Horizon Zero Dawn fue uno de los mejores juegos lanzados en los últimos años, que brilló en varios aspectos que lo convirtieron en uno de los grandes favoritos de muchos y muchas. Fueron tantos los aciertos que con su nueva entrega, Horizon Forbidden West, sucedió lo que varios podían suponer: la secuela resignó el sentido de innovación que se propuso su antecesor para enfocarse en subir varios escalones de calidad en toda la experiencia que tiene para ofrecer. Cada instancia se siente como estar jugando una versión sumamente mejorada de los que ya conocemos. Y eso, por lo menos para quien escribe, se convirtió en su principal fortaleza.
Hace solo unos días se reveló que la precuela vendió más de 20 millones de copias, por lo que la fórmula continuista elegida por Guerrilla Games parece tener sustento no solo en términos de experiencia de juego (para qué cambiar lo que ya sabemos que puede funcionar), sino que también se respaldó en los números que marcan la enorme popularidad que afianzaron con la primera parte. Sobre esa base, se construyó una de las propuestas de mundo abierto más interesantes -incluso con sus mínimos fallos- que pude conocer.
Horizon Forbidden West nos sitúa narrativamente un poco después de lo que fue el final de la entrega previa. El mundo se ve seriamente afectado por una plaga roja que afecta la posibilidad de generar recursos fundamentales para la supervivencia de los humanos y la agresividad de las máquinas de repente se ve potenciada. Después de descubrir un hecho que la sorprende -acá no van a encontrar un solo spoiler para no arruinar la experiencia de nadie-, Aloy, la gran protagonista de esta saga, decide emprender un viaje al Oeste Prohibido, una región que promete aportarnos mucha información, pero también exponernos a más peligros que nunca.
En ese viaje vamos a reencontrarnos con varios personajes que ya conocimos en la primera parte y que van a funcionar como elementos que empujan hacia adelante la narrativa y nos ayudan a resolver ciertas situaciones. Pero, además, les va a dar la posibilidad de brillar a ciertos personajes que no pudieron hacerlo antes. No solo no se sienten como una carga durante el juego, sino que es realmente interesante poder adentrarse un poco más en sus personalidades. La historia, en ese sentido, se ve mucho más dinámica, pero también más equilibrada: ya no es solo Aloy la que nos genera un fuerte sentido de protección y cariño.
Algo que ayuda en ese dinamismo es también el fuerte aporte cinematográfico que tuvo esta propuesta. Repasar algunas horas en Horizon Zero Dawn es casi una obligación, para poder percibir en forma más clara los saltos que dio su secuela y los diálogos son uno de los grandes beneficiados por ese upgrade general. Contra expresiones acartonadas y movimientos limitados, ahora hay una interacción mucho más interesante que va a venir bien para los que siempre se sienten tentados a saltear esas escenas. Algunos días antes del lanzamiento, se mostró un poco del proceso de trabajo de los actores que le dan vida a los personajes y realmente se puede apreciar dentro del juego.
No solo las interacciones se sienten más complejas y vivas, la narrativa en su conjunto se amplió, incorporando nuevos secretos que van a ser los que empujen el avance de la historia. En las primeras horas de juego vamos a conocer nuevos detalles de ese pasado que llevó a la Tierra a su estado post apocalíptico actual, que también van a llevar a Aloy a una desarrollo mucho más profundo de la percepción sobre sí misma y sobre esos sucesos. La concepción de aliados-enemigos va a mutar con respecto a lo que conocíamos e incluso la noción sobre qué es lo correcto y que no cuando el objetivo parece ser el mismo para más de uno. También vamos a dudar sobre las intenciones de algunos personajes, lo que le aporta muchos matices a una trama que ya era muy interesante.
En Horizon Forbidden West vamos a emprender un viaje en la búsqueda de GAIA, la inteligencia artificial que creó la doctora Elisabet Sobeck -de quien Aloy es un clon- y que, años antes del momento en el que nos encontramos, decidió autodestruirse al recibir una señal que origen desconocido. En paralelo a ese proceso autodestrucción, tomó el control una de sus funciones subordinadas: HADES. Ahora va a ser necesario encontrar una copia de GAIA, para poder permitirle a la humanidad sobrevivir. Desde el inicio se van a dar revelaciones que van a cuestionar varias de las situaciones que creíamos conocer, por lo que el ritmo de avance de la historia se va a ver potenciado y la necesidad de conocer todos los detalles va a ser un gran motivador para los jugadores.
