“Nosotros teníamos humor negro... Muy negro,” dijo sonriendo, casi recordando sus andanzas, un amigo de Nicolás Gabriel Carrizo, el llamado jefe de los copitos que está acusado de ser partícipe secundario del atentado contra Cristina Kirchner. Son precisamente los chats que le escribió a sus amigos los que lo convirtieron en acusado, luego de que entregara su teléfono al declarar como testigo. Desde el inicio del caso, Carrizo sostuvo que todos sus mensajes eran “una joda”. El Tribunal Oral Federal 6, a cargo del debate, escuchó ese testimonio y el de otro conocido del acusado que dio cuenta de cómo hacían chistes sobre “humor negro, xenofobia, antisemitismo” y confirmó que el principal acusado Fernando Sabag Montiel dijo en un grupo que quería matar a la exvicepresidenta.
Además, los jueces ordenaron una nueva pericia psiquiátrica para la acusada Brenda Uliarte para saber si está en condiciones de afrontar el juicio. Apartada a un costado, y con dos penitenciarias a sus costados, luego de haber intentado golpear a un abogado, la joven escuchaba la decisión.
Un rato antes, la fiscalía había formalizado la nueva acusación, con la colaboración de la fiscal especializada en violencia de género, Mariela Labozetta. Dijo que a la ex mandataria se la quiso matar “para que dejara de ejercer su condición” de líder política y por ser mujer. Según expresó, el atentado ocurrió en “un contexto social de violencia generalizada contra las mujeres”, “esa violencia fue creciente contra ella en particular”, fue “dirigido a promover su debilitamiento” y “fue la condición de posibilidad aprovechada por los imputados para perpetrar el ataque”
La defensora oficial de Sabag Montiel, Fernanda López Puleio, quiso dejar constancia de lo “irregular” de la situación. El abogado de Brenda, Alejandro Cipolla, buscó saber si también estaban acusados de intento de femicidio a su clienta: una mujer. Eso había sido, precisamente, lo que había generado una polémica hace dos semanas y que terminó con Brenda queriendo agredir al abogado de Carrizo.
El juicio oral por el intento de homicidio de Cristina Kirchner entró ahora en una nueva etapa: comenzaron a declarar los amigos de Gabriel Carrizo. En los próximos días será el turno de los llamados “copitos”. Sobre ese grupo de vendedores de algodón de azúcar se puso el foco en un primer momento. Era el entorno en el que se movía Fernando Sabag Montiel, el joven que le apuntó con un arma en la cabeza a la entonces vicepresidenta y gatilló al menos una vez. El tiro no salió porque no había bala en la recámara.
Cuando ocurrió el atentado, transmitido en vivo y en directo porque los medios que estaban en la puerta de su casa, aquella noche del 1 de septiembre del 2022, Sabag Montiel fue arrestado por militantes kirchneristas. Su novia, que estaba allí, de inmediato apareció en una entrevista en Telefé para despegarse del atentado. Junto a ella estaba Carrizo, muy activo, y el resto de sus amigos.
Pero Brenda fue arrestada horas después: en la memoria externa del teléfono de Sabag la encontraron posando con el arma y se comprobó que había estado con él en ese lugar. Días después, los “copitos” fueron llamados a declarar como testigos. Y se les pidió que entregaran sus teléfonos. El 13 de septiembre del 2022, Carrizo fue convocado para retirar su celular en el juzgado. Apenas subió al tercer piso de Comodoro Py, quedó detenido. Desde entonces está preso.
La discusión sobre la forma en que terminó arrestado Carrizo se asomó en el debate que conducen los jueces Sabrina Namer, Adrián Grümberg e Ignacio Fornari. Sin plantear aún la nulidad, su defensor Gastón Marano se opuso a que se exhibiera en este momento del juicio el informe de la Policía de Seguridad Aeroportuaria por los chats que se encontraron el celular. Dijo que su cliente fue obligado a imputarse porque, como testigo, no estaba en condiciones de dar su celular con la clave. La fiscalía y la querella se opusieron al planteo. Dijeron que eso ya se había tratado en instrucción y la Cámara Federal lo había validado. La defensora López Puleio apoyó el pedido: “Si ya lo resolvió la Cámara Federal, ¿para qué estamos en este juicio? Vayamos a la condena y listo”, deslizó. El tribunal pasó a un cuarto intermedio y decidió avanzar en el interrogatorio usando los chats.
Con lentes de sol clavados como vincha, Daniel Agustín Gómez, alias “Sime”, amigo de Carrizo y que en el momento del atentado trabajaba en un local de comidas rápidas, fue uno de los interlocutores del acusado en la noche del atentado. Y con él cruzó chats que fueron puestos en la mira de los acusadores. Según explicó, a Carrizo lo conoció en una fiesta en 2021 y se veían todos los fines de semana. Y compartían el grupo de Whatsapp “Los Girosos”: “Nos gustaban andar de joda los fines de semana, (el grupo) eran para armar entre nosotros nuestras propias jodas”. El abogado de CFK, Marcos Aldazabal, quiso saber si sabía el nivel de vida de Carrizo. “Vivíamos de joda, así que mala no creo que fuera (la situación económica)”, añadió. Salían los dos días del fin de semana y en la semana “variaba”.
