El adiós a Sergio Chejfec y a una literatura plena de belleza e inteligencia

El autor argentino de novelas, cuentos, poesía y ensayos falleció en Nueva York a los 65 años. Un repaso por las claves que lo hicieron un escritor único en su generación

Sergio Chejfec

En 1992, cuando ya se había ido del país (partió en 1990 luego de sacar Lenta biografía y Moral) para vivir primero en Venezuela y luego en Nueva York donde se ganaba la vida como docente, el escritor Sergio Chejfec publicó su tercera novela: El aire (Alfaguara). Beatriz Sarlo (alguien a quien puede considerarse como una de sus maestras) lo reseñó y escribió algo sobre este texto (puede leerse en el libro Escritos sobre literatura argentina) que se mantuvo hasta nuestro presente. Dijo en ese momento: “En la escritura a la vez concentrada y digresiva de una novela que es melancólica e intelectual al mismo tiempo, en las hipótesis que El aire despliega casi desde su comienzo (y se consolidan en su magnífico capítulo 6), Chejfec muestra cómo piensa la literatura, cuál es su capacidad de construcción de mundo, cuáles son algunos de los más densos argumentos que un texto puede presentar como prueba de que la ficción alcanza la belleza de la inteligencia.”

Estas palabras se podrían trasladar tal como están para ingresar a sus últimos dos libros publicados, Apuntes para un panfleto (Gog & Magog, 2021) y No hablen de mí: Una vida y su museo (Malba Literatura, 2021), y no desentonarían en absoluto. Esto es una buena noticia. El concepto de evolución, en relación a la escritura, muchas veces es una trampa y una estafa. Porque Sergio Chejfec (1956) había iniciado un camino personalísimo y único en la literatura argentina que se sostuvo (con mucha persistencia pero también con una luminosidad increíble) a lo largo de todo su recorrido. Su obra (más de 20 libros que dialogan entre sí) está ahora mismo ahí: al alcance de cualquiera que quiera acercarse a una voz extraordinaria y fuera de lo común dentro del panorama actual del campo literario en habla hispana. Con su muerte, entonces, se termina un modo de vivir y pensar la relación con la literatura (una verdadera apuesta existencial sin énfasis ni pasiones tristes pero que sin dudas se habitó en el cotidiano) que va a ser difícil de recuperar.

Los libros de Chejfec son reconocibles inmediatamente, de una primera leída, por el tono que manejan: sosegado pero que con el correr de las oraciones va volviéndose envolvente, abrasivo y luego se dispara hacia zonas inesperadas. Pensemos en ciertos títulos: Los incompletos, El punto vacilante, Teoría del ascensor, entre otros. Es que sus historias (por llamarlas de alguna manera) son aventuras del pensamiento que no se mueven en el terreno de la tensión y el conflicto físico, sino que se deslizan en una sutil búsqueda de la singularidad en la vida diaria, en lo extraño que pasa desapercibido y en aquello (sea una caminata, la obra completa de un artista o un objeto) que invita a la deriva, a perderse en un afán lúdico: las respuestas están en el viaje, lo que significa una utilización y aprovechamiento del cuerpo y del tiempo a nuestro favor. Pero esta sensación, que puede parecer muchas veces desorientación o la percepción de estar perdidos en sus páginas, se diluye por una prosa que no es complaciente, sino que es sensual. Una prosa que es como un flujo nada contaminante, un flujo atractivo, un flujo que busca ir hacia la belleza (como decía Sarlo). Acá está el comienzo de Mis dos mundos (una novela que Fogwill admiraba): “Quedan pocos días hasta un nuevo cumpleaños, y si decido comenzar de este modo es porque dos amigos a través de sus libros me hicieron ver que estas fechas pueden ser motivo de reflexión y de excusa o de justificación, sobre el tiempo vivido. La idea se me ocurrió en Brasil, mientras pasaba dos días en una ciudad del sur. En realidad no entendía cómo me había plegado a trasladarme hasta allí, sin conocer a nadie y sabiendo muy poco sobre el lugar.”

Sergio Chejfec (Danny Caminal)

Los libros de Chejfec hacían de la exploración del espacio una posibilidad para la narración. Es en este sentido, donde se puede percibir la importancia que le daba a la mirada y la manera en la que capta, con muchísima particularidad, alguien que decide dedicar su vida a la escritura y ponerla en plena vinculación con la producción de textos. De esta manera, sus libros se conectan como piezas intercambiables donde no importa la cronología, sino la experiencia de lectura. Leer cualquier libro de Chejfec era leer a todo Chejfec ya que su prosa cavaba un pozo cada vez más hondo. Es decir, como los grandes escritores, parecía estar escribiendo siempre el mismo libro. Desde un posicionamiento distinto cada vez pero el punto de llegada era reconocible.

Su prosa también mostraba la intención de conquistar un tipo de libertad: el híbrido entre la narración y el ensayo. Monstruo de dos cabeza o fiera que se mueve como quiere, esta relación entre lo reflexivo y la apropiación dificultosa de la realidad estaba muy presente en sus libros. Eran textos híper literarios (pensar en un posible linaje: Borges, Aira, Saer, Cohen, Bizzio, Pauls, Chitarroni, Guebel) que no hacen una utilización extorsiva de la realidad (política o trágica) y sin embargo, generaban cercanía e intimidad. Por otra parte, ¿no es escribir la forma concreta y material que adquiere, finalmente, el pensamiento? Sus libros Modo linterna y Últimas noticias de la escritura dan cuenta de esto. En este sentido, su interés por las artes plásticas (Claudia del Río le firmó la contratapa de su último libro) y la poesía fueron vitales. Escribió textos reveladores sobre Joaquín Gianuzzi, Darío Cantón, Arturo Carrera, entre otros. Lo que significa que el uso que le dio a la palabra era trascendente para lograr un manejo del lenguaje que no se rendía ante lo coloquial y buscaba posicionarse fuera del tiempo, más allá del olvido y del vicio (¿la ilusión?) de reflejar el presente.

Sergio Chejfec murió en Nueva York. Una vez por año volvía a la Argentina. Murió lejos de la tierra que dejó atrás hace mucho pero su obra queda entre sus lectores, que cada vez, no hay dudas al respecto, serán más.

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