¿Qué separa la delgada línea de un control médico ginecológico a un avance contra la intimidad de una paciente? Eso fue lo que tuvo que determinar la justicia de Córdoba frente a la demanda de una mujer que acusó al profesional que la había atendido por violencia de género. Hubo varios factores que terminaron inclinando la balanza para sellar la condena del médico: la forma en la que se hizo la consulta sin resguardo y, sobre todo, que el ginecólogo no era ginecólogo. Pero además el testimonio de otras pacientes, una de las cuales llegó a hablar de “masturbación”.
“Puede apreciarse de forma ostensible en el relato de las tres mujeres, pacientes del mismo Dr., un actuar direccionado a la hora de atender a sus pacientes ‘tocar de más’ dicen las tres. No se objeta el tocamiento propio de la práctica médica, se objeta el ‘de más’. Estos tocamientos ‘de más’, el médico los ejerce en razón de la marcada situación de asimetría de poder en desmedro de la paciente”, se sostuvo en el fallo que condenó al profesional al pago de un resarcimiento.
Esta historia comenzó en enero de 2021. Una mujer, C., contó en la justicia que había ido a un centro médico por recomendación de su hermana. Tenía que hacerse unos estudios de rutina. D., el profesional, la atendió, le tomó sus datos en una computadora y ella le comentó qué le estaba pasando. El médico le dijo que se acostara en la camilla. La palpó en la pelvis y ella le preguntó si le iba a hacer un “pap” (Papanicolaou) y una colposcopia. El profesional le dijo que no hacía falta pero que si quería, podía hacerlo.
El médico entonces salió de la consulta para “ir a buscar algo a su vehículo”, dice la denuncia. Y al volver le dijo que había que pasar a otro consultorio donde hacían radiografías. Al regresar, el médico volvió a irse a buscar un maletín. La mujer no entendía nada. Y el lugar ya no le gustaba. Sentía que había mucha gente circulando. El médico volvió y le dijo que se quitara la ropa interior. Pero no había ni un biombo. Nada que la hiciera sentir que se resguardaba su intimidad.
“Demoró mucho en hacerme el pap, yo estaba acostada en la camilla, mirando al techo, porque no era una camilla ginecológica, sin bombacha y sin poder ver qué es lo que hacia él. No sé bien qué es lo que hacía. Introduce el espéculo, me hace la práctica, me saca el espéculo y se acerca y con su cara muy cerca de mi vagina, me empezó a abrir los labios (...) Me tocó el clítoris. Después de eso me metió los dedos en la vagina, con una mano me apretaba la panza y con la otra me metió los dedos. Después de eso dejó de apretar, luego sacó la mano y la volvió a meter. Era como que tocaba buscando el fondo del cuello del útero, era como que adentro revolvía. Él dijo que quería ver si el cuello del útero estaba cerrado, cuando eso era imposible porque me ligue las trompas”, aseguró la paciente en su denuncia.
La mujer afirmó que sintió dolor. “Yo siempre mirando para arriba, nunca hice contacto visual con él, él no hablaba mucho. Ya le había preguntado un montón de cosas que no me había respondido. Yo en mi cabeza pensaba... Quería justificar el manoseo”, agregó. Cuando terminó le preguntó si le iba a pedir una ecografía, pero el médico le dijo que no era necesario.
Cuando le consultó por una ecografía mamaria, otra práctica habitual en las consultas ginecológicas de rutina, el médico le dijo que se quitara el corpiño. “Estuvo muy lejos de ser una palpación mamaria”, relató. Contó cómo le apretó los pechos y los pezones, pese a que ella le había avisado que al estar ovulando sentía dolor. “Mientras me apretaba le dije que tenga cuidado y le saque las manos. Ahí me soltó, se dio vuelta, se fue al escritorio, me tapé, me puse las tiritas del corpiño, sin prendérmelo y me fui al escritorio”, relató.
