La Cámara en lo Criminal y Correccional de la ciudad de Córdoba condenó a ocho años y dos meses de prisión a un hombre acusado de abusar sexualmente a su ex pareja, con quien tenía cinco hijos, mientras ella dormía. El fallo concluyó que el imputado, ya separado pero en convivencia con la víctima, mantuvo relaciones sexuales en múltiples ocasiones sin el consentimiento de la mujer, producto de las cuales nacieron dos bebés.
“Vos me querés hacer un chico”, fue la frase que más impactó en el debate oral al camarista Gustavo Ispani, a cargo de llevar el juicio como integrante de la sala unipersonal de la Cámara de 3° Nominación de la capital cordobesa. La escuchó de boca de la víctima, quien brindó un testimonio estremecedor respecto a la dinámica que mantuvo con su ex pareja durante más de 10 años de una relación con idas y vueltas, con épocas de armonía y de violencia alternada, con problemas económicos, consumo de alcohol y cinco hijos que alimentar.
Según el fallo que publicó el Poder Judicial de Córdoba, el juez Ispani tuvo por acreditado que el hombre de 41 años cometió “abuso sexual con acceso carnal agravado por el daño en la salud mental de la víctima continuado”. Más aún, para el magistrado este caso consistió en un “conflicto de violencia de género y violencia familiar” que develó “la asimetría estructural entre el hombre y la mujer, enraizada en patrones históricos, sostenida por estereotipos culturales y atravesados por lazos afectivos”.
De acuerdo a las reseñas, la pareja se conoció en 2001 y siempre estuvo atravesada por “rupturas y avenencias”. Luego de convivir en distintas casas se asentaron en el barrio Empalme y formaron familia. Allí, con el paso del tiempo, se agudizaron los problemas. Él empezó a volver alcoholizado a la casa y a golpear a la denunciante si no quería tener sexo. En ese tiempo, según consignó el juez, ella “tenía mucho miedo y consideraba que como era su pareja, se debía entregar a él sin más”.
Con los años tuvieron cinco chicos. Y entre separaciones y recomposiciones, ella empezó a concebir la posibilidad de no estar más junto a él. Sin embargo una idea la atormentaba: pensaba que si no lo hacía “no le iba a entregar la plata para dar de comer a sus hijos”.
En 2016 empezó a decir basta. Decidió cortar la relación sentimental, aunque permitió que el hombre pernoctara de vez en cuando en la casa para que sus hijos mantuvieran contacto con él y “no tuvieran un padre ausente”. “Claramente le dijo que, aunque durmieran en algunas noches en la misma pieza, con él no iba a tener más relaciones sexuales”, reseñó el juez en un fallo de 34 páginas, donde agregó: “a partir de aquí, ya no existe consentimiento alguno por parte de M.L.C. -la víctima-”.
“Con esta nueva modalidad de vida -relató el magistrado-, en la que lo único que los unía era el cuidado de sus hijos y la persistencia de las dificultades económicas, M. L. C. contó que en varias oportunidades él se masturbaba en su cama, se le acercaba e intentaba penetrarla, pero ahora sí ella se animaba a negarse y lograba sacarlo a tiempo. En otras, se masturbaba y acababa sobre su cuerpo, todo lo cual era repelido por ella. Me detengo acá solo para resaltar lo creíble del relato, lo que se reflejaba en las lágrimas y el llanto auténtico, a la vez en la mímica de los movimientos, todo lo cual le daba un realismo al hecho y a esos momentos, como si lo estuviera viviendo nuevamente”.
Y siguió: “-Ella- Indicó que cuando llegaba de trabajar estaba ‘fusilada’ y lo único que quería era dormir. En una oportunidad -enero del año 2018-, se levantó de noche para ir al baño y sintió que desde su vagina y por la entrepierna le bajaba semen. Dijo en la Sala que si antes sentía miedo, vergüenza y bronca en contra de F. R. R. C. -el imputado-, ahora además le tenía asco. Luego de este hecho tenía miedo de dormirse, lo que no era posible durante toda la noche y a veces –medio somnolienta-, podía escuchar que se masturbaba, sentir como intentaba bajarle la ropa interior y escuchar el susurro: ‘quiero volver con vos’, cerca de su oído, lo que obviamente cuando estaba despierta y se sentía con fuerza repelía, ya no quería soportarlo como hacía antes”.
“A veces la situación la paralizaba, sentía que no tenía el control, volvía a tener miedo a que le pegara y por eso lo dejaba. Todo dependía de cómo se daba la noche, esto es, si estaba borracho, la disposición en que se acostaban los chicos, la ropa que tenía puesta y cómo estaba emocionalmente para sacarlo. En otras oportunidades se despertaba cuando ya la había penetrado lo sacaba”, describió el camarista.
Y remató: “A raíz de estos acontecimientos, -la denunciante- se dio cuenta de que tuvo ‘dos faltas menstruales’ y quedó embarazada de los dos últimos hijos -uno en 2018 y otro en 2020- corroborado por una pericia de ADN el primero de ellos, según dijo M. L. C. en el debate. Cuando se produjo el primer embarazo y se lo comunicó a F. R. R. C, quien le respondió: ‘sos una puta, no sé si es mío’ (...)”.
A su vez, al cerrar la descripción de los hechos expresó: “Dejé para lo último quizás la frase que más retumbó en la Sala de audiencias. M. L. C. sostuvo que el motivo principal por el que F. R. R. C. desde siempre quería tener relaciones con ella era porque: ‘me quería hacer un chico’. Siempre ella le decía: ‘vos me querés hacer un chico’. Contó que cuando ella estaba embarazada ‘era como que él se quedaba tranquilo’. Se iba y no volvía y la mantenía por mucho tiempo ocupada con los quehaceres de la casa. Fue recién después del año 2016 que pudo darse cuenta de esta situación y ese fue otro motivo por el cual no quería mantener más relaciones sexuales con él”.
Para decidir, el juez evaluó distintas piezas probatorias como el testimonio del hermano de la víctima, que dio cuenta del turbulento vínculo que unió a la denunciante con el denunciado durante largos años. También analizó pericias psicológicas y la declaración del imputado, quien afirmó que la relación había tenido momentos de violencia y discusión, pero que nunca había tenido sexo sin consentimiento con su ex pareja.
Con todo, y en línea con el fiscal de Cámara Marcelo Hidalgo, el camarista encontró probado el hecho delictivo que sancionó con ocho años y dos meses de prisión. También le informó a la víctima sobre “la conveniencia de que realice un tratamiento psicoterapéutico” y le recomendó al imputado “la realización de un tratamiento multidisciplinario para abordar su problemática”.
Además, según se ordenó en la resolución, una vez firme la sentencia el condenado deberá someterse a los exámenes para su identificación genética y su inscripción en el Registro Nacional de Datos Genéticos vinculado a los delitos contra la integridad sexual.