Después de algunos retrasos y muchísimo material promocional, Far Cry 6 llegó a consolas y PC. Aunque estuvimos jugando al título gracias a la copia que proveyó Ubisoft, todavía nos queda un largo camino por recorrer en Yara. Es por eso que este artículo no es una reseña completa, sino unas primeras impresiones de la experiencia que, lamentablemente, deja bastante que desear.
Antes de pasar a analizar diferentes aspectos del juego, Far Cry 6 necesita un poco de contexto. Aunque el estudio trató de evitar referencias y paralelismos, la trama transcurre en la isla ficticia de Yara, una representación de Cuba en los ojos de Ubisoft Toronto (con colaboraciones de Ubi Quebec, Montreal, Kiev, Shanghái, Berlín, Filipinas, Bucarest y más). Después de años de una dictadura feroz, Yara pasó a convertirse en un “paraíso” de la mano de “El Presidente” Antón Castillo que, como se podía esperar, es todavía más despiadado.
Ahí reside el primer problema de Far Cry 6. Desde la tercera entrega de la franquicia, el tono de la narrativa y la acción cambiaron casi por completo, poniendo en el centro a villanos extremadamente carismáticos e implacables. Por eso el contenido premium post-lanzamiento va a traer de vuelta a estos icónicos antagonistas. Sin embargo, Antón Castillo se queda corto al lado de sus pares, tal vez porque ya se vieron infinitos ejemplos de dictadores malvados y porque lo cierto es que no está muy presente en la trama en todo momento.
Las entregas anteriores ofrecían un mapa de una zona encapsulada, como lo hacían los primeros juegos de la saga Batman: Arkham, por ejemplo. No es lo mismo desarrollar la acción en una isla o en una comunidad estadounidense cerrada que en un país entero. La figura del villano se diluye y solo brilla en cinemáticas gracias a la actuación de Giancarlo Esposito, que está condenado a interpretar villanos por el resto de su carrera. Al mismo tiempo, hay tantas misiones por cumplir y tareas por hacer en Yara, que rara vez se ven las consecuencias de nuestras acciones a gran escala.
Terminar un arco narrativo que tiene como objetivo conseguir un poderoso aliado o derrotar a un sub jefe solo deriva en nuevas armas, vehículos, más experiencia y la llegada de enemigos con más poder de fuego. En ningún momento se siente que la revolución que lleva adelante Dani Rojas –protagonista que puede ser hombre o mujer- sea un proceso gradual, sino que parece ser el final del viaje.
Sobre esta “revolución” también hay mucho para decir. Las primeras horas de juego tratan de derribar las ideas que presentaban los trailers y adelantos del juego, que anticipaban una representación de Latinoamérica cargada de clichés. Esas primeras horas plantean algunos temas interesantes, como la líder de la revolución dejando en claro que sacar a Antón Castillo del poder está lejos de ser el último paso para darle nueva vida a Yara. Sin embargo, muy rápidamente esas conversaciones cargadas de ideales se diluyen cuando otro personaje, también cargado de clichés, nos dice que estamos aquí para divertirnos.
Con la excusa de ser un videojuego, desde Ubisoft tratan de mostrar a Dani como un personaje que disfruta del caos, la muerte y la destrucción, tal y como lo debería hacer el jugador. Al fin y al cabo, estamos en un shooter con decenas de armas, una enorme cantidad de objetos explosivos y vehículos llenos de sorpresas que deberían aportar horas y horas de diversión. En ese plan, hablar de política e ideales queda afuera, según lo que plantea Ubisoft. El problema es que el estudio ya está dando una visión política desde el momento en que decide representar a los latinos y a la violencia dictatorial de la manera en que lo hace. Por su naturaleza, la trama continúa tocando temas morales, políticos e ideológicos de manera muy tibia y superficial, pero pareciera que esa expresión, “Diviértete”, llega temprano en el juego para que desconectemos el cerebro y nos dediquemos a matar.
Far Cry 6 quiere ser lo que la saga Just Cause no pudo lograr, pero no termina de abrazar la locura y el caos al mismo tiempo que no se despega de la fórmula que viene reciclando hace años, lo que deriva en una experiencia que se puede catalogar como “más de lo mismo”. Pasaron tres años de Far Cry 5 y dos desde Far Cry: New Dawn y, si bien la sexta entrega presenta algunas novedades en la jugabilidad, está lejos de tener nuevas ideas que lleven a la franquicia un poco más allá. Ni con Ray Tracing ni con el DualSense se siente como un título novedoso, a pesar de que los variados paisajes de Yara son dignos de decenas de capturas.
Hay secretos, misiones secundarias bizarras, un nuevo sistema de “armadura”, muchísimas combinaciones de armamentos y accesorios, animales compañeros que van desde un cocodrilo a un gallo, una enorme variedad de vehículos que aportan mucha movilidad en el mapa, objetivos a contrarreloj, cuevas misteriosas y mucho más. Sin embargo, la sensación general que deja el título es la de un Far Cry 5 situado en otro contexto.
Ese irregular paquete, acompañado de clichés, discursos cargados de frases hechas y una jugabilidad que se vuelve repetitiva más temprano que tarde, hacen que Far Cry 6 no esté a la altura de lo que la franquicia podría ser en 2021. Más adelante, con el juego terminado, llegará la reseña correspondiente, más enfocada en lo técnico que lo cultural, pero las primeras impresiones que deja el título de Ubisoft dan ganas de esperar al resto de los lanzamientos de octubre, que viene extremadamente cargado.