La paciente le consultó cuándo estarían los resultados de los estudios y le respondió para febrero. Le entregó un papel con su celular. Y, ante su insistencia por una ecografía por temor a tener nódulos, el médico respondió: “Ya vamos a ver” y le volvió a decir que le enviara un mensaje para el próximo turno. “Agarré mis cosas, sin prenderme el corpiño y sin ponerme la bombacha, que estaba en mi cartera y me fui apurada. Estaba muy incómoda. Le dije que si ya estaba, me dijo que sí y le dije que yo lo llamaba y me fui. (…) Me fui y durante el camino a mi casa, que son 6 o 7 cuadras, me sentía mal. Me sentía rara. Fue raro todo, me sentí invadida físicamente. Él no me explicaba ni me hablaba”, declaró.
Al llegar a su casa, le dijo a su pareja que no volvía mas con ese médico. “Me tocó de más”, aseguró. Cuando su hermana le consultó cómo le había ido con el médico que le recomendó, la mujer le dio la misma respuesta: “Mal, me tocó de más”. A su hermana le llamó la atención porque ella no había tenido problemas. Pero hablando se dio cuenta que, aun revisándola, con su hermana no había cambiado de consultorio como con ella.
La versión del médico
El médico negó las acusaciones: haber vulnerado la integridad sexual contra la paciente o su hija. Graduado en la Universidad Nacional de La Plata, Especialista en Medicina Familiar por la Universidad Nacional de Córdoba, el profesional aseguró haber hecho numerososs cursos de ginecología y salud de la mujer con un enfoque holístico e integral y perspectiva de género.
“La paciente en ningún momento refirió sentirse incómoda o maltratada, ni pidió alguna medida mayor para sentirse más cuidada en su pudor e intimidad. Tampoco se negó a las practicas realizadas. Ella misma las solicitó”, afirmó. Señaló que casi ni recordaba cómo fue la consulta porque fue “una de tantas sin ninguna particularidad”. Habían pasado seis meses ya.
Insistió que el palpado que hizo fue el procedimiento, que en ningún momento rozó el clítoris, que tuvo que cambiarla de consultorio porque él no tenía exclusividad en el centro médico y la había atendido en el sector de kinesiología. Que depende del análisis se ponía guantes y que la paciente no le había solicitado una bata. “Hay veces que no hace falta su uso ya que la paciente asiste con vestimenta que no necesitan quitársela. Hay batas en el baño y también tiene en su maletín. Hay batas de telas o descartables”, dijo. Y subrayó: “Siempre he respetado el pudor de las pacientes”.
Habló de su formación, mostró videos y libros de enfermedades de la vulva, flujo y clínica ginecológica para justificar su procedimiento. Afirmó que la medicina que aprendió hace veinte años está basada en la historia clínica, y así fue educado desde sus comienzos. “Las prácticas médicas pueden ser interpretadas de otra manera por sus pacientes teniendo en cuenta la educación que traen desde sus hogares, lo cual lamenta porque no está en su intención interferir negativamente”, afirmó la defensa.
“El contenido de la demanda y de la denuncia formulada corresponden a manifestaciones personales de la actora, las cuales reflejan sentimientos, cuestiones subjetivas que esta parte respeta y lamenta profundamente que la señora se haya sentido así, pero de ninguna manera actué irrespetuosamente, ni me excedí en las prácticas realizadas, y mucho menos vulneré la integridad sexual de la misma. Siempre traté a la paciente con respeto y pudor, como a todas mis pacientes, por lo cual no vulneré ningún derecho a la actora… La paciente en ningún momento refirió sentirse incómoda o maltratada”, repitió.
¿Hubo más pacientes que denunciaron?
C. sostuvo que el médico había cometido violencia de género y que lo único que quería era que no atendiera más. En su demanda aseguró que otras mujeres habrían sido afectadas por los mismos motivos que ella. Habló de su prima a la que él médico “le hizo revisación de sus mamas cuando solo iba a solicitar pastillas anticonceptivas”. Y afirmó que varias mujeres de su barrio habían sido víctimas pero “no se animan a denunciar”. Aseguró que, a su entender, el médico “se sienta atrás de escritorio a ‘cazar’”. “Ya no solo no estamos a salvo en la vía pública, tampoco en un consultorio”, afirmó. Según afirmó, “su intención a hacer la denuncia es que este señor no ejerza más con su título ya que se esconde atrás de un escritorio para hacer daño a las mujeres y no quiere que eso quede impune”.