Sin embargo, hay una sola cosa que va a atentar contra ese avance: la amplitud del mundo que nos presentan y la cantidad de actividades que se pueden realizar en esa nueva región. Las nuevas opciones de exploración se van a sentir desde el inicio cuando, por ejemplo, nos den un pico que nos permite colgarnos y alcanzar nuevas estructuras o un parapente para recorrer diferentes distancias. Cuento con una mano la cantidad de veces que sentí que algo no era escalable o alcanzable. Desde misiones secundarias, encargos o el encuentro de ruinas de lo que fue el mundo anterior, todo es lo suficientemente interesante como para desviarse un rato de la trama principal. Además, las recompensas son más que generosas, por lo que es un factor también relevante para la mejora de armas, habilidades o la adquisición de nuevos ítems.
El Oeste Prohibido no solo está lleno de locaciones que te hacen sentir en forma clara el peligro constante que representa. También va a presentar diferentes tribus que cuentan con su propio grado de complejidad y su propia historia que es necesario conocer. Pero, además, este nuevo mundo se va a expandir en sus niveles de exploración. La posibilidad de nadar debajo del agua no es una novedad en el mundo de los videojuegos, pero la primera vez que Aloy se sumerge es imposible no reaccionar con sorpresa. El nivel de detalle de ese escenario bajo el agua, que esconde restos de civilizaciones previas, lo vuelve abrumador las primeras veces. Y realmente logra transmitir una sensación de intranquilidad. Ser sigiloso y precavido bajo el agua va a ser obligatorio para no caer ante una de las máquinas.
En lo que tiene que ver con la jugabilidad, la continuidad es evidente. Pero las nuevas opciones de combate se van a ampliar, especialmente contra las máquinas, que aumentaron su variedad en forma considerable. La nueva clases de estos enemigos va a obligar al jugador a pensar con más precisión la forma de derrotarlos, porque también se expandieron los beneficios que se pueden obtener de la máquina que derribemos y los elementos que podamos extraer antes de destruirlas van a ser sumamente útiles. Personalmente, la sentí como una experiencia más desafiante y si también son de los que tienen pésima puntería, van a pasarla mal más de una vez. Esa agresividad y sensación de peligro que nos advierten más de una vez, se va a sentir especialmente en estos combates. Pero el trabajo que se hizo para ampliar el catálogo de máquinas vale la pena el esfuerzo.
A esto se le va a sumar el árbol de habilidades dividido en seis categorías -que amplían en forma considerable el rango de mejoras de la entrega previa- que nos va a empujar a pensar en nuestro estilo de juego para definir qué mejorar con los puntos que vayamos obteniendo. Tal vez un punto a mejorar es cómo implementar esas mejoras, que no son siempre muy claras, especialmente con lo que tiene que ver con el combate y los diferentes combos que se pueden realizar. Pero eventualmente uno los va a terminar incorporando a medida que avance en el juego.
El DualSense hace su aparición con el uso de los gatillos para poder disparar flechas que logra transmitir esa tensión. También se sienten diferentes detalles, como pueden ser pasos. Pero no es un listado de funciones muy amplio y acá creo que el juego queda atrapado todavía por la imposibilidad de dar el salto total a la nueva generación de consolas, teniendo que adaptarse también a la anterior. Cumple, pero no deslumbra y la sensación que queda es de que podría haber mostrado mucho más.
Por último, quiero hablar del apartado visual, que es lo que me atrapó desde el segundo uno. Cualquier expectativa que podía tener en la previa al lanzamiento, quedó más que justificada. El nivel de detalle, de colores, de diversidad de biomas, de cantidad de elementos, es realmente deslumbrante. Zero Dawn ya era un juego muy hermoso, pero Horizon Forbidden West eleva tanto este aspecto, que es imposible no perderse un buen rato en el modo foto. O simplemente ponerle pausa para apreciar la variedad de situaciones que conviven en la pantalla. Cualquier cosa que se pueda decir al respecto de este punto no va a lograr transmitir la sensación que se vive en las primeras horas de juego, porque el recuerdo de la primera entrega todavía está muy presente y es muy satisfactorio ver a dónde llevaron una saga que se merece el mejor tratamiento posible.
En conclusión, Horizon Forbidden West es todo lo que se esperaba de una franquicia que estaba obligada a respetar una primera entrega de gran nivel. Si Zero Dawn llegó con un espíritu disruptivo, su continuación vino a reafirmar que habían tomado el camino correcto y nos trasladó a una experiencia más desafiante, pero también más profunda y disfrutable.
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