“Nunca” hablaban de política, dijo. Básicamente, porque “odiaban a todos los políticos”. “Odio no de querer matar a alguno. Simplemente no nos gustan. Y a Gabriel tampoco. Nunca se dijo nada de matar a la vicepresidenta. Jamás”, acotó. A Sabag y a Brenda los vio dos o tres veces en 2022, en una fiesta. De Brenda no le llamó nada la atención. Con Sabag habló de “mujeres, alcohol y música”. “No le presté mucha atención. Sabía de lo que hablaba”, opinó. Y agregó que Carrizo nunca le habló de Sabag antes del atentado. La fiscal Gabriela Baigún les preguntó si conocía a los otros “copitos”, algo que confirmó.
Según dijo, se enteró del atentado cuando volvía de trabajo. “Gabriel me dice que Fernando quiso matar a Cristina,” relató tranquilamente, casi al borde de la sonrisa. “Nos pusimos a hacer chistes porque nos tomamos todo a chiste. Cuando vi lo que había pasado, dije voy a seguir el chiste. Entonces Gabriel me decía que él iba a terminar el trabajo, que Fernando no pudo hacer”.
-”¿Qué trabajo?”, inquirió la fiscal.
-”Matar a la presidenta”, respondió.
-”¿Cómo sabe que era un chiste?”, volvió a preguntar.
Y el testigo, riendo y silabeando sus palabras, acotó: “Porque nosotros siempre hacemos chistes así, o peores, incluso”. “¿Cualquier cosa que le diga entonces Gabriel es un chiste?”, insistió la funcionaria. “Y cualquier cosa de esa magnitud, sí”.
La querella buscó detalles. El testigo admitió que con el mensaje sobre Cristina él ni siquiera sabía de quién estaban hablando. Recién, cuando llegó a su casa y prendió la televisión, vio que comprendió que era Cristina Kirchner. “No, se la re mandó este chabón”, pensó, según contó ante el tribunal. Y relató: “Nos pusimos a hacer chistes. En una situación así de grave, lo mejor que se puede hacer es reír. Qué vamos a hacer”. Le preguntaron sobre si no le había generado preocupación el episodio. “No, en ese momento no”, dijo. ¿Y cuándo sí lo consternó? “En el momento en que empezaron a imputar a todos sí y sacarles el teléfono”, fue su respuesta.
Al día siguiente del atentado, Carrizo subió a su estado de WhatsApp un mensaje. Decía “Seguro el próximo sos vos Alberto, cuidate”. El testigo confirmó haberlo visto. “La verdad que me causó mucha gracia”, dijo sin reparos. “¿Y eso le causa gracia?”, volvió a la carga la fiscal. “Sí”, respondió.
En la sala, los acusadores seguían intentando ahondar sobre el humor del testigo cuando abordaron el diálogo con Carrizo. “Es obvio que era algo que estaba mal” y “había que tener dos dedos de frente: ya estábamos empezando a joder. Somos gente común, laburadora. Que alguien me diga esto es vos me estás ‘descansando’”, añadió.
Para explicarse, el testigo afirmó que también habían bromeado sobre si uno de los “copitos” se había tirado del balcón. “El humor negro es eso… Che, no podés estar jodiendo con esto”. El joven afirmó que “claramente” pensó que lo que le decía Carrizo “era un chiste”. Al ver a sus amigos en una nota en Telefé, le sacó capturas de pantalla para poner el grupo “Los Girosos”. “Miren a dónde llegamos”, pensó.
Veinticuatro horas después del intento de asesinato, el grupo siguió haciendo “chistes”: hablaron de secuestrar un ministro o decían “hola PSA, ya sé que nos estás viendo, somos buenas personas”.
Después fue el turno de otro testigo, llamado David Richardone, también integrante de “Los Girosos”. Con Carrizo, dijo, “hablaba de pavadas”, que no charlaba de política y se quejaban de la situación económica. El testigo confirmó que en el chat Sabag dijo que quería matar a Cristina. “Hablábamos de muchas cosas sin sentido,” agregó. Por separado el grupo, el testigo afirmó que habló con el atacante sobre “Dios y santos” y añadió: “Habrá habido alguna descripción ‘random’ sobre balas”.
“Hacíamos chistes sobre humor negro, xenofobia, antisemitismo,” enumeró. Y también dijo que las bromas incluían la idea de matar políticos. Hasta se hizo una lista genérica. “Sí, pero más allá del chiste no pasa. Podemos estar toda la tarde sobre lo que se habló o no se habló. Nunca fue más allá del grupo” hasta el atentado a CFK.
Fue una declaración trabada porque las preguntas de la fiscalía fueron objetadas por las defensas, algo que la propia jueza Namer aceptaba. “Tengo a todas las defensas quejándose, doctora,” dijo la magistrada. Baigún empezó a responder pero se atajó oliendo unos jazmines que estaban en la mesa: “Me prometí no enojarme”.