De Mafalda a Marx: Saramago cuenta su mundo (y muestra sus fotos) en un libro para coleccionar

Publican un "álbum biográfico" con textos e imágenes del Premio Nobel portugués, que murió en 2010.

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En el río Almonda, 1945.
En el río Almonda, 1945.

Desde la ventana del escritorio de José Saramago se veía el mar. Un mar azul intenso, un mar imponente, un mar africano. La ventana del escritorio de la casa donde el escritor portugués había elegido vivir. En Lanzarote. La historia cuenta que él y su mujer, la andaluza Pilar del Río, tomaron ese rumbo cuando el gobierno de Portugal decidió que El Evangelio según Jesucristo, la novela que el autor acababa de publicar, no podía representar al país en el Premio Literario Europeo porque ofendía a sus ciudadanos católicos. Era el año 1991. En 1993 la pareja ya viviría en la geografía volcánica de las Canarias. Cinco años más tarde, llegaría el Premio Nobel.

Así, sencillo, lo contó el propio José Saramago: “Como consecuencia de la censura ejercida por el Gobierno portugués sobre la noevela El Evangelio según Jesucristo (1991), vetando su presentación al Premio Literario Europeo bajo el pretexto de que el libro era ofensivo para los católicos, cambiamos, mi mujer y yo, en febrero de 1993, nuestra residencia a la isla de Lanzarote, en el archipiélago de Canarias”.

O, mejor, así: [”¿Por qué Lanzarote?] Habíamos estado aquí un año antes y nos gustó mucho. Pero cuando mi mujer sugirió hacernos una casa, reaccioné como sería de esperar: ‘Pilar, por favor...’. Pero dos días después ya le estaba diciendo: ‘A fin de cuentas, esa idea no es mala...’. Son dos típicas reacciones masculinas. Cuando la mujer le dice al marido: ‘¿Y si hacemos esto así y así?’, por lo general él responde: ‘¡No, menuda idea!’. La segunda reacción es decir, veinticuatro o cuarenta y ocho horas después, como quien condesciende: ‘¿Sabes que a fin de cuentas esa idea tuya no es tan mala...?’”

Montaje a partir de
documentos y fotografías
del autor
Montaje a partir de documentos y fotografías del autor

Esos párrafos son parte de Saramago. Sus nombres, un recorrido fotográfico por la vida del autor de Ensayo sobre la ceguera, que también incluye una deliciosa variedad de textos del autor. Anécdotas escritas en sus diarios, comentario de obras de arte y de libros viajes, declaraciones a los medios, política. Y, por todas partes, Pilar, su tercera mujer, a la que conoció a los 63 años, y un gran amor. (Cierta vez, en la intimidad, Saramago dijo que había vivido con ella 20 años pero eran 40, porque si la mayoría de las parejas se ven un rato a la mañana y otro a la noche, ellos estaban juntos todo el tiempo. Lo dijo sonriendo, con la mirada feliz con la que tantas veces la espiaba mientras ella estaba en otra cosa).

El libro, que acaba de aparecer, es obra del argentino Alejandro García Schnetzer y del brasileño Ricardo Viel. Lo presentan como un “álbum biográfico”. Con fotos de la infancia, de sus recorridos, de sus encuentros con otros escritores como Susan Sontag y Günter Grass y hasta una postal a su madre desde La Habana: “Querida madre: tras un viaje de 10 horas de avión, aquí estoy en este país que tanto deseaba conocer. La Habana es una ciudad bonita y la gente es muy afectuosa y amistosa. Besos de su hijo José. 28 de noviembre de 1981”.

Habla de lo que ha visto y ha leído. Habla de Almodóvar (ver más adelante), habla de Mafalda: “Aquella Mafalda sabia y subversiva de quien sigo siendo un discípulo fiel”.

Un álbum de 345 páginas que es un gusto hojear viendo las fotos e ir leyendo salteado, como escuchando aquella música del portugués que daba forma al castellano de José Saramago.

Aquí, algunos fragmentos para disfrutar

Su lugar de nacimiento

Fue aqui, en Azinhaga, donde el viajero nació. Y para que no se crea que ha venido hasta aqui solo por razones egoistas y sentimentales, irá a la ermita de San Jose, que tiene bellísimos azulejos azules y amarillos, ejemplares y trabajados, y techos admirablemente ornados.

José Saramago, c. 1958.
José Saramago, c. 1958.

En sus tiempos de infancia, el viajero tenía miedo en este lugar: decían que enfrente de la puerta, atravesada en la carretera, había aparecido una noche una viga que no se sabía de donde había venido, y queriendo un hombre, que regresaba a su casa, pasar por encima de ella, no lo consiguió, porque algo le tiraba de la pierna, y entonces se oyó una voz que decía: ‘Por aquí no se pasa’, y el hombre se asustó y salió corriendo. Los escépticos de la aldea dijeron que el hombre iba borracho, declaración que el viajero entonces no aceptó , porque de aceptarla ya no tendría motivos para el miedo y el estremecimiento.

De Viaje a Portugal, 1981

Martín Fierro, Cortázar, Bioy y más

A finales de los remotos años cincuenta [...], en un ya desaparecido café de Lisboa, nos reuníamos unos cuantos amigos para hablar de libros en voz alta y de política en voz baja, por razones que, tanto en el primero como en el segundo caso, no necesitan más explicación.