En ese contexto, apareció otra denunciante: una chica que tenía 20 años al momento de la consulta. Según contó, “la acostó en una camilla y le quiso enseñar a palparse. Le levanto la remera, el corpiño y la empezó a tocar”. Ella afirmó que no se lo había pedido. Era la segunda vez que iba a un ginecólogo y la vez anterior no la habían tocado. “No tenía idea que eso estaba mal”, dijo. No le hizo saber que estaba incómoda. Contó que sintió que era muy pudorosa. Días después se lo contó a un amigo y a su prima. Ahí “le cayó la ficha: había sido abusada. Había sido más un manoseo que un palpado”, afirmó.
Según declaró, el médico la instó a revisarla para ver si tenía el cuello uterino inflamado. “Me pregunto si a mí me parecía y le dije que él era el doctor, que lo que él diga. Me dijo que me desvista, no había baño ni nada, tampoco me dio bata, asi que me desvestí en frente de él. Me acosté boca arriba en la camilla, tenía el espacio para la cabeza, porque era el consultorio del kinesiólogo, no era una camilla de ginecólogo. Me empezó a tocar la parte de la panza, los ovarios, todo sin guantes. Me toco la parte pélvica sin guantes y yo lo mire y me dijo ´aahh… los guantes´ y se puso un solo guante en la mano derecha”, afirmó.
“Me introduce dos dedos en la vagina, con la mano con guantes y me empezó a decir que subía y bajaba y que estaba presionando que si sentía o tenía una molestia que le dijera. Esa parte fue normal, parecido a la primer consulta. Después me dijo ahora te voy a estimular para ver tu flujo. Me toca el clítoris y me dice qué sentís. No le conteste porque me sentía incomoda. Me frotaba y masajeaba y me preguntaba que sentía. (...) Me dijo que me iba a ver las mamas. Con una mano me masturbaba y con la otra sin guantes me tocaba las mamas. Me pidió que me desabroche el corpiño. En ningún momento sacó la mano de mi vagina”.
Después, dijo la mujer, la hizo dar vuelta y le tocó la cola. “Notó que me puse muy incómoda y me dijo que ya estaba. Me vestí, siempre con él mirándome y me preguntó si tenía alguna duda. Mientras yo me estaba vistiendo, me dijo que no había cambios en el flujo porque era una cuestión psicológica. Que yo estaba negada psicológicamente y que iba a tener que experimentar con mi novio”, afirmó. La joven contó que además el médico le dio su número de teléfono por cualquier consulta. “Yo creo que él vio la oportunidad porque vio a una pendeja ignorante que no tenía idea en qué consistía un estudio ginecológico”.
El fallo
“Tratándose de una práctica médica vinculada a la femineidad en su zona genital y mamaria, determinar el límite entre el contacto necesario en condiciones de respeto al cuerpo de la otra y el tocamiento abusivo/lascivo, tanto por sus formas como por las intencionalidades subyacentes, puede ser altamente dificultoso”, fue lo primero que subrayó la jueza Mariana Wallace, a cargo del Juzgado de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y de Género de 4° Nominación de Córdoba.
Pero antes de resolver la magistrada hizo un repaso de todas las normas que estaban en juego detrás de esta decisión: la Ley Nacional Nº 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales; la Constitución Nacional, la Convención sobre la Eliminación de todas formas de Discriminación contra la Mujer; y la Convención Interamericana a través de “Belém do Pará”, además de Ley de Salud Pública.
Algunos datos inclinaron la balanza: la consulta ginecológica se llevó a cabo en un consultorio que no contaba con la infraestructura y los recursos indispensables para resguardar el pudor de la paciente. No había ni un biombo para que pueda quitarse la ropa antes del examen y no se le entregó una bata para minimizar el impacto de la desnudez. Durante la consulta ingresó al consultorio personal de limpieza, porque la puerta no estaba cerrada y la sala estaba en un sector de amplía circulación.
