El día fue agitado. El Tribunal Oral Federal 6, encargado del juicio por el intento de homicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, había convocado a los amigos de Uliarte, pero la testigo más esperada no se presentó. Agustina Díaz, quien estuvo detenida en esta causa y luego fue sobreseída, informó que no estaba en condiciones de declarar por una licencia psiquiátrica. Luego declaró un exnovio de Uliarte, a quien ella visitó poco después del atentado, y un joven que se hacía pasar por agente de la DEA, conocido por Brenda a través de la venta de contenido sexual. Debido a su actitud evasiva, la fiscal solicitó su detención, algo que el tribunal decidirá en el veredicto. Más tarde, el Ministerio Público formalizó la ampliación de la acusación para los tres imputados, argumentando que intentaron asesinar a la vicepresidenta por violencia de género.
El día comenzó con la ausencia de Agustina Díaz, quien había estado detenida más de 40 días, sospechosa de ser cómplice secundaria en el ataque. Las conversaciones con Brenda Uliarte la comprometieron. Una de las principales acusadas la tenía agendada como “Amor de mi vida” y le confesó: “Hoy me convierto en San Martín, voy a mandar a matar a Cristina”. Esta conversación ocurrió el 27 de agosto de 2022, el día de los incidentes por las vallas, cuando se frustró un plan para matar a la vicepresidenta. “Mandé a matar a la vice Cristina”, le dijo Uliarte, agregando que no lo logró porque “se metió para adentro”.
Un análisis más profundo y la falta de pruebas concretas alejaron a Díaz de la investigación, por lo que fue sobreseída. Aunque estaba citada como testigo, no asistió debido a un cuadro depresivo. El tribunal ordenó que se le realice una pericia en el Cuerpo Médico Forense.
Tras la declaración de un testigo que presenció el secuestro del teléfono de Fernando Sabag Montiel el día del atentado, el tribunal escuchó a los testigos cercanos a Brenda Uliarte. Tanto la joven como Sabag Montiel y Nicolás Carrizo siguieron atentamente la audiencia.
El ex novio de Brenda al que fue a ver tras el atentado
El primero en declarar fue Lucas Gabriel Ocampo, ex novio de Uliarte. Ocampo fue quien la recibió la noche del 1 de septiembre, cuando Brenda huyó tras la captura de Sabag Montiel. El joven relató que habían sido pareja por algunos meses, y que siguieron viéndose esporádicamente. Uno de los motivos de su ruptura fue que ella comenzó a vender contenido erótico en OnlyFans. Describió a Brenda como “fantasiosa” y “mentirosa”, revelando que el hijo que Uliarte perdió era suyo, aunque nunca se lo dijo: “Ahí me enteré que fui papá”, afirmó.
En su testimonio, Ocampo declaró que esa noche Brenda lo llamó para decirle que su novio había intentado matar a Cristina Kirchner. Según él, creyó que se trataba de una broma. Más tarde, Brenda apareció en su casa sin previo aviso, asustada. La fiscal insistió en este episodio, ya que los mensajes en el celular de Ocampo revelaron que la visita no fue tan sorpresiva como él decía. La fiscal lo acusó de contradecirse y no decir la verdad, mientras él respondía que no mentía: “Me estoy comiendo un garrón acá que no tengo nada que ver”.
Un punto que llamó la atención de la querella fue el cambio de actitud de Uliarte en los meses previos al atentado. Ocampo señaló que ella se volvió extremista en su odio al kirchnerismo y que veía videos de Eduardo Prestofelippo, conocido como “El Presto”, un youtuber libertario. De acuerdo al relato del joven, Brenda Uliarte llegó a obsesionarse con El Presto y contrató a alguien para que hackeara su teléfono y redes sociales.
Eduardo Miguel Prestofelippo, conocido como “El Presto”, es un youtuber vinculado a la militancia libertaria, anticuarentena y antikirchnerista y que fue denunciado por amenazar en redes sociales a la ex vicepresidenta. Fue citado para declarar la semana próxima. Tal como surge de los diálogos de la causa, que reveló Infobae en su momento, Brenda Uliarte se había obsesionado con “El Presto”, con el que pasó al menos una noche. “Boluda. Estoy que no me la creo. Yo soy una negra chorreada de San Miguel y este chabón que es periodista, que es famoso, me quiere coger”, le decía a su amiga Agustina Díaz.
Brenda llegó a contactar a una persona para que “hackeara” el teléfono y las redes sociales de “El Presto” y le reportara con quién hablaba. Además, mandó a seguirlo para saber en dónde estaba. “Sabemos donde están nuestros crush 24/7 somos un fbi amateur jaja”, dice según se lee en los mensajes. Fernando Sabag Montiel, el novio de Brenda que fue quien intentó matar a la vicepresidenta, no era ajeno a esa obsesión que tenía Uliarte por “El Presto”.
“Odiaba a Cristina, nada más, pero su familia es kirchnerista -dijo Ocampo-. Yo no le daba importancia, no llegábamos a discutir”. Cuando el abogado de CFK, Marcos Aldazabal, le preguntó que había influido en ella para hablar de política, el joven respondió “ni idea”, pero volvió a mencionar a El Presto y señaló que Brenda intentaba darle celos con él comparándolo sexualmente. “Me lo contaba. Escucha estos videos. Era un chabón cargado de odio. Daba su punto de vista pero impulsa. Era un odio contra todos los políticos”.