[...] Aquel amigo providencial (fue de su boca de donde oí hablar por primera vez de José Hernández y de Martín Fierro) llegaba al café con los brazos cargados de títulos y de nombres y los lanzaba sobre la mesa como flores exóticas, entre las tazas y los ceniceros. Dejo aquí algunos de aquellos nombres y de aquellos títulos como una simple muestra de la riqueza de su jardín: Enrique Larreta y La gloria de don Ramiro, Ricardo Güiraldes y Don Segundo Sombra, Enrique Amorim y El paisano Aguilar, Miguel Ángel Asturias y El señor presidente, Rómulo Gallegos y Doña Bárbara, José María Arguedas y Los ríos profundos, Julio Cortázar y Bestiario, Jorge Luis Borges y El Aleph, Adolfo Bioy Casares y La invención de Morel, Carlos Fuentes y La región más transparente...

Como he dicho, estábamos entonces en las postrimerías de los años cincuenta, razón más que poderosa para que El coronel no tiene quien le escriba, La ciudad y los perros o El mundo es ancho y ajeno aún no hubiesen llamado a las puertas del Chiado, aquel viejo café de Lisboa.

Discurso en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, 2004

Pilar del Río y José Saramago en Lisboa durante las celebraciones del 25 de abril
de 1987
Pilar del Río y José Saramago en Lisboa durante las celebraciones del 25 de abril de 1987
Sarajevo

Sarajevo es el símbolo de la insensibilidad general. Tenemos mucha información, nos asaltan los muertos despedazados a la hora de la cena, pero la información se agota en sí misma; parece que nos damos por satisfechos por el mero hecho de conocer. Hace treinta años, lo que ocurre en Sarajevo hubiese movilizado a miles y miles de personas. Ahora nadie protesta.

La Verdad, 15 de marzo de 1994

Voltaire

Me gustaría encontrarme con Voltaire y decirle que tenía razón en su opinión escéptica y pesimista del género humano. Le diría que tuvo razón y que, muchos años después, no hemos cambiado nada, que hay motivos para pensar que, si él viviese en el siglo xx, tendría aún mucha más razón.

Diário Uno, 13 de septiembre de 1998

Marx

Marx, por ejemplo, no dogmatizó, pero no faltaron después pseudomarxistas para convertir El capital en otra biblia, cambiando el pensamiento activo por la glosa estéril o por la interpretación viciosa. Ya se ha visto lo que sucedió. Un día, si fuésemos capaces de deshacernos de los antiguos y férreos moldes, la piel que parecía vieja y al final no nos dejó crecer, volveremos a encontrarnos con Marx: tal vez un «reexamen marxista » del marxismo nos ayude a abrir caminos más generosos al acto de pensar. Que tendrá que empezar por buscar respuestas a la pregunta fundamental: «¿Por qué pienso como pienso?». Con otras palabras: «¿Qué es la ideología?». Parecen preguntas de poca monta y no creo que haya otras más importantes...

Cuadernos de Lanzarote, 21 de marzo de 1995

En Lanzarote, 1997. © Fernando Peres Rodrigues/Caras.
En Lanzarote, 1997. © Fernando Peres Rodrigues/Caras.
Bach

(Fragmento)

Durante un instante la muerte se soltó a sí misma, se expandió hasta las paredes, llenó todo el cuarto, y se alongó como un fluido hasta la sala de estar contigua, ahí una parte de sí misma se detuvo a mirar el cuaderno que estaba abierto sobre una silla, era la suite número seis opus mil doce en re mayor de Johann Sebastian Bach compuesta en Cöthen y no necesitó haber aprendido música para saber que fue escrita, como la nona sinfonía de beethoven, en la tonalidad de la alegría, de la unidad de los hombres, de la amistad y del amor. Entonces sucedió algo nunca visto, algo no imaginable, la muerte se dejó caer sobre las rodillas, era toda ella, ahora, un cuerpo rehecho, por eso tenía rodillas, y piernas, y pies, y brazos, y manos, y una cara que escondía entre las manos, y unos hombros que temblaban no se sabe por qué, llorar no será, no se puede pedir tanto a quien siempre deja un rastro de lágrimas por donde pasa, pero ninguna de ellas suya.

Público, 12 de noviembre de 2006

Almodóvar

Llegué tarde a la «movida», cuando ya había dejado sus trajes de arlequín urbano, sus lágrimas falsas de rímel negro, sus postizos, sus pelucas, sus risas y su tristeza. No quiero decir que las «movidas» sean tristes por definición, lo que digo es que tienen que esforzarse mucho para no dejar que les salga de la boca, en medio de la fiesta y de la orgía, la pregunta definidora: «¿Qué hago aquí?». Atención, estoy contando una historia que no es la mía. Nunca he sido hombre de «movidas» y si alguna vez acabara dejándome seducir, estoy segurísimo de que no haría mejor figura que don Quijote en el palacio de los duques. El ridículo existe de hecho, no es simplemente un punto de vista. Dicho esto, no creo equivocarme mucho imaginando a Pedro Almodóvar, referente por excelencia de la «movida» madrileña, preguntándole a su pequeña alma (las almas son todas pequeñas, prácticamente invisibles): «¿Qué hago aquí?». La respuesta la viene dando en sus películas, esas que nos hacen reír al mismo tiempo que nos ponen un nudo en la garganta, esas que nos insinúan que detrás de las imágenes hay cosas pidiendo que las nombremos. Cuando vi Volver le envié a Pedro un mensaje en que le decía: «Has tocado la belleza absoluta». Tal vez (seguramente) por pudor, no me respondió. Debo concluir. De una forma quizá inesperada para quien está malgastando su tiempo leyendo estas líneas, y que resumo así: a Pedro Almodóvar le espera la gran película sobre la muerte que todavía le falta al cine español. Por mil razones, sobre todo porque ésa sería la manera de recuperar de los escombros el sentido último de la «movida».

«Almodóvar», El último Cuaderno, 5 de agosto de 2009

Ficha

Título: “Saramago. Sus nombres”

Editorial: Alfaguara

Precio: $5000 (papel) $1000 (ebook)

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