“El desarraigo es un fenómeno global y llevamos muchísimos años viéndolo”, dijo Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de Literatura 2021, en una conferencia vía Zoom con decenas de periodistas de todo el mundo. Organizada por Penguin Random House a partir de la edición en español de A orillas del mar (Salamandra), una novela publicada originalmente en 2001 como By the Sea, la reunión duro poco más de una hora. Allí repasó temas literarios pero también coyunturales.
Catalogado por la crítica como un “escritor postcolonial”, Gurnah nació en 1948 en Zanzíbar, un archipiélago de Tanzania frente a la costa de África Oriental. Escribe novelas en inglés y vive en el Reino Unido. Es profesor e investigador especializado en colonialismo de África, el Caribe y la India. Llegó a Inglaterra a los 18 años, solo. “Llegué habiendo vivida una vida, y es muy difícil olvidar eso”, dijo en la conferencia. Desde su carácter de refugiado observa (y narra) el mundo.
Pisó suelo inglés como refugiado junto a una minoría musulmana que estaba siendo perseguida. Hasta entonces la literatura le fue esquiva. En Zanzíbar había muy pocas librerías, contaban con pocos libros que además eran caros. La educación que recibió allí era “educación colonial británica”. Las bibliotecas tampoco estaban muy nutridas y la mayoría de sus libros eran viejos. Tenía 21 años cuando empezó a escribir de forma más metódica. Desde entonces nunca paró.
A los 32 años ingresó a la Universidad Bayero Kano en Nigeria. Continuó sus estudios en la Universidad de Kent donde logró su doctorado. Actualmente es profesor y director de los estudios de grado en el departamento de inglés. Además de narrador, es investigador. Su interés principal está en la escritura postcolonial británica, principalmente en los textos que circulan en las colonias africanas, hindúes y caribeñas.
La pregunta sobre el conflicto Rusia-Ucrania fue obligada. Sobre los refugiados ucranianos dijo que “deben estar aterrorizados. Siento compasión. Es sin duda un ataque cruel y malévolo sobre los hogares de muchas personas. Lo único que se puede sentir es que es terrible ser testigo de eso”, y agregó: “Muchos respondieron con compasión, sobre todo los países vecinos. No todos los pueblos son así de bien recibidos. Da mucha tristeza cómo se obliga a estas personas huir de sus casas”.
“No estoy seguro de si los periódicos o el público en general son más comprensivos respecto a los refugiados”, dudó, e inmediatamente abrió el panorama, cuando los periodistas le preguntaron sobre el trato diferencial que hacen los países centrales con los refugiados ucranianos y los refugiados de otras zonas por fuera de Europa: “Es imposible no saber que están ocurriendo estas cosas”, sostuvo el escritor.
“Está ocurriendo otra cosa más: en Europa hay una reticencia a los extraños y no es ninguna novedad. Tiene que ver con la distancia con las personas que vienen del sur del mundo. Esa reticencia es racismo. Alemania ha acogida sirios, España y Portugal han acogido a muchas personas. Pero en muchos países se habla de los inmigrantes como delincuentes, como personas que roban la prosperidad, que arruinan las cómodas vidas de los que están ahí”, dijo.
“No resulta nada sorprendente que los países europeos muestren más simpatía por los ucranianos que por los africanos: es su propia familia, son sus vecinos. Aunque no sea sorprendente es triste que esa preocupación humana no se extienda a los afganos o a los iraquíes. Esto ha servido para exponer la actitud sesgada. Es lo único positivo que podemos sacar de todo esto”, continuó
También habló de la literatura postcolonial como un paradigma fundamental porque “se da por sentado el colonialismo”. “En realidad —dijo— consiste en estudiar el encuentro entre europeos y personas de otros lugares, cualesquiera sean esos otros lugares. Es un concepto muy útil pero si alguien encuentra otra forma podemos ponerle otra etiqueta”. Esos encuentros, esos choques culturales es lo que le interesa como investigador, pero también como narrador.
¿Por qué leemos? “Por el placer de entrar en un texto, por el placer de las palabras escritas de una manera hermosa, por la percepción que nos permite ahondar en un episodio y comprender a otra persona, lo que nos ayuda a entendernos a nosotros mismos. La literatura nos sirve para reconocernos, pero también nos enganchan las cosas que no conocemos. Algo que no conocías, con la literatura lo puedes ver de una manera más profunda”, respondió.
Para Abdulrazak Gurnah, “la naturaleza humana nos permite la belleza, entendida también como generosidad, pero también somos capaces de hacer cosas muy feas. A veces, para mi desesperación, parece que somos más capaces de hacer cosas feas que bellas”. Y agregó: “¿Cuántos indios han ganado el Nobel? ¿Cuántos chinos? Han ganado siempre europeos. ¿Por qué? La respuesta es obvia: se le da un valor pequeño a las producciones no europeas. Quizás, mirando hacia adelante, las cosas empiecen a cambiar. En cierto modo ya está ocurriendo”.
Saleh Omar, un comerciante de 65 años, llega al aeropuerto de Gatwick con una caja de caoba llena de incienso y un pasaporte falso. Huye de la mítica isla de Zanzíbar, es un refugiado. Así comienza A orillas del mar. “Mientras lees, apenas te atreves a respirar por miedo a romper el hechizo”, dijo The Times, mientras que para The Observer es “un manifiesto poético contra la tiranía del lenguaje cuando se utiliza como una herramienta de los estados”.
Lo importante en la literatura, dice Gurnah, es “encontrar la voz para contar la experiencia”; luego se trata de “confiar en el buen juicio que tenemos”. “Soy optimista respecto al futuro de los libros”, dijo y explicó: “Se venden más libros que antes y no es porque la gente no puede leer en internet, sino porque la gente quiere tener libros en las manos. Aunque se lean en papel o en pantallas son libros. Internet es una ventaja para los estudiante que no tienen dinero”.
“Uno no puede tirarle un libro a un tanque para pararlo —reflexionó—, pero la literatura puede aclarar cosas para que nosotros después podamos luchar. No creo que una persona autoritaria lea un libro y diga ‘llevo toda la vida equivocado, voy a cambiar, seré amable’, pero sí muchas personas han tenido revelaciones. La literatura nos ha informado a nosotros, no al tirano, sino al resto, para que los tiranos no abusen de nosotros”.
Sobre el Nobel, su gran premio, dijo: “Me ha cambiado la vida, me ha hecho muy feliz sumarme a una lista de autores que tanto admiro. Con esto me dicen que ahora puedo entrar al club, es fantástico, maravilloso. Ahora muchas personas de muchos lugares distintos del mundo desean leer estos libros: es el sueño de cualquier autor. Todo esto está muy bien, me alegra, pero en algún momento voy a tener que volver a sentarme a escribir”, y sonríe del otro lado de la pantalla.
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