Ocampo también detalló que Brenda era “muy miedosa”. “Cuando hay problemas, ella siempre corre, nunca lo enfrenta, busca soluciones fáciles”, dijo. Sin embargo, admitió que Brenda le mostró un arma en junio, antes del atentado, y señaló que supo del atentado recién un día después, cuando la joven apareció en una nota en Telefé rodeada de los llamados “copitos” diciendo que no tenía nada que ver.
El falso agente de la DEA que “mandó fruta”
El otro testimonio que se llevó la atención de la jornada fue David Robles. Se trata de un hombre que pagaba por contenido sexual a Brenda y que en la misma noche del atentado le transfirió “mil pesos”. En su teléfono aparecen distintos diálogos, algunos con Brenda y otros con otras chicas. Una de ellas estaba agendada como “la tóxica”. Además, las pericias encontraron una foto de él con un arma. La querella de Cristina Kirchner había pedido avanzar sobre esa pista durante la instrucción.
Esto se dio, ya que en uno de los mensajes a una chica, Robles, que se decía que era un agente de la DEA, le aseguraba que Brenda le contó que “el ataque es real, pero que el boludo (Sabag) no pudo, se puso nervioso y se olvidó de cargar el arma en la recámara”. Según esas conversaciones, a Sabag “le prometieron plata”, “mucha”. Y añadió: “Lo iban a meter en cana un año, después lo iban a hacer pasar por muerto, así como a Néstor Kirchner y lo iban a llevar oculto a un viaje. Pero los que les mandaron, supuesto a que le pegue el tiro a Cristina, era la misma gente de Fernández”.
Robles no era ningún agente de la DEA. Trabajaba como operario en una panificadora desde hace 17 años y había conocido a Brenda hablando por teléfono por contenido erótico. Tal vez, dijo, se la cruzó alguna vez en el boliche Requiem, pero ni siquiera podía estar seguro. “La conocí por redes sociales, por amigos en común. No me la presentó nadie”, le había dicho al fiscal Carlos Rívolo en la instrucción.
Convocado a declarar en el juicio, Robles confirmó que en la noche del atentado Brenda le avisó lo que estaba pasando: que “el marido había intentado matar” a Cristina Kirchner, que ella estaba ahí y hasta le mostró una captura de la televisión. Sabag “fue en cana y yo me escapé. Me estoy yendo a mi casa”, le contó Brenda. Robles le preguntaba detalles y le decía que él trabajaba en la DEA. “Sí, quería que me contara”, admitió. Después le preguntaron de todos los otros audios que aparecía en su teléfono conversando con otras mujeres sobre su conocimiento del atentado. Pero ahí dijo que eran mentira. “Un chamuyo” a esas otras mujeres, justificó.
La fiscal quiso ahondar en la relación que tenía con Brenda y el testigo iba y venía. La funcionaria volvía a preguntar. “Usted decía que era de la DEA... Ya que se hizo el investigador cuéntenos todo”, le dijo. El testigo volvió a negar el contenido de los audios.
— “Usted tiene la obligación de decirme la verdad”, insistió Baigún
— “Le estoy diciendo la verdad”, le respondió el testigo.
— “Yo no le creo”, lo cortó la fiscal. “Voy a pedir la detención por ser un testigo reticente”.
Ante la gravedad de lo que se estaba por definir, Namer volvió a pedirle certezas al testigo. “Le voy a dar la oportunidad de reflexionar sobre su respuesta”, le explicó la jueza. Robles respondió: “pero no es verdad lo que le dije a esa piba”. El tribunal fue a un cuarto intermedio y resolvió que esa era una decisión a evaluar al momento del veredicto.
La nueva calificación de la fiscalía
Tal como lo había anunciado al inicio del debate, la fiscal Baigún decidió sumar el agravante de violencia de género. “No solo surge de la declaración del imputado, sino los hechos que deben ser calificados como constitutivos del delito por haber sido cometido por violencia de género en su modalidad de violencia política”.
El fiscal Rívolo en la instrucción encuadró la calificación como un “homicidio doblemente calificado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas, agravado por el empleo de un arma de fuego, en grado de tentativa”. Y dejó en claro que había evaluado la figura de violencia de género y la había descartado. Así lo explicó en la elevación a juicio. Según dijo, inicialmente interpretó que “la intimidación social en un espacio público o el ataque físico hacia una mujer política, constituyen formas de manifestar violencia contra el género, cuando ellas ocupan cargos públicos o posiciones de liderazgo, como un modo de conseguir su sometimiento o su subordinación”.
Las pruebas recolectadas en la causa, sin embargo, no permitieron sustentar esa hipótesis: no la atacaron por ser mujer, pero sí hubo una extrema violencia política. “Ha primado en el accionar de los imputados, y de lo cual trata largamente esta elevación a juicio, una extrema violencia política que se ha manifestado en sus diálogos en relación con la víctima y otros referentes de la vida política argentina, y en los hechos, inequívocamente, hacia Cristina E. Fernández de Kirchner, y que no necesariamente ha sido ejercida por razón de género”, escribió Rívolo.
Pero ahora la fiscalía decidió incluir el agravante de género. “Su calidad de mujer, ejerciendo el rol descrito en un contexto social de violencia generalizada contra las mujeres, y creciente contra ella en particular, dirigido a promover su debilitamiento, fue la condición de posibilidad aprovechada por los imputados para perpetrar el ataque”, afirmó en conjunto con la fiscal Mariela Labozetta titular de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM).
La semana próxima las defensas de Sabag, Uliarte y Carrizo responderán las imputaciones por este nuevo agravante.