La investigación para esclarecer la denuncia que hizo una militante de HIJOS, sobre el ataque que sufrió el 5 de marzo pasado en su casa, busca identificar a los atacantes a través de las cámaras de seguridad de la zona, entre otras diligencias.
Según pudo saber Infobae, el fiscal federal Carlos Rívolo, que asumió en las últimas horas la causa cuando el caso pasó desde la justicia nacional de instrucción a los tribunales de Comodoro Py, ordenó analizar las imágenes de filmaciones de los comercios y edificios de la zona, mientras ordenaban interrogar a los testigos.
La víctima, que tiene custodia policial, fue notificada para participar en el proceso.
La denuncia inicial fue radicada en la Policía de la Ciudad y el caso tramitó en la fiscalía del distrito de Saavedra y Núñez, donde se ordenaron las primeras medidas urgentes. Pero con la ampliación de la declaración de la víctima, el juez Martín Yaradola decidió declararse incompetente a pedido del fiscal Adrián Pérez que llevaba la causa.
¿Por qué? Según aseguró, los autores del hecho, a partir de su actuar, “habían intentado afectar el normal funcionamiento de las tareas que la víctima desempeñaba” en un área de Derechos Humanos que funciona en el Congreso Nacional. “Tal finalidad se habría materializado buscando limitarle la palabra y la libertad de expresión a la víctima, circunstancias que resultaban ser características elementales de sus funciones, mediante la propinación de amenazas y golpes”, escribió el fallo al que accedió este medio.
El juez Julián Ercolini, que recibió la denuncia en las últimas horas, delegó en la fiscalía de Rívolo el caso para avanzar en las medidas que faltan mientras define si discute la cuestión de competencia. Y en ese contexto, el fiscal ordenó realizar las medidas que faltaban y verificar el análisis de las cámaras de seguridad de la zona.
Qué dice la denuncia de la militante de HIJOS atacada
Los datos básicos se conocieron este jueves a través de un comunicado de la agrupación Hijos. Infobae accedió al texto a la denuncia. Allí se detalla que todo ocurrió en la noche del 5 de marzo, pasadas las 21, cuando la víctima llegó a su casa desde su trabajo en el Congreso. Abrió la puerta del edificio con normalidad y también la de su departamento, ubicado en la planta baja, que estaba cerrada con llave. Las luces estaban encendidas. Fue hasta la cocina. Ahí la tomaron del cuello y los brazos. Se apagaron las luces y comenzó un forcejeo. Los atacantes eran dos hombres, afirmó.
“No hables nunca más. Mirá lo que te pasó por hablar. Sabemos que trabajás en los derechos humanos, no te vinimos a robar nada”, le dijo uno de los sujetos. Le pegaron golpes de puño y patadas. “Nosotros sabemos quién sos, no te vamos a robar nada. A mi me pagan para esto. No hables nunca más”, le dijeron.
“Quedate tranquila, mirá que yo tengo una pistola”, agregaron. Le dijeron que habían ido a matarla. Le exhibieron y le apoyaron dos armas de fuego. La víctima aseguró que eran idénticas a las que usa la policía. Después la maniataron en brazos y piernas con un alambre que había en la casa. Le taparon la boca con un retazo de tela. “Date vuelta” le dijeron. Ella se negó con la cabeza. Temía ser violada. La golpearon en la cabeza y los pies y cayó al suelo. La sujetaron de los brazos y la llevaron hasta la cama. Quedó tirada boca abajo. Sintió que uno de los sujetos apoyó su cuerpo sobre ella. Le puso una gorra o una capucha. “Viste lo que te pasa por hablar, no hables más”, repitieron. En ese momento uno de los dos sujetos que llevaba un arma se la apoyó en los glúteos. Volvieron a golpearla. El arma pasó también por sus genitales y su cabeza.
Dice la denuncia que en un momento uno de los atacantes le dice al otro: “Llamalo que avise cuando tenga el auto en la puerta”. Mencionó un nombre, pero no lo recuerda. Antes de irse, uno de los sujetos le dijo: “Ahora nos vamos a ir, si vos gritás, vamos a volver y te vamos a meter un tiro; portate bien”. A los segundos oyó el ruido de la puerta principal del edificio y trató de zafarse de las ataduras. Llegó a los saltos hasta el ventiluz del baño y empezó a pedir auxilio.
Un transeúnte, desde la calle, la escuchó. Fue hasta la puerta de entrada de su casa y empezó a golpearla. Los atacantes se habían llevado las llaves. Se oyeron móviles policiales y los bomberos lograron abrir la puerta. Le dolía todo el cuerpo. La atendió el SAME y de ahí la llevaron al Pirovano. Tomografías, análisis de sangre, exámenes ginecológicos, atención psicológica.
A simple vista no vio que le hubieran robado nada. Pero sí observó en una de las paredes de la habitación la inscripción “VLLC ñoqui”. Cuando le preguntaron por qué creía que había sido víctima de este suceso, la mujer declaró: “Dada la leyenda del final y debido al hecho de que los sujetos no robaron, sumado a todas las amenazas en clave de militancia política en derechos humanos, no puedo dejar de sospechar que está relacionado” con su actividad. Detalló que su padre fue un ex detenido desaparecido y milita desde que era menor de edad.
En su entorno afirmaron que la joven estaba muy asustada. La denuncia se conoció a horas de un nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976.