A casi 6 años de la muerte de Débora Pérez Volpin, el segundo juicio oral por el caso tuvo este miércoles su veredicto. El tribunal oral decidió absolver a Roberto Martingano, ex director del sanatorio de La Trinidad de Palermo; acusado de encubrimiento; y a Miriam Frías, la instrumentadora quirúrgica que atendió a la víctima y se le había imputado por falso testimonio.
La familia de la periodista escuchó el veredicto y se retiró en silencio, decepcionada. Junto a la fiscalía, apelarán la resolución. Las defensas, por su parte, celebraron el fallo e insistieron que no hubo delitos.
La familia de la periodista, a través del abogado Diego Pirota, había pedido condenas por encubrimiento para el ex director médico con una pena de tres años de prisión y 10 años de inhabilitación. Para Frías se solicitó tres años por falso testimonio.
Además, se pidió extraer testimonios por el delito de estafa procesal, porque existen claros indicios de que la documentación que se aportó para acreditar la compra del equipo endoscópico era “falsa, armada, fabricada”. La fiscalía, en tanto, solicitó también tres años para Martingano y dos años para Frías. Las defensas por su parte, reclamaron la absolución.
El tribunal tomó su decisión y entendió que no habían suficientes pruebas para dar una condena. Los fundamentos todavía no se conocen.
Al escuchar el veredicto, el abogado Pirota se mostró sorprendido. “Se van a tener que esforzar bastante para fundar esta sentencia”, afirmó. “Lógicamente el fallo lo vamos a recurrir. La Corte Suprema confirmó la condena por la que se abrió este juicio. Hoy se perdió una oportunidad importante de ser valientes”. La fiscalia también apelará la resolución. “Vamos a recurrir. Es una sorpresa. Pensábamos que iban a condenar. Realmente es un sorpresa”
Por su parte, Vadim Mischanchuk, defensor de Martingano, afirmó: “el resultado en el juicio tiene que ver con la prueba que se mostró en el debate. La acusación no se pudo comprobar. Hablar de encubrimiento era un sinsentido. Por suerte en el juicio se pudo saber la verdad”.
Débora Pérez Volpin tenía 51 años cuando murió pasadas las 17 horas aquel 6 de febrero de 2018. Se había internado por unos fuertes dolores estomacales a los que los médicos no terminaban de encontrarle explicación. Al entrar al quirófano, habló con la anestesista. Luego se durmió. Nunca volvió a despertar.
En agosto de 2019, un tribunal a cargo del juez Javier Anzoátegui estableció que la periodista murió por la “conducta imprudente y negligente” del médico endoscopista durante el procedimiento de “video endoscopia digestiva alta”. En consecuencia, Diego Bialolenkier fue condenado a tres años de prisión condicional por homicidio culposo, con una pena sin cumplimiento efectivo. Mientras que la anestesista quedó absuelta.
Sin embargo, en ese segundo juicio, se ordenó investigar conductas sospechosas de otros involucrados. El segundo juicio comenzó a mediados de septiembre ante el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional (TOCC) 26 porteño. Los acusados en el debate fueron Roberto Martingano, quien al momento del fallecimiento de la periodista ejercía el cargo de director de la clínica ubicada en el barrio de Palermo, y de la instrumentadora Miriam Frías, presente en esa intervención médica.
La instrucción del caso estuvo en manos de la jueza María Fabiana Galletti, quien al procesar por encubrimiento al ex director consideró que luego de la muerte de Pérez Volpin él había incurrido en “un accionar tendiente a ocultar prueba a los investigadores de vital importancia para la comprobación del delito y para la determinación de la responsabilidad penal”. Para la magistrada, “es evidente que su conducta no ha sido inocente o ingenua ni que obró en desconocimiento de la situación”.
Y es que según la jueza, Martingano “ordenó” que se pusiera a “resguardo únicamente la caña endoscópica” y “tomó inmediato contacto directo con todos aquellos que participaron del estudio y otros profesionales”. También “supo por sus peritos la causa probable —luego confirmada— del fallecimiento; mandó a preservar sólo una parte del equipo endoscópico y participó activamente de todas las requisitorias policiales y judiciales”.
Al comenzar el juicio, y escuchar las acusaciones, Martingano dijo que por el momento no iba a declarar. Por eso se dio lectura a la versión que dio en su indagatoria en la que aseguró que no encubrió el hecho y que la máquina procesadora de endoscopio que se entregó fue la que se utilizó en la práctica en la que murió la periodista.
En aquella declaración subrayó que puso a “resguardo” el equipo para “evitar” que se utilizara, ya que le había “asaltado una duda sobre si pudo generar lesiones en la paciente Pérez Volpin”. Y luego precisó: “Era la única caña que había para hacer un procedimiento de este tipo en el sector”.
Por su parte, la instrumentadora Frías, también acusada en el debate, sí declaró: “Ni mentí ni oculte información, recordé lo que recordé”, afirmó. La mujer dijo que aquel día “el quirófano fue un caos” y que desde la muerte de Débora no mira más televisión. “Me volvieron loca con esa presión, no podía vivir más: borré todo de mi mente en un proceso de protegerme”, se justificó.
Los alegatos se llevaron adelante y cada parte hizo su lectura. Los acusadores pidieron condenas, las defensas absoluciones. El tribunal se inclinó por absolver.