoblamiento de personas se instala el relato autobiográfico que, sin embargo, conserva cierto rigor la crónica: una no ficción autobiográfica que, al mismo tiempo, es novela. ¿No se trata de eso la literatura?
Trama y juego: el niño que fue se cuela en el adulto que es y que busca, en ese jardín profuso de flores bichos plantas naturaleza, ese paraíso que no nos contaron en la Biblia, y que fue construido a la vera del camino como las bignonias azules que crecen, salvajes, en los enrejados que cercan las vías del tren.
Así, la ficción y la no ficción (la crónica, pero también los tratados de botánica), incluso las reflexiones sobre el acto mismo de escribir crecen y se enredan en las paredes del libro, las páginas, la tapa, con el cuadro “Suspiro”, de Alejandro Pasquale, desde el cual nos mira con su mirada clara, maquillada, expectante y algo oblicua, un niño detrás de un ramo de Strelizia Reginae, Flor de pájaro o Ave de paraíso. Desde el semiescondite de esa flor animal, el niño que fue nos invita a leer, a participar de esa otra fiesta de los sentidos que ha mutado por la pandemia y que ofrece, aromática y sensual, esta novela jardín.
Fragmento de El tercer paraíso:
Al final del camino de piedras, justo antes del precipicio, el jardín desborda como una ola inesperada. Detrás de su diseño caprichoso se impone un cielo azul brotado de nubes blancas. Asusta lo inquietante del barranco bajo el que parece estar el mundo entero. Los rosales se encadenan sin pausa. Hacia los bordes crecen los pensamientos. Camino en el laberinto como si se tratara de una pradera. Los amancay y las espuelas de caballero se mecen con el viento leve junto a las margaritas. Los lirios acosan a los narcisos amarillos. Las dalias bordó y carmín estallan en pleno ardor. A pesar de las nubes, la luz se cuela en todos los rincones horizontal y penetrante, dando en estigmas, pétalos y filamentos; pegando en mi cara, en mis brazos, en mi cuello, en mis orejas, en mis manos. A medida que me toca siento cómo la piel se hincha y adquiere el rojo de una insolación.
Busco la sombra de los cipreses alineados junto a las tumbas; altísimos y tupidos custodian las cruces y las flores. Bajo ellos han dispuesto bancos hechos con viejos durmientes para los deudos transidos de dolor. Me reconozco entre ellos, me recuerdo en esas romerías de centenares trepando el sinuoso camino que conduce hasta aquí. Cuando murió mi abuela Alba llevaba crisantemos en las manos. Cuando murió mi abuelo Elías arrojé un ramo de junquillos violetas al foso oscuro recién cavado en el que aparecía el ataúd de ella sepultada veinte años antes. A los entierros de mis abuelos paternos, Bautista y Helga, no llegué a tiempo.
Desde el promontorio, el pueblo de mis ancestros. Mirar la belleza cordillerana de Daglipulli es difícil: se lo divisa haciendo el esfuerzo de inclinar el cuerpo a unos noventa grados justo en la franja de ligustrinas dispuestas como cerco para suicidas. El que quiera saltar al vacío debe volar sobre ellas con el arrojo de un clavadista.
Después del mirador un leve llano con sembrados, una barraca, un camión, las casas de madera a dos aguas cada vez más cercanas unas a las otras, la elegancia de las tejas vencidas, el brillo de los techos de chapa. El humo de las chimeneas elevándose aquí y allá en pequeños cúmulus.
Aquí nací. Alrededor de la pila de esa plaza aprendí a caminar.
Ficha:
Título: El tercer paraíso
Editorial: Alfaguara
Precio papel: $2199
Precio ebook: $999.99
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