Wandagame: cuando el joystick lo tiene una sola persona

Tres protagonistas y millones de usuarios que se sumaron a un juego digital que le ganó la disputa a los medios tradicionales

La polémica pelea entre Wanda Nara y Mauro Icardi acaparó las tapas de todas las revistas

Nivel 1. Una historia de Instagram. La escena inicial de un juego en el que despertamos en un lugar desconocido. No tenemos información, no sabemos bien qué pasa y tenemos que empezar a unir piezas. Pero sabemos que pasa algo malo. Sin dar nombres ni explicar nada, Wanda Nara inauguró el primer gran escándalo de la farándula argentina en el que la televisión tradicional y los grandes dueños de los chimentos no pudieron aportar casi nada de información. La dinámica fue y es 100% digital.

La onda expansiva fue inmediata y nadie se quedó afuera. Todos eligieron un bando. Terroristas y antiterroristas. Y empezamos a jugar. Contra la pasividad del televidente que se sienta frente a la televisión y espera a que su referente de chimentos favorito le construya un relato de lo que está pasando, las redes sociales te empujan a la interacción. La historia la construye uno. El nuevo entretenimiento, el de los usuarios activos que influyen y toman decisiones. Ahora los protagonistas se ven obligados a interactuar con esas audiencias que antes parecían lejanas.

“Dónde está Juariu” se repetía en Twitter. Cuando la disputa es digital, los referentes también lo son. Y el primer lugar en el que las comunidades que descubrieron el tema fueron a buscar respuestas fue en la nueva reina de la farándula. Juariu nació en Instagram, al frente de su propio programa en El Canciller Live. La explosión para ella fue inmediata. Al poco tiempo estaba encabezando su propia sección en Intrusos, de ahí al panel de Bendita. La verdadera experta en darle sentido a cada like, a cada historia, a cada unfollow. Todo lo que teníamos era una historia de Instagram y la única que le podía dar sentido en ese momento era ella. No los históricos.

A un click de distancia, con la posibilidad de hacer capturas de pantalla, mandar mensajes privados, dejar un comentario en una foto, viralizar hasta el más mínimo detalle o revisar frases del pasado para darles un nuevo sentido, el Wandagame terminó empujando a los medios tradicionales al borde del ring y puso en el centro a los usuarios. “Por primera vez en 10 años voy a escuchar un programa de radio”, decían algunos en redes después de que Rial y Ángel de Brito decidieran hablar en Radio 10. ¿Cómo se llegó a eso? En Twitter empezaron a exigir ese crossover, Rial recogió el guante y lo invitó a su “rival” a analizar el tema del que todos hablaban. El jugador que construye su propia historia.

El primer disparo: el momento en el que empezó el juego. Wanda tenía muy claro dónde debía impactar.

Pasaron los días y no existieron móviles, no hubo declaraciones. Nadie habló, nadie se vio, nadie pasó por un estudio de televisión, no hubo cámaras. La televisión no pudo aportar nada. Ni siquiera les tocó ordenar la narrativa de esta historia, manejada hasta el último detalle por el Big Boss: Wanda Nara. Ella definió el escenario (las redes sociales), la villana (la China Suárez), el personaje que puede tratar de redimirse (un Icardi completamente fuera de eje) y la información disponible (literalmente cinco o seis líneas de un chat que no muestran nada).

Fuera de los horarios y días tradicionales, ahora las respuestas podían llegar en cualquier momento. Más de uno debe haber activado notificaciones de Instagram por primera vez. El disparador fue en una historia, pero también pasó por ahí la defensa de la persona que se vio señalada. Incluso el intento de resetear la situación se está haciendo de cara a todo las audiencias digitales, con un Icardi que decidió derrumbar completamente su imagen en ese terreno.

Con la intensidad típica de Twitter, la escalada exponencial de cualquier tema es inevitable. Todos entraron al juego en el que probablemente solo una sobreviva y va a ser la propia orquestadora de esta situación. El resto estamos ahí derrumbando rivales, sin medir muy bien las consecuencias. Porque una vez que entraste a jugar, es difícil parar. Contratos de trabajo que se caen, la posibilidad de divulgar imágenes privadas, la incorporación de nuevos personajes que tienen que salir a explicar que no fueron infieles, otras mujeres expuestas como efecto rebote. Y, al mismo tiempo, el consuelo: los protagonistas del tema viven de esto. A ellos les sirve.

Wanda, la gran constructora de narrativas, vino a romper las reglas. Durante una semana no se habló de otra cosa, mientras sobran los temas para hablar. Y le dejó claro algo al mundo: la industria del entretenimiento ya no es la misma. Ahora todos quieren participar, todos quieren jugar. Y ella tiene el control.

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