“¿Un año ya?” En las redes sociales hay sorpresa. Sorpresa y dolor. Carlos Busqued, un ícono de la literatura contemporánea y un tuitero que podríamos definir como contracultural, murió el 29 de marzo de 2021. Un accidente doméstico. Tenía 50 años y dos libros, sólo dos: Bajo este sol tremendo (2009) y Magnetizado (2018), ambos publicados por Anagrama. Con esos dos títulos supo hacerse un nombre en la literatura argentina por su estilo, por los temas elegidos, por su prosa.
Hasta los 15 años, Busqued vivió en el Chaco, en la ciudad Presidente Roque Sáenz Peña. Luego se mudó a Córdoba, donde terminó el secundario, estudió Ingeniería Mecánica y, una vez recibido, probó estudiar Letras pero no duró más que un par de meses. Entre los años 2006 y 2007 se mudó definitivamente a Buenos Aires. Daba clases en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional) y, según contaba, dos veces al mes viajaba a Córdoba para dar clases también allá.
En una entrevista con Infobae de 2017 a la que llegó con una remera con la inscripción “Jesús es mi capitán”, cuando se le preguntó por aquella ciudad, dijo: “¿Viste que tiraron de la tribuna a un hincha de Belgrano en el clásico y murió? Bueno, eso es Córdoba”. Produjo los programas de radio Vidas Ejemplares, El otoño en Pekín y Prisionero del Planeta Infierno, colaboró en la revista El Ojo con Dientes y en el último número de Cerdos y Peces.
Su irrupción en la literatura fue con Bajo este sol tremendo, que quedó finalista del Premio Herralde. Para muchos, pocas cosas tan inquietantes se han leído en la escena literaria argentina de los últimos años como esa historia cruda envuelta en un clima de insoportable oscuridad. Adrián Caetano la llevó al cine bajo el título El otro hermano con las actuaciones de Daniel Hendler y Leonardo Sbaraglia.
El protagonista de la historia es Cetarti, un hombre sin trabajo (despedido por “falta de iniciativa y conducta desmotivante”) que pasa sus días encerrado viendo la televisión y fumando marihuana. Una tarde recibe la llamada de un desconocido, que le informa que su madre y su hermano han sido asesinados a escopetazos. Viaja a Lapachito, el derruido pueblo donde vivía su madre, para hacerse cargo de los cadáveres.
Allí conoce al suboficial retirado Duarte, antiguo militar, amigo del asesino de su madre. También está Danielito, auxiliar de Duarte. En este libro el ambiente es turbio, las relaciones son extrañas y la soledad pasa de ser pegajosa y sucia a provocar un vacío existencial. La escena literaria fue sacudida como si se tratese de un avispero. A partir de entonces, las miradas estuvieron puestas en este excéntrico ingeniero.
Tuvieron que pasar nueve años para que Busqued vuelva a publicar un libro. Magnetizado, un libro de non fiction, una historia real con ecos de A sangre fría de Truman Capote. Durante noventa horas de charla en el penal de Ezeiza, Busqued entrevistó a Ricardo Melogno, un asesino serial de taxistas que durante una “fantasmal semana” de septiembre de 1982, en plena dictadura, se cobró cuatro víctimas. Todas murieron por un disparo en la cabeza desde el asiento de atrás.
La policía buscó al asesino durante casi un mes, de manera tan intensa como inútil. Finalmente resultó ser un muchacho de veinte años. Fue la propia familia de Melogno quien lo entregó. Ya detenido, admitió los crímenes y los describió en detalle. No deliraba ni daba la impresión de estar loco. No había ninguna razón ni secuencia lógica deducible que llevara a las muertes. Busqued lo entrevista y luego escribe este libro que vuelve a sacudir las estructuras literarias.
Magnetizado está construido a partir de grabaciones de entrevistas, documentos forenses y recortes de diarios. Evita la interpretación y el juicio, dejando espacio para lo único que puede acercarnos a comprender la naturaleza de los crímenes: la voz de su protagonista. De este modo, el lector cruza la puerta del asesinato múltiple y se encuentra con el asesino: ¿cómo piensa?, ¿cómo cree que es el mundo y cómo debería ser?, ¿por qué hizo lo que hizo? De pronto, todo es literatura.
Pocos meses después de su partida, apareció el merchadising. Con remeras, pintadas en las calles e intervenciones en las redes, sus lectores engrandecen la figura del escritor de culto. Sobre la calle Quesada, a pocos metros de la Avenida Cabildo, hay una pintada con stencil de la silueta de Busqued. También aparecieron remeras con su cara y alguna de esas frases delirantes pero potentes que tanto lo caracterizaban. A veces los homenajes toman caminos impensados.
Si Twitter es un parque de diversiones, la cuenta de Carlos Busqued es una parada obligatoria. No era un tuistar pero, ¿quién no se ha asomado a ver qué hay ahí? Sin ningún filtro, construyó un espacio de la incorrección política más bizarra. Puteaba al macrismo, subía fotos de aviones y eventos bélicos, se sacaba selfies con sus alumnos en la UTN, retuiteaba pornografía, posteaba artículos periodísticos de asesinatos. Para Busqued, las redes sociales no eran tan importantes.
Allí, muchos escritores, periodistas y lectores lo despidieron cuando murió el 29 de marzo pasó y hoy lo siguen recordando. Su viejo blog, borderline carlito, vuelve a ser un espacio para contactarse con su literatura más cotidiana. Cada tanto —hoy sobre todo—, alguien retuitea un viejo tuit de su cuenta que lleva por nombre un mundo de dolor. Como si todavía estuviera entre nosotros, la palabra de Busqued sigue presente, incluso más allá de sus dos aclamados libros.
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