“La comida es un desastre. Desayunamos con pan duro y sucedáneo de café. Llevamos quince días almorzando espinaca o lechuga”, escribió Ana Frank en una de las entradas de su célebre diario, en abril de 1943. “¡Quien quiera adelgazar, que pase una temporada en la Casa de atrás!”, continuaba. La Casa los había protegido, pero alguien delató a la joven, a su familia, a los que se escondían con ellos. Un libro sostenía que el delator se llamaba Arnold van den Bergh, que era abogado y que, ay, era judío.
Sin embargo, ¿Quién traicionó a Ana Frank? fue cuestionada y ahora retirado de las librerías.
“Basándonos en las conclusiones del informe, hemos decidido que el libro ya no está disponible con efecto inmediato”, comunicó la editorial neerlandesa Ambo Anthos. Fue el sello que publicó ¿Quién traicionó a Ana Frank?, el libro donde la canadiense Rosemary Sullivan concluye que el delator del escondite donde la joven escritora del célebre diario, su familia y otro grupo de personas se ocultaron de los nazis entre 1942 y 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, fue Van den Bergh.
“Llamaremos a las librerías para que devuelvan sus stocks”, continúa el comunicado de los responsables editoriales, luego de la conmoción que se produjo tras la salida del libro, cuando un grupo de investigadores de los Países Bajos, especializados en la historia de Ana y en el Holocausto en general, consideraron que la hipótesis planteada es “inestable como un castillo de naipes” y que el trabajo de la autora está repleto de “tonterías difamatorias”.
Además, ofrecieron sus “sinceras disculpas a quienes se hayan sentido ofendidos por el contenido del libro”.
Durante seis años, un equipo de historiadores, criminólogos y especialistas en datos, entre quienes estaba el agente retirado el FBI, Vincent Pankoke, se dedicó a estudiar miles de documentos y entrevistar a decenas de personas vinculadas de alguna forma con la familia Frank.
Con tecnología de ADN de última generación y técnicas de búsqueda desarrolladas por el FBI, según afirmaba la editorial en la venta del libro, recrearon los días y semanas previos al arresto del grupo, el 4 de agosto de 1944, y llegaron a la conclusión impactante que señala al abogado judío como la persona cuya identidad se busca hace más de 70 años.
Finalmente, se cree que las herramientas de alta tecnología sirvieron de poco y que la conclusión fue extraída luego de realizar nuevos estudios de antiguas pistas. Pieter van Twisk, productor de medios de comunicación neerlandés y uno de los impulsores de la investigación, confiaba en que el análisis de macrodatos, la inteligencia artificial y las pruebas de ADN podrían brindar nueva información.
A su vez, aseguró que la evidencia se produjo a partir de una nota sin firmar que había sido dirigida a Otto Frank, padre de Ana, hallada en un viejo expediente de investigación de la posguerra. El documento nombra a Van den Bergh y afirma que fue él quien pasó a los nazis la información del refugio como miembro del Consejo Judío de Amsterdam. Habría intentado salvar a su propia familia.
Twisk dijo que de los 32 nombres iniciales después de la investigación quedaron solo cuatro, con el del abogado como principal sospechoso.
Rechazo internacional
A su vez, el equipo confirmó que Otto, único miembro de la familia que sobrevivió a la guerra, conocía la existencia de la nota pero prefirió no mencionarla en público, quizás porque no estaba seguro, según consideró Van Twisk, o para no fomentar el antisemitismo.
Sin embargo, ya desde la publicación del libro, en enero de este año, la hipótesis de Sullivan, profesora emérita en la Universidad de Toronto, fue rechazada por investigadores de todo el mundo, quienes consideraron que se basó en suposiciones y malas interpretaciones de las fuentes. Ahora, al concluir un trabajo en el que participaron seis expertos en el tema la editorial decidió en forma tajante sacar de circulación los ejemplares a la venta.
“Yo misma tengo miedo cuando pienso en todos aquellos con los que siempre me sentí tan íntimamente ligada y que ahora están librados a los verdugos más crueles que hayan existido jamás”, decía en otro pasaje, en noviembre de 1942. “Y todo por ser judíos”.
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