“El Rubio” se llama en realidad Juan Manuel Ledesma, tiene 54 años y se presenta como un periodista free lance que asegura ganar entre tres mil y cinco mil dólares al mes, aunque en realidad dice trabajar para diferentes servicios de inteligencia, luego de haber participado -afirma- en un cinematográfico rescate de niñas secuestradas en Africa. “El Rubio” terminó siendo el eje de una causa que investiga si se buscó llevar adelante un atentado terrorista en la Argentina. ¿Por qué? Porque él mismo confesó en indagatoria que “armó mentalmente” la conexión entre el dato que obtuvo de un hotelero sobre la llegada al país de un sirio nacionalizado colombiano, con una supuesta encomienda que iba a recibir el peluquero con el que se cortaba el pelo cerca de la Embajada de Israel, según los documentos a los que accedió Infobae.
“No soy un agente inorgánico de ningún cuerpo o fuerza de servicio de inteligencia de seguridad. Les presto servicios”, le dijo a la jueza María Servini en indagatoria, luego de ser arrestado junto al sirio y al peluquero a los que él había señalado como posibles responsables de un ataque en la Argentina.
Después de narrar su experiencia en el rescate en la operación contra Boko Haram y rescate de niñas secuestradas, Ledesma afirmó en su declaración que comenzó a ser llamado por diferentes países y lo convocan “si hay que rescatar a alguien”. “Lo hice en Sudán del año pasado que rescaté a 32 personas que habían quedado abandonadas y las llevé a la frontera en Egipto”, acotó. En la causa se le secuestró una credencial de prensa de “ok news”, pero los investigadores dudan que sea efectivamente un periodista.
Hasta detalló cómo podían buscarlo en distintos medios del mundo. Según una nota del diario El Español, lo describen así: “J.M.L es buen conocedor de esta zona de África y de Asia. Nacido en Argentina, hijo de padres desaparecidos durante la dictadura argentina, según cuenta él, fue miembro del servicio de inteligencia del ejército argentino. En su salto a Europa, se alistó en la Legión Extranjera Francesa. Tras abandonarla, inició su carrera de mercenario y desde entonces dice haber llevado a cabo ‘un centenar de operaciones de todo tipo de dificultad’. En 2012, por ejemplo, participó en diferentes acciones en Libia tras el derrocamiento de Gadafi, el dictador arrestado y asesinado en Sirte, su ciudad natal, el 20 de octubre de 2011. Meses después, en 2012, J.M.L. comenzó a trabajar en UC Global como jefe de operaciones. En la actualidad, colabora con la compañía en trabajos puntuales’. En su whatsapp se proclama: “Paria, espartano, legionario, soy mercenario”.
Pero la historia que lo llevó a estar preso comenzó, dijo él, cuando el 14 de diciembre lo llama Gustavo, el encargado del hotel España, en la calle Tacuarí, en donde él se había alojado dos meses durante el Covid, luego de una estadía en Colombia. El hotelero le pasó un dato: iba a alojarse allí un ciudadano de Siria con pasaporte colombiano que “le parecía raro”. “Me llamó a mí porque sabe que me gustan este tipo de cosas para investigarlas, pueden salir lindos artículos periodísticos”, acotó. Según explicó, “todo lo que es turcos, sirios, gente de Egipto que llega a Colombia y buscan comprar pasaportes (...) Gustavo me llamó porque no es común ver a mucha gente de Siria en Colombia. Mi idea era investigar, la curiosidad de un sirio con un pasaporte colombiano llama la atención”, añadió.
¿Qué fue entonces lo que hizo “El Rubio”? Llamó a un policía de la Federal, de apellido Gerez al que había conocido apenas unos meses antes en la calle, investigando “rulos financieros”, para ver si querían trabajar juntos. Le dio el nombre del sirio-colombiano, y el agente lo googleó en la base de Migraciones: ahí se enteró que el visitante ya había estado en el país, en 2013, pero con pasaporte de Venezuela. “Mi comentario fue ‘te va a venir genial para tu carrera’. La idea era que este ciudadano que venía colombiano y antes venezolano siendo sirio de la parte que está en conflicto con Israel... Es un tema complicado”.
Gerez entonces se lo dijo a sus superiores, pero le dijeron que no les interesaba. Trató de llamar al área Antiterrorismo, pero le pasó lo mismo y “se desilusionó”, contó Ledesma en su declaración. “Buscate otra fuerza”, le recomendó. Acudieron a otro amigo gendarme, pero tampoco hubo suerte. “Ellos seguían teniendo problemas que nadie los quería atender”, se lamentó. “La información desde mi punta de vista era interesante para prevenir algo”.
¿Cuál fue entonces el siguiente paso? Fueron Ledesma, Geréz y el gendarme fueron a la AMIA porque un contacto les recomendó que allí los podían recibir. Pero llegaron a la sede de Pasteur 633, la reconstruida sede la mutual judía que el 18 de julio de 1994 explotó en pedazos y provocó la muerte de 85 personas, y no los atendieron. “Estuvimos media hora en la puerta. Nos quedamos ahí esperando para ver si la persona aparecía, pero no apareció nadie y como ya nos estaban mirando incómodos nos fuimos al café de la esquina a esperar. No pasó nada”.
