Fue noticia la semana pasada: la editorial neerlandesa Ambo Anthos informó que su libro ¿Quién traicionó a Ana Frank?, escrito por la canadiense Rosemary Sullivan, había sido retirado de la venta en todas las librerías, luego de pedir “sinceras disculpas a quienes se hayan sentido ofendidos” por su contenido.
¿Qué decía? Era una investigación que afirmaba que el delator del escondite en el que la joven autora del diario, su familia y otro grupo se ocultaron de los nazia había sido el abogado judío Arnold van den Bergh. Según esta hipótesis, que seis expertos en la historia del Holocausto desestimaron, el arresto del grupo en agosto de 1944 se habría producido entonces por un informante de su misma comunidad.
“Ideológicamente la publicación transita un lugar profundamente molesto, que es establecer una suerte de responsabilidad de integrantes de la comunidad judía en la delación”, sostiene Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank en Argentina. “Esta cuestión de incluir como responsables perpetradores a los judíos nos parece una maniobra ideológica y política profundamente riesgosa”.
En mayo de 1940 los alemanes ocuparon Ámsterdam. En julio de 1942 comenzó la deportación de judíos de Holanda a los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau y Sobibor, en la Polonia ocupada. Ana Frank se refugió junto a su familia y cuatro personas más, todos de origen judío, en un escondite que funcionaba en la oficina de un negocio vinculado a la actividad de Otto Frank, su padre, y que él mismo acondicionó durante varios meses. Amigos de la familia oficiaron de protectores, contrabandeando ropa y comida para los refugiados, poniendo en riesgo sus propias vidas.
“La publicación parte de una hipótesis falsa: que la organización de la comunidad judía sabía dónde estaban los judíos escondidos”, sigue Shalom. “Podía saber la resistencia, porque buscaba y conseguía lugares para esconder a otros pares, no la comunidad en su totalidad como denuncia el libro, señalando a este sujeto. Fue una publicación de fuerte tinte comercial; esto se manifiesta en un despliegue de marketing muy importante por todo el mundo. Me parece que hay una especulación con fines de lucro de la figura de Ana Frank y de lo que implica el misterio de saber o pensar en distintas posibilidades acerca de quiénes la delataron junto a su familia y el resto de las personas escondidas”.
Varias hipótesis
El refugio de los Frank y sus acompañantes fue gestado por ellos, no fue provisto por terceros, y debían mantener cuidados extremos. A lo largo del tiempo, Otto tuvo varias hipótesis en cuanto a quién podría haber pasado el dato que llevó al grupo a ser descubierto el 4 de agosto de 1944 por la Gestapo (la policía secreta nazi) y deportado a distintos campos de concentración.
Ninguna pudo probarse fehacientemente. Una de ellas era que un empleado del depósito había visto ingresar en diferentes oportunidades a los protectores con comidas o con elementos, fuera del horario de trabajo de la pequeña fábrica en la que cumplía sus rutinas laborales.
Otra, que fue tomada de un hecho narrado por Ana Frank en el diario, considera un momento en el que ingresaron ladrones a la fábrica y ella escuchó los movimientos. Siguiendo esta línea, podría pensarse que quienes ingresaron al lugar de trabajo vacío oyeron ruidos, y ellos mismos pudieron haber sido los denunciantes.
“Para entender el concepto de denunciante –explica Shalom- hay que tomar en cuenta que se pagaba lo que en ese momento era el equivalente a un salario básico por cada judío escondido delatado. Entonces delatar judíos escondidos generaba un beneficio económico importante”.
Hubo una tercera hipótesis, basada en que había cerca de 28 mil judíos escondidos en Ámsterdam y esto hacía que un trabajo muy arduo de la resistencia fuese conseguir comida. La comida estaba racionada, los cupones de racionamiento se entregaban por persona, con cantidades escasas, y conseguir alimentos para los escondidos era una tarea compleja. Una de las actividades de la resistencia era confeccionar cupones. Entonces una posibilidad que consideró Otto Frank, único sobreviviente de la familia, fue que al investigar la zona, casa por casa, buscando encontrar dónde podría actuar la resistencia en la producción de cupones, se habría llegado a dar con las personas escondidas.
En cuanto a la existencia de una nota que probaría quién fue que los delató, llegada a manos de Otto, cuenta Shalom: “Esta nota anónima existió, hoy no se encuentra el original. No está, ni en el centro de documentación de los Países Bajos, ni en los archivos de la casa de Ana Frank. Misteriosamente el original de esa nota, que es un anónimo, nunca se encontró”.
Otto Frank murió sin saber quiénes fueron los que lo delataron. Sin embargo, orienta Shalom, es más importante destacar qué fue lo que sucedió a partir de la llegada de la Gestapo al escondite, cuando entraron a deportar al grupo e indicaron a cada uno que guardara sus objetos de valor en una valija.
“Esto era un sistema facilitador del robo de objetos de valor”, cuenta. “Ana Frank toma una valija y pone el diario, sus cuentos, otros escritos y sus fotos, que eran los objetos valiosos para ella. Cuando un oficial ve eso le quita la valija, la vacía y la usa para llevar otros objetos. Es así como unas horas después, una de las protectoras entra al refugio, ve todo revuelto y encuentra en el suelo lo que Ana había escrito. Entonces lo junta -ella confiaba que Ana iba a volver con vida y eso no sucedió- y cuando todo termina se lo entrega a Otto Frank. A partir de ahí la vocación fundamental de Otto Frank fue expandir el legado de Ana”.
Dos años después, en junio de 1947, Otto decidió publicar el diario de su hija y luego dedicó su vida a continuar con su legado y mantener viva su memoria.
El diario fue traducido a 70 idiomas, se estima que él respondió cerca de cien mil cartas de puño y letra, que le escribían desde distintos lugares del mundo preguntando por Ana. “Entonces si bien se ocupó y realizó algunas gestiones, él se dedicó fundamentalmente a difundir el diario y, a partir del año 60, a recuperar la casa donde habían estado escondidos, convertirla en un museo, y crear una fundación en la que los jóvenes del mundo luchan por la paz, contra toda forma de violencia y discriminación”, cuenta Shalom, y aclara que el Centro y Museo de Ana Frank en Buenos Aires es parte de esa fundación.
“Quiere decir que la búsqueda del delator no fue una tarea a la que se haya abocado fundamentalmente Otto Frank”. Y agrega: “Él se enfocó en cumplir otros objetivos más importantes”.
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