A eso se le sumó que el profesional no era un ginecologo. “Está absolutamente acreditado que P. no es especialista en tocoginecología y que se difunde publicidad que lo coloca como prestador de esta especialidad (que carece) en igualdad de condiciones con la de Medicina Familiar, área en la cual si tiene especialidad. Contar con una especialidad en Medicina Familiar y cursos en el área de ginecología son argumento que, para P., lo habilitan a ejercer como médico especialista en ginecología y obstetricia, un área de la salud que involucra exclusivamente a mujeres. Así las cosas, queda determinado que el Dr. ejerció como ginecólogo sin tener matrícula en ello, y el hecho de no haber expuesto una falsa matrícula de especialista a los fines de generar convencimiento en sus pacientes no lo exime de responsabilidad”.
“Concurrir a un centro médico y pedir por una especialidad exime a los pacientes de realizar las verificaciones sobre la concurrencia y vigencia de la especialidad solicitada Las tres pacientes cuyas experiencias se registran en esta demanda fueron inducidas a creer que . P. era ginecólogo. Eso es, a más de una hipótesis que calificaría en ejercicio irregular de la especialidad, que sólo afecta a las mujeres, una falta a la dignidad y respeto que se le debe como pacientes, y una afectación a los derechos que le corresponden como mujeres, de lo cual es responsable tanto el médico como las autoridades del centro médico dónde presta servicios”.
La jueza señaló que el médico “no resguardó el mínimo legal exigible” y expuso a su paciente a “una incomodidad adicional y evitable en práctica médica sensible que sólo afecta a las mujeres”. “Para la actora, la doble revisión genital, la extrema cercanía del rostro del médico a su vulva entre sus piernas y la revisión simultánea de las mamas con una mano en cada una de ellas, no fueron vividas como una respetuosa intervención médica, fueron vividas como abusivas”, resaltó.
“Queda la pregunta si el médico podría haber advertido la incomodidad extrema vivenciadas por las pacientes en general y por la actora en particular. La Sra, concurre a consulta a los fines de la realización de los exámenes de rutina, ginecológicos y mamarios, los primeros controles luego del alumbramiento de hace dos años. Resulta dificultoso valorar la hipótesis que en alguna de las dos palpaciones uterinas que se le realizaran, el profesional no hubiera advertido una inusual tensión muscular en la zona vaginal, al igual que la aceleración del pulso cardíaco o la sudoración por estrés”, relató la jueza. Pero además la mujer salió del consultorio lo más rapido que pudo. “Resultaría altamente dificultoso asumir que tales acciones y exteriorizaciones físicas del malestar subjetivo, no fueran advertidas por el profesional”, añadió.
Según la jueza, “la credibilidad del relato de la víctima no pudo cuestionarse ni refutarse con la negación efectuada por el demandado respecto de los hechos cuya autoría ha sido adjudicada, por el contrario, con el cotejo efectuado por las testigos resultó absolutamente consistente más allá de la presunción de veracidad de la cual goza, pues subyace de todos ellos, circunstancias coincidentes y análogas respecto del actuar del profesional de salud, con la afrenta de las manifiestas dificultades probatorias propias de este tipo de hechos que se producen en ausencia de otras personas. Se colige de los relatos que la situación traumática que supusieron estos actos para la víctima, no constituyeron una situación aislada”.
Así las cosas, la condena implicó el pago de una indemnización (que incluye el valor de una consulta psicológica, cada quince días, por dos años) y la notificación al Tribunal de Ética del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba para que determine si el médico denunciado transgredió el Código de Ética profesional y si le corresponde alguna sanción. También informes a los entes habilitantes del Consejo Médico, la Municipalidad de Córdoba y el Registro de Unidades de Gestión de Prestaciones de Salud (Rugepresa) que el centro de salud induce a los pacientes a creer que el médico denunciado es especialista en obstetricia y que provee espacios inadecuados para ejercer esta especialidad.
“El actuar” del médico “evidenció una clara posición de dominio frente a sus victimizadas mujeres, a partir de una relación asimétrica que demostró una patente situación de desigualdad ya que fue él quien tuvo el control absoluto de la situación. De ello, sin duda resultó una afectación a la integridad sexual de la demandante en un claro contexto de violencia de género”, finalizó la sentencia.