Luego de la histórica consagración de los Leones en Deodoro, el objetivo fue llegar a la prueba de los 200 metros que iba a protagonizar Usain Bolt en el estadio Engenhao. La angustia por saber si daban los tiempos para presenciar la victoria del jamaiquino, los dos buses que se debieron tomar para el traslado y la hora y veinte de viaje valieron la pena. El mejor velocista del planeta brindó un nuevo show y el público le respondió con una ovación similar a la que alguna vez recibieron Pelé, Ronaldo o Neymar.
A medida que se acercó el momento de la prueba, la mayoría de los espectadores mantuvo una postura desinteresada. Los lanzamientos de bala o jabalina no despertaron gran interés en los presentes. Una situación similar a la carrera de los 400 metros con vallas que protagonizaron Dalilah Muhammad, Sara Petersen y Ashley Spencer, quienes se subieron al podio.
Todos aguardaban a que el reloj marcara las 22:30, momento en el que los ocho deportistas saldrían a escena para disputar la competencia. La tensión llegó a su fin cuando el turco Ramil Gukyev encabezó la partida de los atletas a la pista. Uno a uno, los aspirantes a las medallas se ubicaron en sus carriles y esperaron la presentación oficial. Usain Bolt se robó los aplausos de los 45.000 asistentes.
La música colaboró con el suspenso. Desde los parlantes se escuchaban las estrofas de una canción que perfectamente podrían ser utilizadas en las películas de Al Pacino, Sean Connery o George Clooney. La ansiedad aumentaba minuto a minuto.
La persignación del jamaiquino fue el movimiento previo a tomar su posición. En ese instante se quebró la relación de tiempo y espacio. Se escuchó el silencio. Toda la atención se posó sobre el hombre que volvería a brillar en un Juego Olímpico. Ni siquiera las condiciones meteorológicas se animaron a romper el clima. El planeta se detuvo y el Joao Havelange se convirtió en una foto.
El disparo que dio la orden de partida generó una explosión. Toda la magia que se había instalado en Río de Janeiro se transformó en una masa de euforia. Los 19,78 segundos fueron como un cachetazo para los presentes. Todos observaron la victoria de Bolt, pero la reacción de los fanáticos llegó cuando el reggae se mimetizó con los festejos del Hijo del Viento.
Bob Marley y su One Love acompañaron al ganador por todos los rincones del escenario. Con la bandera de Brasil, el isleño se paseó entre risas hasta llegar al sector donde se encontraba su familia. Con ellos también compartió la gloria a través de una selfie. Su beso al carril número 6 y su habitual gesto que aplica después de cada carrera le bajaron el telón al espectáculo.
Mientras algunos preguntaban por la coronación y otros se retiraban a sus hogares, el vacío empezó a tomar protagonismo. Los que se quedaron con intenciones de ver al histórico atleta en lo más alto del podio deberán esperar hasta el próximo día. El verdadero show duró 19,78 segundos, pero nadie fue consciente de lo que pasó. Todos quedaron hipnotizados con la velocidad de Bolt.