La llama de la antorcha olímpica iluminó a las delegaciones que se presentaron en el estadio Maracaná al ritmo de la música brasileña. A lo largo del desfile, el público fue reaccionando de distintas maneras ante la llegada de los protagonistas.
Los latinoamericanos fueron los más reconocidos por los aficionados. Colombia, Chile, México, Uruguay, Venezuela, Costa Rica y Cuba calentaron el ensordecedor aliento que se estableció cuando arribó Brasil al campo.
Los europeos también tuvieron su muestra de cariño. Los españoles, británicos, italianos, suizos, rusos y portugueses fueron los que recibieron el cálido apoyo de los cariocas con mayor intensidad; del mismo modo que los japoneses y canadienses.
Sin embargo, el momento más emotivo se vivió cuando el seleccionado de refugiados pisó el escenario del Maracaná. Un constante aplauso cargado de sentimiento hizo sentir a los atletas un momento inolvidable. Las lágrimas que recorrieron los rostros de varios presentes representaron una situación histórica.
En cambio, hubo dos países que despertaron el rencor de la afición. Tal como ocurrió en el partido de fútbol frente a Portugal, los argentinos debieron sufrir una silbatina que se diluyó con el respetuoso apoyo de los imparciales. Una situación similar a la que vivió Estados Unidos. Los norteamericanos, embanderados por Michael Phelps, resistieron con altura el reproche de los fanáticos.
Una vez más, el fervor de los simpatizantes llamó la atención en el evento deportivo más importante del año. Fue el himno de los Juegos Olímpicos el que le puso fin a las diferencias para conformar una unión basada en el amor por el deporte.