La última opción, según su versión en indagatoria, fue ir a la sede de Gendarmería. Los atendió un asistente en la calle y les contestó que la PFA ya estaba informada del tema. “Ahí acabó todo. Nos fuimos a comer y ya. Nadie estaba interesado en el tema. Los dejé ahí, con el tema, con el dolor. Tenían la información, nadie quería tomarla ni hacerse cargo”, comentó.
Días antes de Navidad, Ledesma decidió ir a cortarse el pelo a la vuelta de su casa en Rivadavia al 900. Antes solía atenderlo Ramón Alberto Domínguez, pero las últimas veces se había cortado con la dueña, otra de las piezas de esta historia. Fue por eso que le preguntó a la mujer por qué hacía rato que no veía a Domínguez.
“Me contestó que la había metido en un problema”, relató. De chusma, quiso saber más: la mujer le contó que el empleado le había pedido permiso para recibir una encomienda en el local desde Estados Unidos. Pero cuando le mostró el whatsapp y amplió la foto, el acuse de recibo de la encomienda decía Yemen y hablaba de un paquete de 35 kilos.
“Me resultó curioso que llegara un paquete de Yemen. Conozco la zona, trabajé ahí -subrayó-. Y que estuviera llegando una persona de Siria se me hacía raro. Armé mentalmente la cuestión: viene un sirio con problemas con Israel y un paquete de Yemen que le está tirando misiles a Israel”, dijo a la jueza.
A eso le sumó que el mensaje del peluquero a su jefa decía que si alguien lo iba a buscar o preguntaba por él en el local dijera que no lo conocía“. Le avisó a Gerez de la encomienda. “Vi que nadie quería investigar”, insistió. Por eso, “de forma preventiva”, acotó, le mandó un mail al Mossad, el servicio de inteligencia israelí contándole la cuestión. “Eso fue todo”, señaló en una indagatoria, que no excluyó pasajes sobre distintas investigaciones en las que intervino en donde aparecía desde Amira Yoma hasta PDVSA. Antes de terminar su declaración, subrayó que fue integrante de la Marina, de la Policía Bonaerense y de la Legión Extranjera Francesa. Lo dijo porque para que, de ser detenido, “lo alojaran en un lugar acorde”.
Junto a Ledesma, el juzgado de Servini también escuchó a indagatoria al peluquero y el sirio-colombiano. Tanto Domínguez como Naem Chatay Chassan dijeron que no entendían por qué estaban allí, después de escuchar que los acusaban de integrar una organización terrorista.
Según pudo saber Infobae, el peluquero relató que había estado charlando con una mujer vía el messenger de Facebook hace cuatro meses: que era una americana con la que empezó a conocerse. La mujer le dijo que quería conocer la Argentina e invertir dinero en el país. Y que quería mandarle un regalo. A las dos semanas, le pidió una dirección y él le dio la de la peluquería, en el centro porteño. Ella le dijo que no había problema y que “era todo legal porque pasaba por Aduana”. Le mandó una foto del paquete. Y días después que el paquete ya había salido rumbo a Buenos Aires.
Pero un día, a las 4.30 de la madrugada, un llamado lo despertó y una voz masculina le dijo: “señor Domínguez, ya está su paquete para retirar en Ezeiza”. El le respondió que no lo conocía y no había pedido ningún paquete. Le cortó. Lo siguieron llamando, le decían que tenían sus datos y hasta le reclamaron una cifra en dólares. El hombre los bloqueó.
Preocupado, preguntó a un abogado y a un jefe en el trabajo por lo que le había pasado. Le recomendaron hacer una denuncia por estafa. Así lo hizo: ese mismo día se bajó del tren cuando volvía del trabajo para hacer la denuncia. El caso quedó radicado en la fiscalía de Avellaneda el 1 de noviembre pasado, un dato que fue corroborado por el juzgado. En el mientras tanto, a su jefa, la peluquera, le recomendó que no recibiera nada. Pero nunca se imaginó que ese polémico paquete que nunca recibió lo llevaría preso. “No tengo nada que ver con este caso”, dijo apenas escuchó en la acusación que lo vinculaba con una célula terrorista, al declarar en indagatoria.
El sirio-colombiano también afirmó que no tenía nada que ver. Después de escuchar la acusación, el profesor de tenis de mesa afirmó: “Niego completamente lo que me dijeron, no tiene nada que ver con la realidad”. Dijo que a la única persona que conocía era a su amigo colombiano que le había reservado el hotel porque él no sabía mucho de Internet. Y afirmó que venía al país porque quería poner un emprendimiento para enseñar tenis de mesa y hasta fue a la Embajada argentina en Bogotá para ver qué papeles necesitaba. “Tengo 68 años. Por mi madre no puedo creer estar involucrado en esto”, agregó.